Orbis Tertius, vol. XXVIII, nº 37, e272, mayo - octubre 2023. ISSN 1851-7811
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Libros

David Mauricio Adriano Solodkow, Mestizaje inconcluso, raza y gobierno de la población. Luis López de Mesa y el ensayo biopolítico en Colombia. Bogotá, Ediciones Uniandes, 2022, 330 páginas

Carolina Castañeda Vargas
Cita recomendada: Castañeda Vargas, C. (2023). [Revisión del libro Mestizaje inconcluso, raza y gobierno de la población. Luis López de Mesa y el ensayo biopolítico en Colombia por D. M. A. Solodkow]. Orbis Tertius, 28(37), e272. https://doi.org/10.24215/18517811e272

Monstruosos, enfermos, ladrones, irrespetuosos de la propiedad privada, perezosos, indolentes, detractores del erario, cristianos poco morales, ignorantes, mal educados, mal alimentados, algunos fuertes, así, “mal mestizados” eran los individuos que poblaban la Colombia diagnosticada por López de Mesa. Un pueblo producto de la venganza de los vientres indígenas que impedían la labor de blanqueamiento de sus progenitores varones blancos. Esta sintética y estigmatizante descripción es el centro de los discursos de interpretación nacional producidos por el médico y funcionario público liberal Luis López de Mesa y sus colegas en la ciudad letrada colombiana de inicios del siglo XX, entre 1920 y 1950.

Mestizaje inconcluso, raza y gobierno de la población. Luis López de Mesa y el ensayo biopolítico en Colombia es un trabajo que muestra cómo la escritura y el pensamiento sobre el mestizaje fueron complementarios de las políticas liberales en Colombia. El título mismo así lo anuncia. Por una parte, apuesta por entender el lugar de los discursos sobre el mestizaje y sus definiciones y, por otra, explora las retóricas y estilos de escritura de López de Mesa y sus iguales en la ciudad letrada liberal colombiana. “Ensayo biopolítico” y “mestizaje inconcluso” son las dos principales categorías analíticas que propone el libro, desarrolladas de forma paralela y dialógica. Podríamos aventurar, como clave de lectura, que el ensayo biopolítico tiene por función crear el mestizaje inconcluso y que este es, sobre todo, una suerte de discurso de interpretación nacional que despliega teorías y planes biopolíticos para gobernar un pueblo que se desprecia y alcanzar una utopía. Esta relación estrecha entre escritura y mestizaje inconcluso es en realidad parte de una hipótesis más amplia: Solodkow define el ensayo biopolítico como un género latinoamericano producto y medio de expresión de una ciudad letrada liberal –cuya autoridad proviene del privilegio de lo blanco, letrado y elitista– que se perpetúa arrastrando privilegios coloniales y que, dotada de aires republicanos, todo lo sabe y todo lo comprende.

El ensayo biopolítico fue profusamente utilizado por intelectuales de la ciudad letrada liberal que, a su vez, gracias a sus nombres y linajes, pudieron acceder a diferentes cargos públicos mientras desplegaban virtudes propias de la alta cultura. En ellos se expresaba una fascinación por lo europeo, lo moderno, el progreso y el capitalismo liberal desde finales del siglo XIX, a la vez que surgían aparentes críticas al imperialismo. El libro, escrito desde los estudios culturales y la crítica cultural, es un juicioso estudio genealógico al estilo foucaultiano, que dialoga con trabajos historiográficos y teorías poscoloniales de la raza y la identidad. Recorre la obra ensayística de López de Mesa, un personaje ampliamente reconocido como exponente de la república liberal, a quien la historia oficial ha presentado como responsable de varias de las políticas que modernizaron el país en temas de educación y cultura. A contrapelo de esas lecturas, este libro nos invita a leer críticamente sus actuaciones, como una construcción casi imaginaria de la ciudad letrada que, lejos de incidir con políticas de equidad y redistribución, mantuvieron y reprodujeron diferenciaciones sociales leídas como abismos raciales.

Este libro es también una relectura de los estilos de escritura reivindicados como “latinoamericanos”, retomando el concepto de “ciudad letrada” para proponer que el ya tantas veces estudiado y admirado ensayo de interpretación nacional desplegó proyectos biopolíticos desde la ficcionalización y la utopía del mestizaje. Así, el género cobra valor desde el proyecto político de sus escritores. La imagen de la ciudad letrada de la que se vale el autor no solo sirve para entender el lugar de enunciación de López de Mesa, sino sobre todo para entender las dimensiones del liberalismo practicado por la república liberal. Se trata de un género que emerge de las guerras, desarreglos sociales, compactación de la ciudad letrada, jerarquización por blanqueamiento, anhelos eurocéntricos de un deber ser de lo nacional y ansias de entrar en la escena de la economía mundial capitalista. El ensayo de interpretación nacional se convierte en la construcción utópica de una biopolítica hecha a medida para Latinoamérica, en sincronía con los desarrollos de la primera y segunda guerra mundial, que en lo local devinieron en la caracterización de ciudadanos enfermos y en la creación de políticas educativas, económicas, mezclas raciales y proyectos utópicos de redención desde la ciudad letrada.

El ensayo biopolítico se presenta como una estructura completa, coherente y verdadera que pretende hablar desde la ciencia; no obstante, es abiertamente ficcional. Las “ficciones biopolíticas de la ciudad letrada” (p. 41) recrean para Solodkow la hidridez de la hibridez. Un género híbrido (centauro), que expone de forma desordenada e inconexa, “flotando entre la lucidez, la creación, intuición y algo de conocimiento” (p. 42) un lugar de creación y pensamiento. Un estilo de escritura desobediente, sin reglas explícitas, un género que oscila entre la experiencia, la reflexión personal y la especulación más o menos informada. La ciudad letrada permitió a sus pensadores ficcionalizar autorizadamente pero, sin embargo, por su carácter de funcionarios estatales, esas especulaciones tuvieron efectos de verdad considerables en tanto políticas sanitarias, de migración, de administración regional o de arreglos educativos.

Uno de los temas centrales de los diagnósticos es la discusión sobre la “degeneración racial”, sus manifestaciones, quiénes la portan y qué la genera. Para Solodkow, esas discusiones sobre causas y modelos degenerativos eran más ficcionales que reales; si bien los autores discrepaban en detalles, el modelo analítico permanecía inmóvil y mostrar pequeñas discrepancias los hacía aparecer como expertos. El propósito de pensar la degeneración era reflexionar sobre el mestizaje, la degeneración era el resultado del diagnóstico sobre el mestizaje. El libro incluye un contrapunteo entre López de Mesa y el también médico Jiménez López, quien dedicó varios ensayos y estudios a la relación entre salud, alimentación y poblaciones. Para el segundo, la degeneración estaba casi toda sustentada en la alimentación y era notoria en lo que él describía como “enfermedades de toda índole” -un pueblo enfermo, concluye Solodkow. Así, parecía que había un origen biológico para la degeneración, lo cierto es que los debates produjeron la certeza de una condición de inferioridad explicada de forma racial usando como modelo lo blanco.

Por su parte, López de Mesa también consideraba que la población estaba enferma y con amplias formas de degeneración, pero aducía la causa al mestizaje, en concreto al mal mestizaje; lo que Solodkow propone llamar mestizaje inconcluso. Para López de Mesa, la enfermedad y la alimentación estaban relacionadas, pero no eran determinantes, primaba el problema de la mezcla. El autor nos hace ver que esta discrepancia con Jiménez López es menor, en tanto ambos consideraban que el pueblo era el problema en sí mismo; en ambos diagnósticos, las condiciones materiales de existencia y las responsabilidades estatales en la redistribución de la riqueza y disminución de las desigualdades fue frecuentemente ignorado. La pobreza de la población era a todas luces un problema proveniente de los individuos enfermos o de los individuos mal mestizados. El problema, nos dice el autor, fue diagnosticado como biológico y propio y no como un tema atención gubernamental. Los diagnósticos apuntaban a etapas de atraso que estaban atadas geográficamente a zonas específicas del país y razas de procedencia, combinaciones poco exitosas que habían culminado en un mestizaje inconcluso o deficitario.

La tesis central de López de Mesa era que la diversidad poblacional, climática y regional del país era un problema. La enorme heterogeneidad había sido ocasionada por un proceso de mestizaje que no se había logrado sintetizar en una sola y misma raza, sino que perpetuaba, o incluso generaba, nuevos tipos. Su preocupación central fue entender las mezclas y ver qué ocasionaba su anomalía: de allí sus propuestas de solución poblacional con tonos eugenésicos. Solodkow nos invita entonces a pensar que López de Mesa estaba construyendo la diferencia de la diferencia ante la inexistencia de lo mestizo como síntesis: “el problema era qué hacer con la diferencia, cómo subsumir la heterogeneidad en una sola raza -gran fantasía eugenésica del mestizaje latinoamericano- que pudiera, a partir de su heterogeneidad paradojal de base, ser el motor de progreso y la modernización nacional” (p. 107). Solodkow considera que López de Mesa trabajaba sobre un mestizaje conceptual que tensionaba “una síntesis cultural, un mito redentor y una utopía biopolítica” (p. 144). Su carácter mítico y utópico se cruzaba con lo que el autor denomina “destemporalidades culturales” que no eran otra cosa que las fuerzas del eurocentrismo leído culposamente desde la periferia económica y, quizá podríamos decir, poscolonial. Solodkow sigue de cerca a Lund para afirmar que el mestizaje causaba ansiedad cultural a las elites que no se podían afincar en ninguna pureza ni aludir a tiempos sincrónicos con Europa. En esa retórica temporal de un no-tiempo, la emancipación y la colonia eran interpretadas como el origen del mestizaje y su fracaso. Era un mestizaje deficitario. Los autores de la época alegaban que la emancipación llegó antes de tiempo cuando aún no se había logrado la homogeneidad, para decirlo con Mercedes López Rodríguez, la Independencia llegó antes de completar la ficción racial de la blancura (2019).

Mientras las élites bogotanas se consideraban blanqueadas junto con el resto de los andinos nacionales, el antioqueño López de Mesa las veía aún en déficit. Así, sus respuestas diagnósticas, genealógicas, eugenésicas (eliminación, inclusión, sustitución poblacional o natalidad controlada) y utópicas buscaban acelerar la eliminación de la diferencia en clave de blancura. El autor acude a las teorías de la identidad para explicar que la ansiedad de la ciudad letrada era provocada por la ausencia de mismidad, es la abundancia de otredad lo que parece oscurecer el buen ánimo a los intelectuales funcionarios de la ciudad letrada. El mestizaje es inconcluso porque no logra ofrecer mismidad, antes bien genera más y más diferencia, una diferencia que continúa con carencias. El diagnóstico de López de Mesa llega al punto de trazar con precisión una línea recta divisoria que partía el país en dos, con dos formas bien diferentes de mestizos deficitarios (una en efecto superior a la otra, la parte occidental sobre los Andes más blanqueada y con algo de potencial). Solodkow concluye que el proyecto expuesto en el ensayo biopolítico no es más que la alucinación del imperio de la mismidad que “imagina una nación uniforme, liderada por la elite blanca que guía y gobierna” (p. 165).

Solodkow nos invita ver que el ensayo de López de Mesa no solo es eugenésico y con ello amplia el concepto de lo racial y las políticas raciales en clave del racismo de estado foucaultiano. En el ensayo “El factor étnico”, que López de Mesa escribió para una campaña de “mejoramiento de la población”, preocupado por analizar el impacto de la carestía en el consumo de alimentos, el autor expone cómo los sectores poblacionales que habían alcanzado el carácter de obreros y podían vivir de sus salarios los usaban de mala manera. El ensayista insistía en que los usos de esos salarios no contribuían a generar riqueza al gobierno y que, antes bien, los obreros robaban al estado ya que no pagaban impuestos, o que usufrutuaban la propiedad privada de sus empleadores. El factor étnico requería entonces de una educación moral antes que técnica. La educación resultaba un eslabón del encadenamiento biopolítico. Así, la pobreza se anudó a lo deficitario, junto a la ignorancia y la baja moral. López de Mesa propuso que la escuela era el lugar privilegiado para estudiar la “psicología del pueblo” y la “situación fisiológica de los habitantes de las regiones”, en especial aquellos poco mezclados como los indígenas y los negros. Ahora vemos en el reconocido intelectual cultural López de Mesa, el del relato nacional que impulsa escuelas regionales, bibliotecas aldeanas y que se vale de los maestros para conocer el país mediante la encuesta folclórica nacional (Silva, 2014), los elementos biopolíticos de la utopía unificadora de una nación que se entrega a los hombres blancos que la dirigirán.

Quizá el punto más seductor del argumento hasta esta parte es precisar que el afán biopolítico, el gusto gubernamental de pensar, ordenar y conducir a la población, es presentado como una reacción de la elite letrada ante la audacia de los sectores populares de manifestar rechazo por los gobernantes y exigir soluciones desde organizaciones campesinas y/o sindicalizadas a lo largo de los años veinte, que permitieron leer como novedades progresistas las propuestas de la República Liberal. Una biopolítica que diagnostica la diferencia, pero que se encamina a la naciente clase obrera. El libro cierra de modo sugestivo con una alusión a Simón Bolívar. Bolívar es una excusa para evaluar el peso de verdad que imprime el relato del mestizaje en los imaginarios de nación hasta el presente. A estorbo del mito de una independencia criolla, López de Mesa afirma que Bolívar era mestizo, que tenía trazas negras y hebreas. Más allá del escándalo de la época, Solodkow nos muestra que la lógica analítica del mestizaje de López de Mesa es bastante similar a la de Bolívar: ambos partieron de un “a priori conceptual, que jerarquiza y determina la influencia y el peso de cada raza en el proceso de mestizaje” (p. 270). Llegando a la actualidad, nos presenta algunas representaciones pictóricas de Bolívar que deben “elegir” cómo se representa -o no- su “negrura” y su nacionalidad, para cerrar con la obra de Juan Dávila, que muestra un Bolívar travesti (mitad hombre, mitad mujer, mitad moreno, mitad indio, mitad abstracto, mitad realista). Una representación del amalgamiento de las diferencias, una negación a la homogeneidad nacional y patriarcal, un cierre que pretende mostrar lo absurdo de la búsqueda de la mismidad.

Referencias

López Rodríguez, M. (2019). Blancura y otras ficciones raciales en los Andes colombianos del siglo XIX. Madrid-Frankfurt: Iberoamericana Vervuert.

Silva, R. (2014). Encuesta folclórica nacional, 1942 (Instrucciones para el posible lector). Revista Historia y Espacio,18, 7-43.

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