Orbis Tertius, vol. XXVII, nº 36, e258, noviembre 2022 - abril 2023. ISSN 1851-7811
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Libros

Daniel Balderston, Lo marginal es lo más bello. Borges en sus manuscritos. Buenos Aires, Eudeba, 2022, Lectores, 239 páginas

Juan Pablo Cuartas
Cita recomendada: Cuartas, J. P. (2022). [Revisión del libro Lo marginal es lo más bello. Borges en sus manuscritos por D. Balderston]. Orbis Tertius, 27(36), e258. https://doi.org/10.24215/18517811e258

Con una trayectoria de cuarenta años trabajando con la obra de Jorge Luis Borges, con una tesis doctoral de 1981 acerca de la presencia de Robert Louis Stevenson en la producción del autor de Fervor de Buenos Aires, Balderston establece contacto con los papeles del escritor a partir de 2009, y realiza una revisión de manera gradual y tan dispersa como los propios domicilios de esos documentos, que se ubican en diferentes universidades y colecciones privadas. El resultado es una serie de artículos y conferencias que decantaron en el libro How Borges wrote (2018), publicado luego al francés como Le méthode Borges (2019) y, finalmente, El método Borges (2021). Por ese mismo año, 2009, o más probablemente en 2014 cuando realiza un trabajo “serio” con el material (p. 7), Balderston también establecerá contacto con la crítica genética, el otro método que acompaña la lectura de los documentos personales de Borges.

En El método Borges, Balderston se plantea el lugar de las citas y lecturas en el proceso creativo del autor de Ficciones: “Siempre he abogado por la lectura de lo que rodea las citas de Borges, porque con mucha frecuencia, la cita puntual indica un interés en una serie de detalles textuales que pueden ser pertinentes a la interpretación de lo que escribe Borges” (p. 192). Resulta un camino consecuente para abordar a un escritor que se relacionó con la vida a partir del proceso de escritura-lectura, y para lo cual el análisis de sus procesos de reapropiación intelectual implica acercarse a los mecanismos esenciales de la producción de sentido de su obra. Ya en ese libro la cuestión de lo marginal es central, como lo fue para Sylvia Molloy y Beatriz Sarlo, referencias mencionadas por el autor. El volumen que aquí se reseña, Lo marginal es lo más bello, lleva un título que proviene de un ensayo de Borges de 1921. Fue, asimismo, el título de una conferencia de Balderston en 2011 en el marco del simposio Borges lector, organizado por la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. La cita-título emerge con el reciente contacto del crítico argentino con los papeles personales de Borges. El libro reúne una serie de lecturas que nacen de ese encuentro con un conjunto de manuscritos borgeanos que, luego de la muerte de un coleccionista en 2019, Donald Yates, pasaron a disposición de la biblioteca de Michigan de State University. Balderston reúne estudios sobre estos nuevos materiales con otros que habían quedado fuera de El método Borges.

El movimiento de lectura de Balderston va de las técnicas compositivas a la poética borgeana donde lo marginal anuda la construcción de identidad del escritor, su temática literaria y sus hábitos escriturales. Lo marginal “no sólo define la temática orillera, sino la identidad que Borges se está forjando como escritor: periférico (como han observado Sarlo y Waisman, entre muchos otros), erudito (porque escribir marginalia lo es), oblicuo (con respecto a la retórica)” (p. 189). Lo periférico de Borges es, además de su lugar en la República de las Letras, su estrategia de escritura, lo literal del uso del margen, el espacio marginal. Los manuscritos presentes en este volumen son parte de los procesos creativos que dieron lugar a los siguientes relatos: “El fin”, cuento que Borges escribiera antes de la ceguera, el poema “Página para recordar al coronel Suárez, vencedor de Junín”; el texto “Delia Elena san Marco”, donde Borges medita sobre la muerte de una amiga continuando “El Aleph” y “El Zahir”; una página y media de “Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto”; “Anotación al 23 de agosto de 1944”, ensayo sobre la liberación de Paris; un cuaderno de contabilidad marca Carabela, donde Borges pasó en limpio varios de sus cuentos que aparecerían en El jardín de senderos que se bifurcan (1941); un borrador de “El inmortal”, que Balderston considera un segundo borrador; un manuscrito de “Viejo hábito argentino”, que será el núcleo del ensayo “Nuestro pobre individualismo”; borradores de “Tlön” y el poema “La noche cíclica”, escrituras que Balderston relaciona, no sólo por fuentes filosóficas compartidas, sino porque el cuento está escrito en el recto de las hojas del manuscrito, mientras que el poema en el verso de las mismas dando por resultado material “una relación tensa entre un poema sobre retornos imposibles y un cuento sobre un planeta inimaginable” (p. 153).

La segunda sección, llamada “Hacia El método Borges”, cuenta con investigaciones que quedaron afuera de aquella publicación, es decir, con estudios marginales de aquel libro: un análisis de los borradores de cuatro poemas de amor poco conocidos del autor argentino (uno está inédito) para los cuales Balderston emplea un software que facilita la legibilidad de las varias revisiones en esos manuscritos; un conjunto de borradores de Historia Universal de la Infamia, donde se muestran los hábitos de escritura y reescritura del primer Borges cuentista; la conferencia de Balderston en 2011 que da nombre al presente volumen; un ensayo sobre las relaciones y referencias ocultas de Borges a Yeats; y un estudio grafológico de los manuscritos borgeanos a partir del relato “Pierre Menard, autor del Quijote”.

Como El método Borges, Lo marginal es lo más bello está organizado a partir de la “materialidad” de los manuscritos, según señala Balderston: aquello que se hace manifiesto es la naturaleza de las anotaciones (citas al margen, transcripciones de primeros a segundos borradores, etc.). Los marginalia, borradores y esquemas, materiales que llevan a Balderston a adoptar la crítica genética (al menos en El método Borges se explicita esta metodología) como técnica y medio de abordaje de una obra que, según el crítico, pone en el centro al texto como abierto, incompleto, con posibles multiplicados, una poética de la incertidumbre. Balderston ofrece un Borges abierto a las posibilidades, que “explora una serie de alternativas en un campo semántico sin cancelar ninguna de ellas y sólo posteriormente elige entre las posibilidades que ha desplegado” (p. 25). Es el Borges de “Las versiones homéricas” que afirma que “no puede haber sino borradores. El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio” (Jorge Luis Borges, Obras completas. Buenos Aires: Emecé Editores, 1984, p. 239). Es el Borges para quien la página perfecta, aquella que tiene “vocación de inmortalidad”, es la más precaria de todas, y que en todo caso desplaza aquella vocación a la reescritura constante y a la diseminación de alternativas.

Balderston también hace el camino inverso yendo de la poética borgeana a las técnicas compositivas y llega, de este modo, incluso a la homologación de ambas instancias. En concreto, hace coincidir la bifurcación de borradores y posibilidades escriturales con el universo quasicuántico de “El jardín de senderos que se bifurcan”. Esta apuesta es estimulante, aunque tendencialmente puede anular la propia posibilidad de pensar un Borges otro, el Borges que todavía no es Borges, como el que escribió El tamaño de mi esperanza y que sumiera en la desolación al escritor consagrado luego de que un estudiante de Oxford encontrara una edición de aquel libro. El juego de múltiples senderos en los manuscritos, como espejo del juego que Borges plantea en los relatos, funciona muy bien en el Borges del “Aleph” o de “La lotería de Babilonia”. Queda a cargo del lector, gracias a la generosidad de Balderston que muestra imágenes de los manuscritos, comprobar si la bifurcación de posibilidades o alternativas, que se sostiene en borradores de otros relatos, lo hace también en las propuestas estéticas de los relatos mismos o en la poética borgeana que, religiosamente o sin cansancio, corroboramos en ediciones cada vez más definitivas.

La lectura de Balderston abre una interrogación interesante acerca de las consecuencias de empalmar la lógica de la poética borgeana a la dinámica del proceso escritural, que es inseparable de constricciones culturales, ideológicas y sociales que son cambiantes frente a una poética con una temporalidad de mayor constancia. Por lo general, dar cuenta de la textualidad en movimiento, meta presente en todo abordaje de manuscritos literarios, es mostrar cuando aquella textualidad está más atada y comprometida con sus circunstancias de producción que, paradójicamente, es el momento de mayor libertad, cuando no hay horizonte definido, cuando no hay un Borges maduro dominando desde el futuro. Balderston llega a mostrar que en el proceso escritural de Borges funciona una diseminación de posibilidades. No obstante, este es un dato primero del proceso de escritura de todo autor. El encuentro con borradores presenta, por lo general, una multitud de senderos. El interés reside no tanto en la multiplicidad de posibilidades, sino en el paso de una posibilidad a otra, donde se hace visible el andar de un proceso creativo. Un bello ejemplo marginal es de Élida Lois, referencia de la crítica genética que Balderston cita en El método Borges. En la primera edición de El gaucho Martín Fierro (1872), Lois nota que se dice “Males que conocen todos/ Pero que naides contó” y que ella lee a partir de una trama que busca denunciar (contar) la injusticia social. Pero a partir de la octava edición (1874) se da otra posibilidad: “Males que conocen todos/ Pero que naides cantó”, donde la focalización no es sobre la denuncia, sino sobre el “canto”, sobre el costado de la creación poética que adquiere una relativa autonomía con respecto a la denuncia social (Élida Lois. “Cómo se escribió el Martin Fierro”. Historia crítica de la Literatura Argentina. La lucha de los lenguajes. Buenos Aires: Emece Editores, 2003, p. 204).

En Balderston no falta este tipo de lectura propio de la crítica genética. Por ejemplo, lee los borradores de “Anotación al 23 de agosto de 1944”, en función de su lugar entre la oposición de Borges al nacionalismo y al fascismo y, luego, su oposición al peronismo. Después de congregarse con una multitud que celebra la liberación de Paris por parte de los aliados, Borges escribe: “el descubrimiento de que un emoción colectiva puede no ser innoble”. Balderston leerá que la permanencia de esta frase en la edición del texto en Otras inquisiciones, en 1952, años del peronismo, sugiere la idea de que Borges estaba interesado en que una afirmación surgida de un momento particular sigue siendo legible y productiva para separar una emoción colectiva “noble” de otra “innoble” (la que despierta el peronismo, por supuesto). No es, como en el caso del Martín Fierro, un cambio, sino una permanencia la que se hace significativa y que revela la evolución de un trazo de escritura o de pensamiento.

Este tipo de lecturas o, de visibilización del andar escritural, no son numerosas en Balderston debido al hecho material, para usar la palabra elegida por Balderston, de que la mayoría de los manuscritos que se disponen, previo acceso por autoridades correspondientes, son borradores segundos, redacciones que tienen que ver con un segundo momento de escritura que se aleja aún más del primer contexto de producción. Y que, además, son borradores que un cuidadoso Borges eligió regalar o dar a conocer.

Unas últimas palabras sobre el archivo Borges. Balderston ha recorrido otros archivos: Manuel Puig, José Donoso, Juan Carlos Onetti, Silvina Ocampo, entre otros. Pero mientras estos archivos tienen su propia casa-domicilio, los papeles de Borges están, como dijimos, dispersos, no hay un Archivo Borges. En todo caso hay que construir ese archivo, según alerta Balderston, quien manifiesta su convicción de mostrar la mayor cantidad de imágenes de los borradores tanto en El método Borges como en Lo marginal es lo más bello. No sólo funcionan como prueba documental, sino como generosa socialización del eco de unos materiales casi inaccesibles para la mayor parte de los investigadores, por no mencionar a lectores interesados.

Como la dispersión de los materiales que aborda, El método Borges replica el esparcimiento y caminos cerrados del hipotético “archivo Borges” que Balderston anuncia. Lo marginal es lo más bello, en su carácter explícito o manifiesto de marginalidad, resulta más pertinente, incluso ordenado y por qué no, más bello.

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