Orbis Tertius, vol. XXVII, nº 36, e257, noviembre 2022 - abril 2023. ISSN 1851-7811
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Libros

Celina Manzoni (comp.), Configuraciones del trópico. Urdimbres y debates en la cultura caribeña. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Katatay Ediciones, 2021, Ensayos, 212 páginas

Pamela Swindt
Cita recomendada: Swindt, P. (2022). [Revisión del libro Configuraciones del trópico. Urdimbres y debates en la cultura caribeña por C. Manzoni (comp.)]. Orbis Tertius, 27(36), e257. https://doi.org/10.24215/18517811e257

El prólogo de este libro colectivo coordinado por Celina Manzoni inicia con algunas claves para leer el Caribe en Latinoamérica: el historial de luchas y la herencia de las lenguas imperiales que comparten los pueblos insulares y continentales seguido de una invitación a concebir el Caribe como un área de pasaje, permeable antes que a-islada. Rápidamente la compiladora introduce las dos líneas de lectura que guían la selección de los capítulos que componen Configuraciones del trópico: el viaje y la transformación de los géneros literarios en diálogo y tensión con el canon principalmente europeo, pero también latinoamericano. Ambas zonas de entrada, si bien generales, son más que acertadas, en especial si se tiene en cuenta que el tomo, resultado de un proyecto de investigación dirigido por la Dra. Manzoni, nuclea estudios que, a pesar de abordar conjuntamente el Caribe, centran su atención en la trayectoria u obra de un autor o autores particulares –a excepción quizás del primer y más extenso capítulo, “Islas como nubes. Un atlas de la literatura latinoamericana”, de la propia Manzoni–.

Este primer capítulo a cargo de Celina Manzoni se abre y se cierra con un procedimiento que, como el que realiza Didi-Huberman respecto a las fotografías del Holocausto, recurre al dispositivo del montaje como herramienta para ordenar las formas de vincularse con el Caribe –el trópico– de numerosas figuras intelectuales latinoamericanas. La formulación de este como zona de paso, como objeto descrito y caracterizado por numerosos escritores que viajaron por allí en décadas y siglos diferentes, hace operativa la introducción del montaje. Un epígrafe sarmientino adelanta el espíritu del abordaje: el distanciamiento simbólico que varias figuras intelectuales establecen en sus escritos respecto del trópico, apuntalado en cierta medida en la caricaturización de los pueblos afrodescendientes que habitan América. Al repaso por las lecturas que realiza Rubén Darío de José Martí sigue un análisis de las reflexiones del vate nicaragüense en su trayecto por los países centroamericanos. A partir de la aproximación de Oriente a Europa y Europa al Caribe que Manzoni rastrea en Darío, se habilita el interrogante de si, en virtud de la mirada sentimental y orientalista del poeta respecto de su tierra natal, este no acabó por exotizarse a sí mismo.

Las notas al pie a lo largo del texto aportan el beneficio de la distancia histórica. Se destaca la elaboración de juicios críticos a través de una mirada retrospectiva que elude los riesgosos anacronismos, comparable a un cambio de contraste respecto a ciertas escenas poco felices, esas sobre las que solemos decir que un autor estaba condicionado por la época. Por ejemplo, se recupera una declaración de americanismo realizada por Darío en un contexto de rechazo a la injerencia estadounidense en América Central, aunque indefectiblemente teñida de fervor hispánico. Asimismo, sobre los “Apuntes de viaje” de Martí se señalan hábilmente las diferencias con Darío, como la ausencia de observaciones de otros viajeros y las referencias orientalizadas prestando atención a las caracterizaciones negativas de los hombres y mujeres negras y al uso del papiamento. El seguimiento de la obra del autor a través de los años es por demás productivo, ya que pone en evidencia la matización de esta postura. Por otro lado, la recuperación de los registros martianos desde una lectura del goce alejada del exotismo refuerza las diferencias con los diarios del nicaragüense.

Posteriormente, Manzoni recala en Buenos Aires, espacio desde el que se señala la existencia de un trópico –sintetizado en el calor y las teces oscuras– que no encuentra aceptación. En este recorrido vemos pasar en diferentes momentos a un Roberto Arlt y a un Miguel Cané que en su tránsito por Brasil solo toleran el trópico desde la altura de un funicular o un pico, de la mano de caracterizaciones tristemente corrientes en el proyecto romántico, como la animalización y/o la infantilización de los sujetos negros, o mediante gestos sorprendentemente naifs respecto a la esclavitud. En esta sucesión destemporalizada ex profeso, también tienen lugar un Sarmiento que pone en valor la mulatez, así como la operación de aislamiento que delinea la revista Sur al reforzar el lugar que ocupan Cuba y Puerto Rico en sus publicaciones, índice del silenciamiento del exotismo que, en ciertos espacios, aún se mantiene. La última parada es Cuba, país cuya cultura nacional opone también resistencia a su condición caribeña. No obstante, la recuperación de la obra rupturista de Marcial Gala, La Catedral de los Negros (2012) en la que se supera la voz única del autor-narrador para dar lugar a una multiplicidad de voces afrocubanas, sumado al cierre con el archivo de las cartas de Juan Francisco Manzano, animan positivamente el cuadro general consolidado por los acercamientos asincrónicos al trópico de los que se hace repaso.

El trabajo que sigue, de Ana Eichenbronner, aborda las rupturas y las reinvenciones que tienen lugar en la tradición literaria cubana a partir del poema piñeriano “La isla en peso” en virtud de su confrontación con “Noche insular, jardines invisibles” de José Lezama Lima y su consolidación en calidad de polo semántico imprescindible del tópico de la insularidad. El análisis oscila entre la imagen del agua como problema y su reflejo como potencial elemento huracanado capaz de invocar vientos de cambio. Cambios que la autora rastrea hasta la contemporaneidad mediante tópicos como el encierro, la enfermedad y la destrucción presentes en las obras de Margarita Mateo Palmer y Ena Lucía Portela. Allí donde la contraescritura de la tradición se entiende como supervivencia, como defensa, la huella de la marginalidad fundacional de Piñera se mantiene aún fresca.

El siguiente capítulo versa sobre la obra de Eduardo Lalo. A partir de un desastre natural y la masividad de una protesta callejera, María Virginia González reflexiona sobre la preocupación del artista puertorriqueño respecto a la historia como máquina invisibilizadora y continuadora de la colonialidad. Con un huracán que inspira una poética de los restos, el recorrido por el costado más socio-político de la obra de Lalo recala en las tribulaciones que marcaron la obra del artista: a la pobreza material en cuanto superación del deseo de consumo se asocia su trabajo de la escritura sobre despojos y fragmentos, mientras que frente a la preocupación por la exotización del Caribe y la reactualización de la colonialidad que activa el uso del inglés en la isla aparece el repudio al neoliberalismo y la desconfianza generalizada hacia Occidente. Las citas de Benjamin guían, convenientemente, la lectura de los jirones de lo que fue y lo que queda –lo que todavía resiste– en Puerto Rico.

El ensayo crítico que continúa, a cargo de Mariela Escobar, aborda las tensiones entre biografía y ficción en la obra de tres escritores cubanos asociados a la denominada generación Mariel, que estuvo marcada por el drama traumático del exilio que caracterizó la experiencia homónima. Luego de identificar algunos exponentes de esta generación y su quehacer editorial, el análisis enfoca la reescritura de anécdotas y representaciones referenciales que Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales y Carlos Victoria hacen de sí mismos y de otros escritores, principalmente coterráneos. Escobar logra a partir de ello rastrear algunas escenas en la obra de dichos autores emigrados que presentan, bajo la superficie, una misma problematización: cómo construir un hogar lejos del hogar. El capítulo propone una respuesta a ese interrogante: a través de la escritura de vivencias de las amistades que entre ellos se forjaron.

También en el marco del campo literario cubano, el capítulo siguiente, a cargo de Denise León, se detiene en el deseo presente en la voz de Severo Sarduy en resonancia con el espíritu de la obra barthesiana. La propuesta atiende tanto a Un testigo fugaz y disfrazado (1985) como a Un testigo perenne y delatado (1993), obras a las que la autora se aproxima desde el estilo ‘tardío’, retomando el trabajo de Edward Said sobre el tema. A partir de concepciones del propio autor como la ‘cámara de eco’ en cuanto signo de presencia y ausencia y la voz como verdad del cuerpo, León descubre parte de la raíz de la desposesión y del dolor que desgarra y resquebraja la superficie sonora de estos textos de Sarduy. Queda claro que, en su poética, el goce erótico no tiene lugar si no es desde la desposesión o el vacío. Se trata, claro, de una poética a destiempo, como suele ser la última reflexión de un moribundo, tan dolorosamente reveladora como tardíamente acertada.

El ensayo de Elsa Noya ahonda en el Antidiario de prisión del artista plástico puertorriqueño Elizam Escobar. En una puntualización atenta, la autora reflexiona principalmente sobre la inquietud de Escobar acerca de la transformación del pensamiento en lenguaje o clarificación del proceso creativo, preocupación que se profundiza en el marco de un contexto carcelario. La recuperación del concepto de ‘hotel momentáneo’ del propio Escobar le da un sentido más a las interacciones que, a partir de la variada pero desordenada biblioteca, encuentran terreno fértil en la mente del artista. Paralelamente, el paso del ejercicio de la escritura a la pintura –prohibida dentro de la prisión–, en el que hace hincapié la autora, permite el acercamiento a un ‘adentro’ hasta entonces soslayado en la escritura del Antidiario. La elección del motivo de la preservación para comprender esta desatención pone en evidencia la tensión entre lo público y lo privado en esta particular obra de Escobar.

En el capítulo siguiente, Guadalupe Silva se centra en Teoría del alma china del cubano Carlos A. Aguilera: tanto el análisis como las conclusiones se apoyan fuertemente en la cartografía, se parte de una breve contextualización de las tensiones en el campo intelectual cubano después de la caída del campo socialista, destacándose entre ellas el vuelco hacia adentro, es decir la insularidad. Luego se mapean ciertos mecanismos y sitios comunes al aparato ideológico totalitario que aparecen en el texto: el espacio como enemigo, los signos en la arquitectura de la ubicuidad del Estado –panóptico estatal–, el procedimiento de aleccionamiento a los intelectuales y la imposibilidad de determinar roles, entre otros. La propuesta de lectura oscila así entre el funcionamiento del texto de Aguilera como réplica del dispositivo totalitario –es decir como respuesta–, pero también como imitación, y la invitación a leerlo como una maqueta de sometimiento momentáneo, cuyo carácter –totalitario– es artificial, fabricado, y por lo tanto factible, en alguna instancia, de ser modificado.

En el anteúltimo capítulo, Francisco Aiello aborda la problemática de la intertextualidad en L’empreinte à Crusoé de Patrick Chamoiseau. En la relación entre hipo e hiper texto –conceptos que se problematizan en el desarrollo del análisis–, el autor encuentra un punto de partida para analizar el diálogo, en términos de reconducción, de reordenamiento, que establece la obra del martiniqués con la de Daniel Defoe. El interrogante que se plantea es cómo puede volver a leerse un clásico después de esta clase imprescindible de obras, especialmente cuando la publicación es posterior pero la diégesis se plantea anterior, en forma de precuela, y exige una lectura de otra manera, interpelación que en el Caribe anglófono ya había activado de cierta manera Wide Sargasso Sea de Jean Rhys respecto a Jane Eyre. Luego de detenerse en la noción de tradición discursiva, Aiello insiste en el carácter autorizado de Chamoiseau para responder, mediante la reescritura de un Robinson colonizador y traficante, a una obra inglesa canonizada, situando al autor en el seno de la tradición caribeña caracterizada por el desmantelamiento de la empresa colonial, como puede verse en Une tempête de Aimé Césaire.

El libro cierra con el trabajo de María Fernanda Pampín: “Lecturas emersonianas en la genealogía latinoamericanista de José Martí”. Allí se identifican sagazmente dos momentos en la obra de Ralph Emerson cuya huella es rastreada por la autora en la aspiración martiana de pensar soluciones locales, sin la mera imitación de modelos foráneos. Pampín repasa las minucias de la construcción del discurso identitario, las complejidades que presenta el pensamiento del ‘nosotros’ latinoamericano y las diferencias respecto a otros proyectos de nación del continente, así como las consideraciones martianas acerca de la educación. En el proceso logra identificar dos nodos a préstamo, ineludibles al leer la obra de Martí: la facultad de no repetir conductas ajenas y la riqueza como consecuencia del conocimiento de los recursos del suelo que se habita. Por último, cierra la reflexión con un apartado de advertencia sobre el riesgo que suponen las lecturas trilladas en el campo del latinoamericanismo y con una invitación a pensar en una continuidad de los estudios martianos en sintonía con los debates contemporáneos.

A modo de conclusión, se puede decir que Configuraciones del trópico. Urdimbres y debates en la cultura caribeña es un libro enriquecedor en el campo de los estudios literarios caribeños que atiende, con una amplia gama de enfoques, a las formas que las migraciones –geográficas y de sentidos– imprimen sobre la literatura caribeña. Al mismo tiempo, constituye una radiografía de las principales preocupaciones teóricas y críticas que nos interpelan desde nuestro Sur, la cual confirma además el crecimiento regional sostenido de los estudios en el área, avance promovido especialmente por el Grupo de Estudios Caribeños coordinado por la Dra. Manzoni en el seno del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires.

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