Orbis Tertius, vol. XXVII, nº 35, e235, Mayo - Octubre 2022. ISSN 1851-7811
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Dosier: “Colecciones americanistas: libros que diseñaron un canon”

La Biblioteca Americana: entre México y Buenos Aires, un proyecto de religación continental

Valeria Añón

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de La Plata-CONICET, Argentina
Universidad de Buenos Aires, Argentina
Cita recomendada: Añón, V. (2022). La Biblioteca Americana: entre México y Buenos Aires, un proyecto de religación continental. Orbis Tertius, 27(35), e235. https://doi.org/10.24215/18517811e235

Resumen: La Biblioteca Americana, proyectada por Pedro Henríquez Ureña un año antes de su muerte, a instancias de un pedido de Daniel Cosío Villegas, director de FCE México por entonces, constituye un hito fundamental en la edición en el continente y en la discusión de un canon. En este trabajo proponemos un recorrido por el plan original, un análisis del catálogo efectivamente publicado desde 1947 y en las décadas siguientes, y una reflexión acerca de la articulación entre políticas editoriales, intervenciones culturales y conformación de lectorados.

Palabras clave: Biblioteca, Colección, Comienzos, Canon latinoamericano, Pedro Henríquez Ureña.

Biblioteca Americana: from Buenos Aires to Mexico, a continental network project

Abstract: Biblioteca Americana, created by Pedro Henríquez Ureña a year before his death, due to an idea and a specific request from Daniel Cosío Villegas, director of Fondo de Cultura Económica then, constitutes a funding Project for the history of publishing in Latin America in the XXth Century, as well as a way to discuss a literary continental canon. In this paper, I analyse the original plan, the catalogue that has been published since 1947, and I propose a critical link between publishing politics, cultural ways of intervention in the public sphere and readerships.

Keywords: Library, Collection, Beginnings, Latin American Canon, Pedro Henríquez Ureña.

Introducción

¿De qué hablamos cuando hablamos de una biblioteca y de una colección? ¿Por qué importa leer, reconstruir, tratar de entender un catálogo editorial a partir de sus inicios, sus esquemas, sus proyectos y su circulación? ¿Cuál es el sentido de pensar la literatura latinoamericana a partir de la edición? Relegadas en los estudios literarios, estas dinámicas de producción, circulación y religación culturales que este dosier interroga a partir de la propuesta de José Luis de Diego, han sido especialmente recuperadas en las últimas décadas, en especial a partir de los trabajos de Gregorio Weinberg (por ejemplo en su volumen El libro en la cultura latinoamericana, 2020) y de Susana Zanetti (en numerosos artículos, y en particular en “¿Un canon necesario?”, 2000). Ambos trazan una senda que atiende a los proyectos pioneros como el que aquí nos ocupa, al tiempo que señalan la dificultad de pensar lo nacional y lo latinoamericano de manera no excluyente sino mancomunada, así como los procesos de religación que el periodismo (desde fines del siglo XIX) y la edición (desde la primera mitad del siglo XX) contribuyeron a forjar. En esa línea teórico crítica, en la última década investigadores/as como Liliana Weinberg (2014 y 2016) y Rafael Mondragón (2016) volvieron sobre la Biblioteca Americana en sus comienzos, es decir, en el proyecto de Daniel Cosío Villegas y Pedro Henríquez Ureña, para pensar, entre otras cosas, los inicios de una tradición editorial continental (que sería luego seguida y emulada por Ángel Rama en la Biblioteca Ayacucho, como señala Fabio Espósito en este dosier) y también sus límites.

En este trabajo busco dar cuenta de esos comienzos, retomando las hipótesis de Mondragón y Weinberg, pero también de los silencios y los bordes de la mirada crítica, a partir de las investigaciones de Freja Cervantes sobre Camila Henríquez Ureña (2021), por un lado, y del trabajo de reconstrucción y análisis del catálogo posterior de la Biblioteca Americana, más allá de su proyecto inicial. Cabe destacar que esta serie o colección continúa editándose y reeditándose (aunque de manera más ecléctica y discontinua) hasta el presente, por lo que toda hipótesis está sujeta a la efímera contingencia del catálogo. No obstante, sostengo que, para comprender el proceso de religación y sus vaivenes, ligados a las cambiantes lógicas y dinámicas editoriales de más de siete décadas, es preciso esbozar algunas hipótesis de continuidad y cambio, evitando toda mirada romántica o elegíaca sobre su origen.

El proyecto

Señalé ya que la crítica se ha detenido especialmente en los comienzos de esta Biblioteca, en especial a partir de la pregnancia de sus fundadores y debido a que este proyecto hecha luz sobre un momento de la cultura latinoamericana de posguerra, al tiempo que permite pensar los quiebres, pero también la “edad de oro” de la edición en América Latina y en particular en sus dos centros, México y Buenos Aires, entre los años 40 y los años 60 (de Diego, 2014). Pensar estos comienzos importa por motivos diversos: por un lado, ilumina y complejiza la figura de Henríquez Ureña, uno de los más destacados intelectuales y críticos latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX, muchas de cuyas concepciones acerca de la cultura latinoamericana continúan discutiéndose hoy. Además, la Biblioteca Americana se destaca porque responde a uno de los momentos de mayor brillo de Fondo de Cultura Económica y porque, junto a series como Tezontle (Cervantes, 2021), Tierra Firme (Sorá, 2017) o Letras mexicanas (ideada por Joaquín Díez Canedo, quien luego fundaría Joaquín Mortiz, Añón, 2014), forja un ideal de la literatura latinoamericana editada en el continente que será retomado, emulado o cuestionado en las décadas siguientes. Es decir, la Biblioteca Americana configura un gesto fundacional continental (junto con gestos fundacionales o renovadores de la literatura nacional) que, en sus énfasis y sus silencios, guarda preciosas huellas de la configuración de una cultura continental.

En cuanto a los vericuetos de su planificación, comencemos por recordar que la Biblioteca Americana fue proyectada por Pedro Henríquez Ureña un año antes de su muerte, a instancias de Daniel Cosío Villegas, exalumno, amigo y por entonces director del Fondo de Cultura Económica.1 Colección señera en la constitución y discusión de un canon para la cultura latinoamericana, su derrotero sinuoso y discontinuo, sometido al azar de la muerte de quien la concibió como tal y a la lógica del mercado y del lectorado, funciona también (especialmente) iluminando los procesos de religación, fragmentación y desplazamientos que hacen a la literatura y la cultura latinoamericanas.

La crítica marca sus inicios a partir del epistolario que, a ambos lados del continente, reúne las voces y las voluntades de Cosío Villegas en México y Henríquez Ureña, por entonces docente en el Colegio Nacional de La Plata y secretario en el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires.2 Para dar cuenta de estos momentos iniciales, concebidos en términos de comienzos, como los definió Edward Said (1975), resulta insoslayable el trabajo de Liliana Weinberg, quien en su volumen titulado Biblioteca americana. Una poética de la lectura, una política de la cultura (2014), y a partir del epistolario entre Cosío Villegas y Henríquez Ureña que se guarda en el archivo de FCE en México, reconstruye la génesis de este proyecto, entroncándolo con el largo derrotero intelectual del dominicano y con un estado del arte y la cultura en la América Latina posterior a la Segunda Guerra Mundial. Para esta aproximación, sigo el trabajo de Weinberg, y los aportes de Rafael Mondragón (2016) y Freja Cervantes (2021).

Los comienzos: el nombre

What is in a name?

William Shakespeare, Romeo y Julieta

Retomo aquí la famosa cita de Shakespeare, torciéndola, para comenzar la historia de la Biblioteca justamente a partir de su nombre y la marca que este deja en la historia editorial y cultural latinoamericanas. A partir del epistolario entre Henríquez Ureña y Cosío Villegas, se sabe que este no es el primer nombre propuesto, sino uno entre otros, como veremos enseguida. El hecho de que decante finalmente por esta biblioteca adjetivada, continental, dice mucho acerca de la tradición en que el proyecto busca insertarse, de su idea de totalidad pero también de selección, en un contexto en el que formar un canon continental era imperativo y también, por qué no, una forma de continuar el debate de independencia cultural que siempre habitó el continente, desde el universo colonial (explícitamente referido por Henríquez Ureña) hasta el presente de gestación de este proyecto. Así, “biblioteca” implica una selección, una voluntad rectora que recupere, ponga en valor, haga discutir y trace nuevas líneas en la cultura latinoamericana. En ese sentido es que constituye la culminación de la importante obra editorial y crítica del dominicano, más allá de las circunstancias coyunturales de que en efecto así lo fuera. Pero, además, la biblioteca adquiere ribetes autorreferenciales en la historia personal de Henríquez Ureña, quien, como señala Arcadio Díaz Quiñones, “actuó con conciencia de la pérdida y contra ella, sin renunciar a la utopía de la reconciliación de lo viejo y lo nuevo” (2006, p. 30). En este sentido, la Biblioteca Americana puede ser leída como una suerte de biografía intelectual del dominicano, también como modo de restaurar sus múltiples bibliotecas dejadas atrás en los sucesivos exilios y migraciones. Este “sujeto migrante” (Cornejo Polar, 1994) parece encontrar en este proyecto (y en la labor editorial en sí misma) la posibilidad de anclaje, la persistencia cierta que da el libro impreso y la posibilidad de la constancia. Casi como un final de viaje, Henríquez Ureña postula su Biblioteca Americana como la sutura empírica de la tensión entre la tradición y la ruptura.

Vayamos entonces a los comienzos. En 1945, un año antes de su muerte, Daniel Cosío Villegas contacta a Pedro Henríquez Ureña para proponerle un proyecto que sería, por distintas razones (coyunturales, pero también personales) aquel que sintetizaría, en términos de política cultural, toda una vida de reflexión e intervención en torno a la literatura y la cultura del continente. Por entonces y como ya señalé, el dominicano se encontraba en Argentina (donde residió dos décadas), dictando clases en el Colegio Nacional de La Plata y formando discípulos en el Instituto de Filología Hispánica de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por entonces por Amado Alonso.3 En tanto, en México, bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas por entonces, la editorial FCE se consolidaba y extendía su catálogo, impulsada a partir de las labores de Cosío Villegas, quien además viajaba por el continente buscando expandir y consolidar el proyecto del FCE a nivel continental.

Claro que, como señala Marcela Croce,

[...] no se trataba exclusivamente de un emprendimiento en dos ciudades, sino de una propuesta triangular cuyo tercer vértice lo ocupaba Venezuela. De allí proviene el nombre de la ‘Biblioteca Americana’, tributo al empeño con que Andrés Bello estableció la existencia de una literatura independiente cuyo programa y temática había expuesto en forma poética en las Silvas americanas (2013, p. 28).

En efecto, el nombre final remite a La Biblioteca Americana, o Miscelánea de la literatura, artes y ciencias (1823), proyecto con el cual se inaugura un modo de pensar la cultura continental, que Henríquez Ureña retoma y resignifica. Esta triangulación fundamental coloca a esta Biblioteca en una genealogía de pensamiento cultural y político latinoamericano, que la une tanto con las polémicas independentistas de la primera mitad del siglo XIX como con el proyecto religador del Modernismo (Zanetti, 1994), varios de cuyos autores serían publicados luego aquí.

Pero hablamos de un nombre: Weinberg señala que en la correspondencia surge primero la noción de tradición como concepto regulador de la selección, y que es más tarde cuando esta se desplaza a biblioteca. En efecto, en las cartas que estos intelectuales intercambian, Henríquez Ureña señala que podría denominarse “la tradición de América”, e insiste con esta nominación en algunas epístolas más. ¿Qué implica este desplazamiento hacia el nombre definitivo? Postulo que, además de una genealogía específica ya mencionada y de la necesaria vinculación con la colección Tierra Firme del FCE, fundada un año antes y central antecedente para esta propuesta, a lo largo del diálogo va tomando cuerpo la idea de selección, ordenamiento, clasificación y también gusto que toda biblioteca impone, es decir, constituye “un balance y un programa”, con un “fuerte carácter incoactivo” (Weinberg, 2014, p. 8). Así, hablar de “Biblioteca Americana” permite ir desplegando un canon consensuado y, al mismo tiempo, imprimirle una impronta personal que consolida y transmite las ideas acerca de la literatura que Henríquez Ureña ha desplegado, entre otras, en sus famosas conferencias (que serán luego editadas en esta colección, traducidas por un joven Joaquín Díez-Canedo, quien más tarde, luego de su extenso paso por FCE, fundaría la señera editorial Joaquín-Mortiz).4

Los comienzos: el intercambio y el plan

El plan original de la colección, reconstruido finamente por Liliana Weinberg a partir del epistolario ya mencionado (2014) y del folleto publicado por Camila Henríquez Ureña (1947), constaba de 53 títulos, organizados por temas/problemas, más que por cronología o autoría. Son los siguientes (tomado de Weinberg, 2014, quien incluye las notas de Henríquez Ureña en cada caso):

Cristóbal Colón (desde 1892 no se han reimpreso completos sus escritos)/ Fernando de Colón/ Oviedo (el Sumario)/ Hernán Cortés/ Fray Bartolomé de las Casas (folletos, ahora no se encuentran)/ Ercilla/ Agustín de Zárate/ Cieza de León (publicar su obra en forma sistemática, ahora está dispersa: serían cinco volúmenes)/ El Inca Garcilaso (varios volúmenes)/ Ruy Díaz de Guzmán/ La Madre Castillo (magnífica)/ Clavijero (varios volúmenes)/ Bello, la Filosofía/ Heredia/ Olmedo/ El Pensador Mexicano, Periquillo (varios volúmenes)/ Bolívar/ Francisco José de Caldas (importante)/ Ameghino/ Rubén Darío, Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza (2 vols.)/ Francisco Núñez de Pineda Bascuñán, Cautiverio feliz (muy ameno)/ Juan Ruiz de Alarcón, El semejante a sí mismo (señalando su relación directa con México: es la única obra que la tiene)/ Martí/ La Avellaneda, Saúl y Baltasar/ Juan Montalvo/ Manuel Orozco y Berra, Clasificaciónde las lenguas de México (con buen estudio preliminar de un filósofo indigenista –quizá norteamericano– que haga resaltar la importancia de esta obra por lo temprano; además del texto final, deberá incluirse el primer esbozo, que salió en el Diccionario de 1853)… (2014, pp. 25-26).

Continúa luego Weinberg:

Justo Sierra, Historia de México para las escuelas primarias (es una maravilla); después se daría la formidable Evolución política/ Gutiérrez Nájera, Poesías. Cuentos (2 vol[úmene]s)/ Othón, Poesías/ Felipe Larrazábal, Vida de Bolívar/ Juan Vicente González/ Sarmiento/ Alberdi/ Cecilio Acosta/ Hostos/ Julián del Casal/ José Asunción Silva/ González Prada (prosa)/ Jorge Isaacs, María/ Galván, Enriquillo/ Esteban Echeverría (prosa)/ Rodó (libre en 1947)/ Gregorio Gutiérrez González/ Ignacio Ramírez/ Marroquín, El moro/ Florencio Sánchez, Barranca abajo/ Vicente Pérez Rosales [en este caso acompañado de signos de interrogación]/ Guillermo Prieto, Memorias/Comedias de Felipe Pardo y M. A. Segura (Perú)/ José de la Luz y Caballero/Felipe Poey (ciencia, Cuba) (2014, p. 27).

Como señala Weinberg:

la lista incluye, además de los primeros viajeros y cronistas, además de los clásicos indiscutidos de nuestra tradición intelectual (el Inca Garcilaso, Lizardi, Bolívar, Sarmiento, Martí), autores que habían merecido una larga reflexión crítica por parte de Henríquez Ureña y Alfonso Reyes –tal, particularmente, el caso de Alarcón, en quien ven cifrada una temprana idea de mexicanidad, o de Darío, al que reconocen como figura central en la reconfiguración del mapa literario hispanoamericano. Se coloca también la mención de naturalistas y científicos –tal, el caso de Caldas o Ameghino– como muestra del interés programático por incluir en la memoria colectiva un acercamiento a la tradición científica hispanoamericana –tema de interés de Cosío Villegas, del FCE, de los intelectuales mexicanos y del exilio español ligados a la UNAM y El Colegio de México o de los animadores de una revista afín a ellos como Cuadernos Americanos, sino también del propio autor dominicano, como lo evidencia su Historia de la cultura (2014, p. 26).

En esta primera aproximación ya puede leerse, en germen, la idea total de la Biblioteca, ordenada según un principio de clasificación que sigue las nociones rectoras de “corrientes” literarias y que se organiza en base a la noción de la literatura latinoamericana como un diálogo y una disputa discursiva. De allí que lo cronológico ordene una serie, pero no sea origen ni fundación de esta; tampoco la pertenencia nacional, dado que esta Biblioteca pone en tensión dicha noción con la configuración de una identidad continental. Esto es literal en la pertenencia y circulación de autores y textos aquí mencionados: Argentina, México, Ecuador, Cuba, Nicaragua, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Chile, Perú, los Andes, Uruguay, entre otros. De allí, hipotetizo, la pregnancia también del mundo colonial en el proyecto: la experiencia imperial-colonial de esos trescientos años exige herramientas críticas que excedan la anacrónica idea de “nación”; que den cuenta del continente como un entramado comunicante, plagado de tensiones, por supuesto; que reconstruyan una tradición para inventar lo americano.

En este sentido tienen peso también los viajeros y naturalistas, y una idea que considero crucial: la atención al discurso sobre América, más allá de biografías y pertenencias nacionales de los autores. Estos viajeros y naturalistas, junto con la inclusión de Brazil y de las literaturas en lenguas indígenas, conducen a tener en cuenta otra dimensión fundamental de la Biblioteca, la de la traducción, labor a la que también se ha dedicado Henríquez Ureña y que constituye una de sus preocupaciones centrales en este proyecto (Díaz Quiñones, 2006). Dejo aquí apenas esbozada esta dimensión, que retomaré luego puntualmente: la idea de lo americano configurado a partir de una pluralidad de enfoques, y la puesta en valor de las diversas lenguas que lo constituyen, empezando por la particular atención al universo autóctono, escasa y malamente editado por entonces (e incluso hasta el presente, para ser exactos, como se verifica en el comentario acerca del texto de Orozco y Berra, por ejemplo). En este sentido, la traducción constituye uno de los ejes de la Biblioteca Americana como proyecto religador, que incluye lo hispánico, pero no se limita a este.

Más tarde, leemos en una carta a Cosío Villegas la consolidación del plan. Cito del trabajo de Weinberg:

Mi querido Daniel:

Recibí tu carta del 30 de mayo y me he puesto a trabajar en el plan de tu gran colección americana. Te mando como muestra unas cuantas indicaciones: dime si bastarían para cada caso, o si se necesita más para guiar al que se encargue de la edición y de las pruebas y probablemente de escribir la advertencia inicial de cada obra. He tomado como ejemplo algunas obras muy grandes, como las de Oviedo y Las Casas; pero también otras más cortas: por ejemplo, Colón, Fernando Colón, Sarmiento.

La colección debería llevar un buen título general y subdividirse en colecciones menores, como CRONISTAS DE INDIAS, ESCRITORES COLONIALES, ESCRITORES DEL SIGLO XIX (o esta serie podría subdividirse en POETAS, HISTORIADORES, etc.).

¿Debe la colección incluir al Brasil? Supongo que sí, como lo incluye TIERRA FIRME. Para eso habrá que hacer buenas traducciones. Te mandaré un folleto que hemos impreso en la Editorial Losada sobre lo que deben evitar los traductores; EMECÉ imprimirá otro folleto, un poco más extenso.

También podría agregarse una serie de escritores europeos que han escrito sobre América después del periodo inicial que sigue a la Conquista: autores como Azara, Humboldt, M[ada]me Calderón de la Barca (Weinberg, 2014, p. 19).

Siguiendo las tesis de Weinberg, interesa detenerse un momento en las secciones propuestas por el dominicano, porque cada una de ellas implica una caracterización y una conceptualización de la literatura latinoamericana, entendido el primer término en sentido amplio. La misma sigue y complementa las concepciones que Henríquez Ureña postuló en numerosos trabajos, y en especial en Historia de la cultura en la América hispana (publicado de manera póstuma en la colección Tierra Firme del FCE en 1947). Si bien este volumen presenta un ordenamiento cronológico en alguna medida, la clasificación alude a las características temáticas y genéricas de la literatura en América Latina y le da un lugar preponderante al mundo prehispánico y colonial (las tres primeras secciones aluden a las culturas indígenas, el descubrimiento y colonización de América, la cultura colonial). Esta voluntad de origen que se extiende más allá del texto fundante del archivo americano en su acepción clásica (me refiero a los escritos atribuidos a Cristóbal Colón) implica una revisión del canon latinoamericano y una atención definitiva a las voces originarias, dimensión que, si bien ha sido tenida en cuenta de diversas maneras desde la configuración de identidades nacionales, en especial en los otrora virreinatos de México y Perú, hasta mediados del siglo XX no habían sido revisados ni editados in extenso, ni estaban accesibles a un público más amplio, como el que FCE interpela y produce. De allí que se destaquen en especial, más adelante en este proyecto, tanto la edición retraducida del Popol Vuh como la del Libro de los libros del Chilan Balam, junto a los “clásicos” de las crónicas, con una perspectiva continental muy valiosa para México, porque junto a Colón y Cortés se incluyen y dialogan el Inca Garcilaso, Ruy Díaz de Guzmán, Las Casas y, en el mundo colonial, Alarcón, Ercilla y Sor Juana (entre otros).

Henríquez Ureña agrega a estas consideraciones generales un listado de arranque, que incluye veinticinco obras fundamentales y apuntes específicos acerca de quiénes podrían editarlas y cómo debería hacerse:

1. Cristóbal Colón. Diario del Descubrimiento y Cartas (según instrucciones enviadas antes, deben tomarse los textos de la publicación de la Raccolta).

2. Hernán Cortés. Edición bajo el cuidado de Alfonso Caso.

3. El Inca Garcilaso de la Vega. Comentarios Reales. Utilizar el texto publicado en Buenos Aires bajo el cuidado de Ángel Rosenblat.

4. Juan Ruiz de Alarcón. Comedias [debería llegarse a publicarlas todas, en una serie de volúmenes]; el texto de la Biblioteca de Autores Españoles –Rivadeneyra– es muy bueno; si fuere posible, se consultaría el texto de las primitivas ediciones.

5. Sor Francisca Josefa de la Concepción (“la Madre Castillo”). Vida.

6. Sor Juana Inés de la Cruz. Poesías, teatro y prosa (debe llegar a publicarse todo; sería bueno encomendárselo a Toussaint).

7. Francisco José de Caldas. De la influencia del clima en los seres organizados.

8. Francisco Núñez de Pineda Bascuñán. Cautiverio feliz. Texto de la colección de Escritores de Chile.

9. José Bernardo Couto. Diálogos sobre la historia de la pintura en México; con notas de Manuel Toussaint.

10. Escritos de Bolívar.

11. Machado de Assis. Una de las novelas (no reproducir el Don Casmurro, en traducción de un Sr. Mesa y López, en París; es muy mala; habría que hacer una traducción, pero no es difícil, si se encomienda a un buen escritor que evite las formas portuguesas como dijera por había dicho).

12. Felipe Larrazábal. Vida de Bolívar. Evitar el texto publicado y alterado por Rufino Blanco, Fombona.

13. Andrés Bello. Filosofía del entendimiento. Tomar el texto de la edición vieja de Obras completas; no de la nueva, que tiene muchas erratas.

14. Vicente Pérez Rosales. Recuerdos.

15. Justo Sierra. Historia de México (para las escuelas primarias). Es una obra maestra.

16. Sarmiento. Campaña del Ejército Grande (de las Obras completas).

17. Alberdi. El crimen de la guerra.

18. Montalvo. Geometría Moral.

19. Gregorio Gutiérrez González. Memoria sobre el cultivo del maíz en Antióquia (no Antioquía) y poesías escogidas.

20. Gertrudis Gómez de Avellaneda. Poesías.

21. Manuel Ascensio Segura. Comedias.

22. Eugenio María [de] Hostos. Si no parece práctico reproducir ahora la Moral social, de la cual hay dos ediciones de Buenos Aires, se haría un tomo de Ensayos. Pero es probable que las ediciones de Buenos Aires no dañen a una de México, que se vendería mucho en las Antillas.

23. José Martí. Poesías escogidas (incluyendo completo el Ismaelillo y los Versos sencillos y quizá los Versos libres: eligiendo en lo demás).

24. Florencio Sánchez. Los mejores dramas.

25. Una obra de historiador chileno: Diego Barros Arana o Benjamín Vicuña Mackenna. (Weinberg, 2014).

Varias consideraciones en este despliegue. Por un lado, el peso del mundo colonial en la constitución de un canon. Más allá de consideraciones estéticas y de “valor” literario, que han sido luego discutidas y superadas, la centralidad de los discursos coloniales opera a partir de diversos usos para la construcción de una identidad continental, ya no meramente nacional. Asimismo, descuella la meticulosa atención a quienes deben editar los textos, traducirlos y anotarlos, o la mención específica de los textos base que deben ser utilizados, como el caso de los Comentarios Reales según Ángel Rosemblatt (apenas editado entonces en Argentina por Emecé, en 5 tomos), la edición de Raccolta para Colón o el texto de la BAE para Alarcón, por ejemplo. A ello se suma la atención a lo que no debe ser utilizado, por constar demasiados errores en ello o por los defectos de su traducción (en especial en cuanto a la literatura del Brazil), consideraciones que iluminan el criterio editorial minucioso del crítico. Se destaca asimismo la pretensión de totalidad en autores señeros como Sor Juana, nuevamente Alarcón, y el rol fundamental que la literatura ecléctica del siglo XIX (poesía, ensayos, historias, comedias, relatos) ocupa entre estos primeros veinticinco.

Tal como consta en su epistolario, la Biblioteca se va erigiendo a la luz de un intercambio asiduo, minucioso y entusiasmado entre Henríquez Ureña y Cosío Villegas, que solo se verá interrumpido por la muerte sorpresiva del primero. Entra entonces en juego en relación con la Biblioteca su efectiva realización, la intervención de su hermana, Camila Henríquez Ureña (intelectual destacada ella misma), el primer (y único hasta el momento) catálogo propedéutico de la colección.5

La Biblioteca

El momento efectivo de conformación inicial de la Biblioteca Americana, a un año de la muerte de Pedro, corresponde a Camila Henríquez Ureña y a Daniel Cosío Villegas. Esta instancia, escasamente trabajada por la crítica, ha sido profundizada por Freja Cervantes (2021), quien recurre al archivo de FCE para recuperar parte del epistolario entre ambos. A esta instancia se debe el primer (y único) catálogo de la Biblioteca, publicado en el momento de su lanzamiento y que incluye el plan efectivamente consensuado en relación con el proyecto de Pedro y a partir de los ajustes sugeridos por Camila y agregados por Daniel Cosío Villegas con el proyecto general del Fondo.

La Biblioteca se anuncia así en el folleto: “Biblioteca Americana. La única colección de clásicos americanos de todos los tiempos, de todos los países, de todos los géneros y de libros sobre nuestra América de autores extranjeros la publica Fondo de Cultura Económica”. A esta definición epigramática la acompaña una intervención iconográfica sobre el logo de FCE, que incluye una carabela, la cabeza de Quetzalcoatl, la antorcha olímpica y el corcel [Imagen 1].

Reparemos en el gesto fundante y fundacional que la Biblioteca propone para definirse a sí misma, en una lógica más cultural que mercantil, aunque el equilibrio se mantiene en sus referencias a lo singular de este proyecto. La insistencia en el sintagma “todos” alude a la pretensión de completud que gestó el proyecto desde sus inicios, y que adrede evita señalar la selección y clasificación que toda colección implica, porque, en alguna medida, se dan por sentadas. De hecho, el gesto fundante es el de la selección misma, ya que se trata de constituir un canon para un lector en ampliación, más allá de las esferas académicas, pero basado en el saber que estas propician. Volviendo sobre las hipótesis de Susana Zanetti (2000), este es el momento de la conformación de un canon necesario que, si bien tiene en cuenta la inflexión de lo nacional, lo evita a propósito y engloba la propuesta en el sintagma “Nuestra América”, que remite de inmediato a José Martí y más atrás, a los años de las independencias y a la fundación del continente como totalidad.

La presentación de Camila Henríquez Ureña, directora de la Biblioteca (así firma el folleto y así se mantendrá en estos años iniciales), retoma la apuesta americanista crítica de su hermano y propone a esta colección como un modo de subsanarla. Se trata de una apuesta cultural singular, que encuentra en la dimensión editorial su efectiva concreción. Así se la presenta:

El Fondo de Cultura Económica quiere combatir con la publicación de esta Biblioteca un mal antiguo y grave: el desconocimiento de los valores de la América hispánica, mal del que adolecen no solo los países extranjeros, sino los propios países que la constituyen. Es triste, y debe avergonzarnos en muchos casos, el desconocimiento en que vive cada país de nuestra América respecto de los demás y aun respecto de sí mismo, desconocimiento que engendra el desdén de lo autóctono, que es uno de nuestros errores más difíciles de desarraigar (Henríquez Ureña, 1947, p. 1).

Estas palabras, que continúan en todo el proyecto de Pedro, se inscriben en una tradición ensayística nuestroamericana y amplían la apuesta al proponer la edición como un modo de intervención cultural, en consonancia con los objetivos continentales del Fondo por esos años. En este sentido, la Biblioteca constituye una vidriera para la gestión del Fondo y la consolidación de una identidad continental, que además lo diferencia de otras editoriales que están consolidándose de manera cierta por entonces, como Losada por ejemplo.

La argumentación de la directora insiste sobre la necesidad de una inflexión americana en la edición y también sobre los espacios vacíos o ausentes, entre los que se destacan autores del universo colonial (Sor Juana, Alarcón, Cieza de León) y Modernista (Darío, Casal), así como del ensayo y el pensamiento americanos. Se propone entonces la publicación de:

…obras de nuestra literatura hechas con un criterio uniforme y con la colaboración de los especialistas dedicados al estudio de América; ediciones que sirvan para ilustrar al público en general y que proporcionen a los estudiantes la facilidad de llegar al conocimiento directo de los autores en textos fidedignos (Henríquez Ureña, 1947, p. 2).

El criterio riguroso de edición, que incluye la modernización de los textos, apunta a un público amplio en el cual construir esta dimensión nuestroamericana y subsanar desatenciones y olvidos. Se tiene gran conciencia además de la apuesta pública que esta Biblioteca constituye, y de la polémica y disputa con otras editoriales en la que se verá inmersa; por eso, además de dialogar con Tezontle y Tierra Firme, por ejemplo, la Biblioteca Americana es definida en su instancia de plan, para sentar las bases del proyecto y adelantarse en la disputa. Así la caracteriza su directora:

La Biblioteca Americana tiene carácter general e histórico. Se propone abarcar la suma de la producción literaria de la América hispánica: española y portuguesa. Nuestro plan incluye no sólo las obras maestras, sino todas aquellas que, sin ser de tan alto valor, tienen señalada significación histórica. Incluye además las obras que se conservan de la literatura en lenguas indígenas y las obras escritas sobre nuestra América por autores extranjeros (Henríquez Ureña, 1947, pp. 3-4).

Sigue a esto un listado inicial de series, que detallo más adelante, organizadas cada una en sentido cronológico, alfabético y por país. Se observa en esta definición todo el programa: su carácter general e histórico, su voluntad de subsanar ausencias y construir identidades a través de la edición, la circulación y la lectura por parte de un público amplio, el espacio para el mundo indígena e incluso para la mirada extranjera, porque no importa tanto la figura de autor en sí misma como la idea de obra que constituye una literatura continental singular. De allí que este canon que la Biblioteca postula tenga motivos estéticos (subsumidos en la idea de valor) e ideológicos: la edición como intervención en una convulsionada América Latina de fines de los años cuarenta, y en el marco de un proyecto político en el México de industrialización y consolidación en el país, que además incluye el desarrollo inicial de la Ciudad Universitaria para la Universidad Nacional Autónoma de México, proyecto de larga data que también resulta icónico en el continente. Vemos entonces que la Biblioteca Americana se articula de manera certera con la editorial que la piensa y la gesta, y con el proyecto político mexicano desde los años cuarenta en adelante al menos. No es posible entender esta Biblioteca por fuera de estas dinámicas sociales.

No puedo extenderme más en el análisis de este folleto, pero sí quisiera referirme a las imágenes que lo constituyen: desde un retrato a página completa de Pedro Henríquez Ureña, en cuya memoria se inaugura, y otro de Andrés Bello, que indican una genealogía, hasta las figuras de fray Bartolomé de Las Casas (en cronistas de Indias), la portada de las Décadas de Herrera (en la misma sección); los retratos de Alonso de Ercilla, Ruiz Alarcón y Sor Juana (en Literatura colonial); los retratos de Ricardo Palma, Domingo F. Sarmiento, José Martí, Euclides da Cunha y Rubén Darío en Literatura Moderna. En este sentido, la iconografía recupera la figura de autor apenas esbozada en el plan y constituye una galería de personajes ilustres que también insisten en consolidar una tradición de creación y pensamiento.

Por fin, el primer volumen de la Biblioteca, el Popol Vuh, se publica en 1947. Comienza así una vigorosa edición de entre tres y cinco volúmenes anuales los primeros años, la cual se desacelera o discontinúa por momentos, pero que continúa hasta el presente, siguiendo los vaivenes del Fondo y de sus directores (hasta la fecha solo ha habido una directora de esta casa editorial).

El catálogo efectivo: una perspectiva general

Incluyo aquí el listado y análisis de la Biblioteca tal como efectivamente fue editada, desde 1947 hasta el presente, aunque con vericuetos y discontinuidades (el listado, dada su extensión, continúa en el Anexo). En este sentido, si bien la crítica se ha centrado en reconstruir el plan original del dominicano y sus primeros pasos, el objeto de esta segunda parte del trabajo es dar cuenta de las dinámicas cambiantes de la edición y del impacto que esta Biblioteca ha tenido en otras colecciones, como la Biblioteca Ayacucho y la Colección Archivos (analizadas en este dosier en los ensayos de Fabio Espósito y José Luis de Diego respectivamente). Este inventario fue reconstruido a partir del análisis presente en las páginas de la Enciclopedia de la Literatura en México (elem.mx), FCE (fce.com.mx), Amoxcalli (https://amoxcalli.hypotheses.org/17960) y de la investigación personal en la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires, entre noviembre y diciembre de 2019, que se vio interrumpida por la pandemia y que, al momento de finalizar este ensayo, aún no pudo ser retomada.

Series

La Biblioteca está organizada en siete series, pensadas desde una lógica genérica que, no obstante, al toparse con el universo colonial, ajusta sus categorías para caracterizar la crónica o la “literatura indígena” (se destaca, asimismo, la inclusión de una serie específica dedicada a este último corpus, muy escasamente atendido o editado hasta la década de 1940). Estas son:

  • Serie de literatura moderna: Pensamiento y acción/ Vida y ficción/ Poesía/ Historia y biografía

  • Serie de literatura colonial

  • Serie de cronistas de Indias

  • Serie de literatura indígena

Interesa destacar el cruce conceptual que esta clasificación provee y que consigue eludir la cerrazón de la cronología o del nombre de autor. Por el contrario y como señala también Liliana Weinberg (2014), esta conceptualización de lo literario lo piensa en términos de cultura y de circulación, entendida también como procedimiento de relectura, reescritura e invención.6 Se insiste en estos momentos en el peso de lo colonial como definitorio de lo americano, herencia también del pensamiento de Pedro, quien, lejos de identificarse con la ficción de corte y ruptura que el pensamiento independentista propuso, ve en la literatura y la historia coloniales el primer momento de configuración de lo americano, ineludible para delinear una perspectiva continental. La Biblioteca, entonces, continúa esta línea de su fundador, e incluso, en las primeras décadas, se hace eco de sus silencios. Es Arcadio Díaz Quiñones quien llama la atención sobre la exclusión constante de la historia y la literatura africana y afroamericana en el pensamiento de Henríquez Ureña, e incluso destaca la mirada despectiva y otrerizante respecto de ese universo discursivo: “Henríquez Ureña no les concedió el mismo espacio [a las literaturas africanas en América]: eran para él el ‘otro mundo’, que ocupaba el polo negativo de la barbarie, o quedaban casi borrados de la historia” (Díaz Quiñones, 2006, p. 235). Y también: “En la Historia de la cultura en la América hispánica, Henríquez Ureña le otorgó un lugar especial a las culturas indígenas, pero las de origen africano no tenían cabida. Ese modelo seguiría vigente durante mucho tiempo en la crítica universitaria” (Díaz Quiñones, 2006, p. 252).

Es también sobre estos silencios que se constituyen y diferencian los proyectos de Ayacucho y Archivos, como vemos en este dosier. En cualquier caso, interesa marcar estas exclusiones para dar cuenta de que la selección no es completa ni azarosa, que continúa y extiende las concepciones del dominicano sobre la literatura latinoamericana, pero que también está sometida a los vaivenes políticos y culturales de décadas y a la consolidación del cambio. Señalemos, además, que estas exclusiones no han variado de modo significativo hasta el presente.

Libros editados7

  1. 1947

    1. Popol Vuh, las antiguas historias del Quiché. Traducidas del texto original con una introducción y notas por Adrián Recinos.8 Serie Literatura indígena. [Imagen 2]

    2. Vida del Almirante Cristóbal Colón, escrita por su hijo don Fernando. Edición, prólogo y notas de Ramón Iglesia. Ilustración Elvira Gascón. Serie Cronistas de Indias.

    3. Diálogo sobre la historia de la pintura en México de José Bernardo Couto. Edición, prólogo y notas de Manuel Touissant, ilustración de Elvira Gascón. Serie Literatura Moderna: Pensamiento.

    4. Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla. Edición, prólogo y notas de Julio Calloit Bois. Ilustración Elvira Gascón. Serie Literatura Moderna: Vida y ficción.

    5. Poesías completas de José Joaquín de Olmedo. Texto, prólogo y notas de Aurelio Espinosa Pólit. Serie Literatura Moderna: Poesía.

  1. 1948

    6. Vida de Ercilla de José Toribio Medina. Prólogo de Ricardo Donoso. Ilustración de Elvira Gascón. Serie Literatura Moderna: Historia y biografía.

    7. Filosofía del entendimiento de Andrés Bello. Introducción de José Gaos. Ilustración de Elvira Gascón. Serie Literatura Moderna: Pensamiento.

    8. El libro de los libros del Chilam Balam. Traducción de Alfredo Barrera Vázquez y Silvia Rendón. Ilustración de Elvira Gascón. Serie Literatura Indígena. [Imagen 3]

  1. 1949

    9. Las Corrientes literarias en la América Hispánica, por Pedro Henríquez Ureña; traducción de Joaquín Díez-Canedo. [Imagen 4]

    10. Llave del Nuevo Mundo de José Martín Félix de Arrate y Acosta. Prólogo y notas de Julio Le Riverend Brusone. Ilustración de Elvira Gascón. Serie Literatura colonial.

  1. 1950

    11. Memorial de Solalá. Anales de los Cakchquiles: títulos de los señores de Totonicapán. Edición, traducción directa, introducción y notas de Adrián Recinos. Traducción al español del original quiché de Dionisio José Chonay. Serie Literaturas Indígenas.

    12. Cuentos completos de Rubén Darío. Edición y notas de Ernesto Mejía Sánchez. Estudio preliminar de Raimundo Lida. Ilustración Elvira Gascón. Serie Literatura Moderna: Vida y Ficción.

    13. Sumario de la natural historia de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo. Edición, introducción y notas de José Miranda González. Ilustración Elvira Gascón. Serie Cronistas de Indias.

  1. 1951.

    14. María de Jorge Isaacs. Estudio preliminar de Enrique Anderson Imbert. Ilustración Elvira Gascón.

    15/17. Historia de las Indias de fray Bartolomé de Las Casas. 3 vols. Serie Cronistas de Indias. Edición de Agustín Millares Carlo. Estudio preliminar de Lewis Hanke. Serie Cronistas de Indias.

    18. Obras completas. Lírica personal de Sor Juana Inés de la Cruz. Edición, prólogo y notas de Alfonso Méndez Plancarte. Serie Literatura Colonial.

    19. Memorias póstumas de Blas Cubas de Joaquim María Machado de Assis. Introducción de Lucía Miguel Pereira. Notas de Antoni Alatorre y Pero de Botelho. Traducción de Antonio Alatorre. Serie Literatura Moderna.

  1. 1952

    20. Poesía: libros poéticos completos y antología de la obra dispersa de Rubén Darío. Edición de Ernesto Mejía Sánchez. Estudio preliminar de Enrique Anderson Imbert. Serie Literatura Moderna.

    21. Obras completas II. Villancicos y letras sacras de Sor Juana Inés de la Cruz. Edición, prólogo y notas de Alfonso Méndez Plancarte. Ilustración Elvira Gascón. México/Buenos Aires. Serie Literatura Colonial.

    22. El sertanero de José Alencar. Traducción de Ernestina Champourcín. Ilustración de Elvira Gascón. Serie Literatura Moderna.

  1. 1953

    23. México: lo que fue y lo que es de Brantz Mayer. Prólogo y notas de Juan Ortega y Medina. Traducción de Francisco A. Delpiane. Grabados originales de Butler. Serie de Viajeros.

    24. Cartas de Inglaterra de Ruy Barbosa. Prólogo de Cyro dos Anjos. Traducción de Juan M. Lope Blanch. Ilustración de Elvira Gascón. Serie Literatura Moderna: Pensamiento y Acción.

  1. 1954.

    25. De las Islas del Mar Océano de Juan López de Palacios Rubios/Del dominio de los Reyes de España sobre los indios de Matías de Paz. Introducción de Silvio Zavala. Traducción, notas y bibliografía de Agustín Millares Carlo. Ilustración de Elvira Gascón. Serie Cronistas de Indias.

    26. Canaan de José Pereira Da Graca Aranha. Introducción, traducción y notas de Antonio Alatorre. Ilustración de Elvira Gascón.

    s/n. Bibliografía mexicana del SXVI. Catálogo razonado de libros impresos en México de 1539 a 1600: con biografía de autores y otras ilustraciones, precedido de una noticia acerca dela introducción de la imprenta en México de Joaquín García Icazbalceta. Nueva edición de Agustín Millares Carlo. Serie Literatura Moderna.

  1. 1955

    27. Obras completas III. Autos y loas de Sor Juana Inés de la Cruz. Edición, prólogo y notas de Alfonso Méndez Plancarte. Serie Literatura Colonial.

    28. Relación del nuevo descubrimiento del famoso Río Grande de las Amazonas de fray Gaspar de Carvajal. Edición, introducción y notas de Jorge Hernández Millares. Serie Cronistas de Indias.

    29. Poesía gauchesca I. (Hidalgo, Poemas; Ascasubi, Paulino Lucero y Santos Vega.) Edición, prólogo, notas y glosario de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Ilustración Elvira Gascón. Serie Literatura Moderna.

    30. Poesía gauchesca II (Ascasubi, Aniceto el Gallo; Del Campo, Fausto y Poesía; Lussich, Poesías; José Hernández, Martín Fierro; Lynch, Pedro Moyano.) Compilación de Jorge Luis Borges y Boyd G. Carter. Ilustración de Elvira Gascón. Serie Literatura Moderna.

  1. 1956

    31. La Florida del Inca de Garcilaso de la Vega. Edición y notas de Emma Susana Speratti Piñero; estudio bibliográfico José Durand; prólogo Aurelio Miró Quesada. Ilustración Elvira Gascón. Serie Cronistas de Indias. [Imagen 5]

    32. Obras completas IV. Comedias, sainetes y prosas de Sor Juana Inés de la Cruz. Edición, prólogo y notas de Alberto G. Salceda. Ilustración Elvira Gascón. Serie Literatura Colonial.

  1. 1957

    33. Obras completas I. Teatro de Juan Ruiz de Alarcón. Edición, prólogo y notas de Agustín Millares Carlo. Introducción de Alfonso Reyes. Serie Literatura Colonial. (Incluye Los favores del mundo; La industria y la suerte; Las paredes oyen; El semejante a sí mismo; La cueva de Salamanca; Mudarse por mejorarse; Todo es ventura; El desdichado en fingir; Los empeños de un engaño).

    34. Historia natural y moral de las Indias de José de Acosta. Edición, prólogo y apéndice de Edmundo O’ Gorman. Serie Cronistas de Indias.

  1. 1958

    35. Cuentos completos y otras narraciones de Manuel Gutiérrez Nájera. Edición, prólogo y notas de E.K. Maples; estudio preliminar de Francisco González Guerrero.

    s/n. Campaña en el Ejército Grande de Domingo F. Sarmiento. Edición, prólogo y notas de Tulio Halperín Donghi. Serie Literatura Moderna: Pensamiento y acción.

  1. 1959

    36. Obras completas II. Teatro de Juan Ruiz de Alarcón. Edición, prólogo y notas de Agustín Millares Carlo. Serie Literatura Colonial. (Incluye El dueño de las estrellas; La amistad castigada; La Margarita de Melilla; Ganar amigos; La verdad sospechosa; El tejedor de Segovia; La crueldad por el honor; El examen de maridos).

  1. 1960

    37. Obra crítica de Pedro Henríquez Ureña. Edición, bibliografía e índice de Emma S. Speratti Piñero; prólogo de Jorge Luis Borges. México-Buenos Aires. Serie Literatura Moderna: Pensamiento y Acción. (Incluye Ensayos críticos; Horas de estudio; En la orilla; Mi España; Seis ensayos en busca de nuestra expresión; La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo; Plenitud de España; Antología de artículos y conferencias).

  1. 1962

    38. Historia natural y moral de las Indias, Joseph de Acosta. Segunda edición. Serie Cronistas de Indias. [Imagen 6]

  1. 1965

    40. Relaciones originales de Chalco Amaquemecan de Francisco de San Antón Muñón Chimalpain Cuauhtleuhuanitzin. Prefacio de Ángel María Garibay; traducción del náhuatl, paleografía de introducción de Silvia Rendón. Serie Literatura Indígena.

    41.42. Tratados I y II de fray Bartolomé de Las Casas. Prólogo de Lewis Hanke, traducción de Agustín Millares Carlo y Rafael Moreno; transcripción de Juan Pérez de Tudela. Traducción y facsimilar de la edición de 1552. 2 vols. Serie Cronistas de Indias.

  1. 1967

    44. Antología de Rubén Darío. Selección y prólogo de Jaime Torres Bodet. (Co edición UNAM-FCE). [Imagen 7]

  1. 1968

    40. Obras completas III. Teatro de Juan Ruiz de Alarcón. Edición, prólogo y notas de Agustín Millares Carlo. Serie Literatura Colonial.

  1. 1971

    Obras de Ramón López Velarde. Edición de José Luis Martínez. Serie Literatura Moderna: Pensamiento y Acción.

  1. 1972

    Nezahuacóyotl. Vida y obra de José Luis Martínez. Serie Literaturas Indígenas.

  1. 1981

    Memorias póstumas de Blas Cubas de Joaquim M. Machado de Assis. Prólogo de Juan Rulfo; introducción de Lucía Miguel Pereira. Traducción de Antonio Alatorre. (Reedición en coedición SEP, UNAM, FCE.)

    México en 1827 (selección) de Henry G. Ward.

    Origen de los indios del Nuevo Mundo de fray Gregorio García. Estudio preliminar de Franklin Pease.

    Cronistas de las culturas precolombinas. Colón, Vespucci, Pané, Las Casas et al. Antología de Luis Nicolás d’Olwer. Serie Cronistas de Indias.

  1. 1986

    Alfonso Reyes-Pedro Henríquez Ureña. Correspondencia I. 1907-1914. Edición, introducción y notas de José Luis Martínez, con la colaboración de José Emilio Pacheco. Serie Literatura Moderna.

  1. 1988

    Bibliografía novohispana de arte. Primera parte. Impresos mexicanos relativos al arte de los siglos XVI y XVII. Guillermo Tovar y de Teresa. Serie Literatura Colonial.

    Bibliografía novohispana de arte. Segunda parte. Impresos mexicanos relativos al arte del sigloXVIII. Guillermo Tovar y de Teresa. Serie Literatura Colonial.

  1. 2000

    Memorias. Diario. Notas de viaje de Pedro Henríquez Ureña. Edición de Enrique Zuleta Álvarez.

Nueva época/nueva imagen

  1. 2003

    Retórica cristiana de Diego Valadés. Introducción de Esteban J. Palomera Quirós. Advertencia de Alfonso Castro Pallares. Trad. Tarsicio Herrera Zapién.

  1. 2004

    Flores de Varia poesía. Cancionero novohispano del siglo XVI. Prólogo, edición crítica e índices de Margarita Peña. (Coedición UNAM/FCE). [Imagen 8]

    Desde Washington de Pedro Henríquez Ureña. Estudio, introducción, compilación y notas Minerva Salado.

  1. 2005

    Astucia. El jefe de los hermanos de la hoja o los charros contrabandistas de la rama. 2 vols. Luis G. Inclán. Introducción y notas de Manuel Sol.

    Guatemala. Las líneas de su mano de Luis Cardoza y Aragón.

  1. 2010

    39. Cronistas de las culturas precolombinas. Antología, de Luis Nicolau d´Olwer. Prólogo de Pablo Escalante Gonzalbo. (Reedición de la edición original 1981, con nuevo prólogo).

    [SIGUE EN ANEXO]

De este listado, aún inconcluso y en elaboración, ya que la BA continúa imprimiéndose, podemos marcar tres momentos en su efectiva constitución: la primera década, entre 1947 y 1958, coincide con el último año de Daniel Cosío Villegas en el Fondo y con la gestión de Arnaldo Orfila Reynal hasta 1965, con un promedio de tres obras editadas por año (algunas, en varios volúmenes). Una segunda instancia, en los últimos años de Orfila y acompañando las gestiones de siete directores, el espacio que va de 1959 a 1988, de publicación más errática en cuanto a periodicidad y programa, seguido por más de una década de pausa o publicación aleatoria.9 Esto comienza a subsanarse en 2003, en la gestión de Consuelo Sáizar Guerrero, con el relanzamiento de la Biblioteca y la apuesta a una Nueva Época/Nueva Imagen, que busca retomar la tradición ureñista, pero renovarla y modernizarla incluso en sus portadas, así como también en las intervenciones críticas que leen los textos. Por ejemplo, Las corrientes literarias de la América hispánica, uno de los libros definitivos de Henríquez Ureña, se reedita en 2014 manteniendo la traducción de Joaquín Díez Canedo, pero con una nueva intervención del polémico crítico Christopher Domínguez Michael.

Párrafo aparte merecen artistas plásticos y prologuistas y/o editores, que constituyen algunas de las figuras más señeras de la intelectualidad continental del siglo XX, y que además reenvían a los procesos de religación americanos y transatlánticos, a partir de la fuerte presencia de los exiliados republicanos españoles en el FCE en general y en la Biblioteca en particular. Me refiero por ejemplo (aunque no de manera excluyente) a Ramón Iglesia, José Gaos, Joaquín Díez Canedo, José Miranda González, José Hernández Millares, Agustín Millares Carlo, y también –y en especial– a Elvira Gascón, notable artista plástica que le brinda una identidad visual específica a la colección en las primeras décadas de su publicación. A ello se suman intelectuales de todo el continente, con especial relevancia de investigadores mexicanos (Alfonso Reyes, José Luis Martínez, Silvio Zavala, Antonio Alatorre, Alfonso Méndez Plancarte, Manuel Touissant, Alfredo Barrera) y argentinos (Enrique Anderson Imbert, Jorge Luis Borges, Tulio Halperín Donghi, Emma Susana Speratti Piñero). Esta predominancia marca también, desde la mirada crítica y traductológica que la colección propone, la alternancia y la religación americana que tienen sus ejes en estos dos centros fundantes.

A lo largo de las últimas décadas, no obstante, la Biblioteca Americana parece vivir una tensión entre el proyecto original y su efectiva ejecución hasta la década de 1970, y los desafíos del presente. Por eso, como puede verse de 2003 en adelante, la Nueva Época no solo implica una nueva imagen de tapa, sino también (en especial) un énfasis en los problemas del presente, tanto mexicanos como latinoamericanos, mirados desde perspectivas sociológicas y antropológicas. En este sentido, la elección disciplinar se ha desplazado de la historia y la filología (las humanidades más clásicas) hacia las ciencias sociales y los estudios culturales. En cualquier caso, la marca original del proyecto de Henríquez Ureña no se pierde sino que coexiste. En efecto, de forma concomitante con estas nuevas ediciones, se reedita de manera persistente la obra de Sor Juana, Las Casas. Amado Nervo o Rubén Darío, a veces con prólogos o estudios preliminares nuevos, así como la serie de Literaturas Indígenas (en especial el Popol Vuh, el Chilam Balam, los Huehuetlatolli o el clásico de Martínez sobre Nezahuacóyotl). Así, la Biblioteca Americana apuesta a la renovación y a la tradición; no pierde algunos de los ejes que la hicieron singular, pero atiende al pulso de los tiempos. Buena parte de esta nueva época consiste justamente en retomar lo “clásico”. En un contexto heredero de los debates del V Centenario en 1992 y con miras al V Centenario de 2021, esta Biblioteca sigue funcionando, aunque con altibajos, como apuesta de intervención en el espacio público.

Su derrotero futuro es incierto en varios sentidos, quizá porque el plan tan potente de sus inicios, unido de forma indisoluble a grandes nombres de la cultura y el ensayo latinoamericanos de la primera parte del siglo XX ha opacado los derroteros posteriores. No obstante, no abandona su impulso fundacional y polémico, y parece intentar responder a los renovados intereses de la crítica. En este sentido, su público ha cambiado, de allí la insistencia en lo “nuevo” para dar cuenta de las últimas dos décadas. Claro que, retomando a Henríquez Ureña en palabras de Díaz Quiñones, recordamos que “ninguna revolución deja de recibir la herencia del régimen que cae” (2006). La Biblioteca Americana actual parece sostenerse y resistirse a un tiempo a esta herencia, pero aún no ha llegado la instancia de la reinvención.

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Anexo

Biblioteca Americana. Catálogo desde 2006

Se incluyen aquí nuevas ediciones, reediciones corregidas y también aquellas reimpresiones que continúan realizándose y que dan cuenta de la vitalidad del proyecto original de Henríquez Ureña y Cosío Villegas.

2006

El laberinto de la utopía: una antología general de José Joaquín Fernández Lizardi. Edición de María Rosa Palazón Mayoral y selección de María Esther Guzmán Gutiérrez. Co-edición FCE (BA), UNAM y Fundación para las Letras Mexicanas. (Edición en e-book en 2016).

El libro que la vida no me dejó escribir de Amado Nervo. Prólogo y selección de Gustavo Giménez Aguirre; estudios de Claudia Canales, José Ricardo Chaves y Juan D. Argüelles. Co-edición FCE (BA), UNAM y Fundación para las Letras Mexicanas. (Edición en e-book en 2016).

2009

La palabra de la reforma en la República de las Letras. Una antología general de Ignacio Ramírez. Co edición FCE (BA, Serie de Viajes al Siglo XIX), UNAM, Fundación para las Letras Mexicanas. Selección y estudio preliminar de Liliana Weinberg; ensayos críticos de Miguel Ángel Castro, Leonardo Martínez Carrizales y John Skirius; cronología de Liliana Weinberg, Laura Martínez-Álvarez y Cuauhtémoc Padilla Guzmán. (Edición en e-book 2016).

La Patria como oficio. Una antología general de Guillermo Prieto. Edición de Vicente Quirarte; ensayos críticos de Carlos Monsiváis, Miguel Ángel Castro, Luis Fernando Granados. Coedición FCE (BA), UNAM. (Edición electrónica 2016).

Una escritura tocada por la gracia de Justo Sierra. Selección, cronología y estudio preliminar de Blanca Estela Treviño García. Ensayo crítico de Silvia Molina, María Eugenia Negrín. Ensayo crítico de Cristina Barros Valero, Hernán Lara Zavala. Coedición FCE (BA), UNAM y Fundación para las Letras Mexicanas. (Edición en e-book en 2016).

2010

Cronistas de las culturas precolombinas (detalle en texto principal).

2011

Viajes de un naturalista por el sur de México de Gadow Hans Friedrich. Prólogo de Antonio Carreira. Traducción de Teresa Moreno. Serie Viajeros.

Huehuetlatolli. Testimonios de la antigua palabra recogidos por fray Andrés de Olmos hacia 1535. (Reedición de la edición de 1991, FCE-SEP). Edición y estudio introductorio de Miguel León Portilla; traducción y notas de Librado Silva Galeana. Serie Literaturas Indígenas.

2012

Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché. Estudio preliminar de Rodrigo Martínez Baracs. Traducción, introducción y notas de Adrián Recinos. (Reedición con nuevo estudio preliminar, nueva tapa y portada).

Popol Vuh, antología. Advertencia de Enrique Florescano; traducción del quiché al inglés, notas e introducción de Allen J. Christenson. FCE/Conaculta (Cien de México).

La octava maravilla y sin segundo milagro de México perpetuado en las rosas de Guadalupe y escrito heroicamente en octavas por P. Francisco de Castro, S.J. Nueva edición y comento de Alberto Pérez Amador Adam, nueva tapa y portada.

Todos somos iguales frente a las tentaciones. Una antología general de Federico Gamboa. Selección, estudio preliminar y cronología de Adriana Sandoval. Ensayo crítico de Carlos Illades, Felipe Reyes Palacios. Coedición UNAM-FCE (Serie Viajes al S XIX) y Fundación para las Letras Mexicanas.

Magistrado de la República Literaria. Una antología general de Vicente Riva Palacio. Selección y estudio de Esther Martínez Luna. Cronología de Diana Marisol Hernández Suárez, Esther Martínez Luna. Ensayo crítico de Leonardo Martínez Carrizales, Leticia Algaba Martínez. Ensayo crítico de Jesús Pérez Magallón. Coedición FCE (Biblioteca Americana), UNAM y Fundación para las Letras Mexicanas. Serie Viajes al SXIX.

Todo el trabajo es comenzar. Una antología general de Manuel Payno. Selección y estudio preliminar de Mariana Ozuna Castañeda. Cronología de Rafael Mondragón. Ensayo crítico de Irina Córdoba Ramírez, María Teresa Solórzano Ponce. Coedición FCE (Biblioteca Americana), UNAM y Fundación para las Letras Mexicanas. Serie Viajes al SXIX.

2013

La revolución y la fe. Una antología general de Fray Servando Teresa de Mier. Selección y estudio de Begoña Pulido Herráez. Cronología de Begoña Pulido Herráez. Ensayo crítico de Cristina Gómez Álvarez, Mariana Ozuna Castañeda. Ensayo crítico de José Javier Villarreal. Coedición FCE (Biblioteca Americana), UNAM y Fundación para las Letras Mexicanas. Serie Viajes al SXIX. (Edición en e-book 2016).

2014

Las corrientes literarias de la América hispánica de Pedro Henríquez Ureña. Introducción de Christopher Domínguez Michael. Traducción de Joaquín Díez Canedo. (Reedición con nuevo estudio preliminar).

Marfil, seda y oro. Una antología general de Manuel Gutiérrez Nájera. Serie de Viajeros. Estudio preliminar y selección de historia y política, periodismo, estética y crítica literaria y crónica: Claudia Canales. Ensayo crítico y selección de obra narrativa: José María Martínez. Ensayo crítico y selección de poesía: Gustavo Jiménez Aguirre.

Cancionero de la emoción fugitiva. Una antología general de Francisco A. de Icaza. Estudio preliminar de Efrén Ortiz Domínguez, con la colaboración de Jesús A. Galindo y Karina Rueda. Ensayos críticos de Malva Flores y José Luis Rivas.

2017

Rincones románticos. Una antología general de María Enriqueta Camarillo y Roa de Pereyra. Selección y estudio preliminar de Ester Hernández Palacios. Ensayos críticos de Laura Guerrero Gutiérrez y Lilia Granillo Vázquez. Edición y cronología de Germán Ceballos Gutiérrez y Héctor M. Sánchez Rodríguez.

Reediciones sin modificaciones de sustancia:

Tratados II de fray Bartolomé de Las Casas (nueva tapa).

Nezahualcoyotl, vida y obra de José Luis Martínez (nueva tapa).

Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz, 4 tomos.

Obras completas de Juan Ruiz de Alarcón, 2 tomos.

Poesía. Libros poéticos completos y antología de la obra dispersa (nueva tapa).

Imágenes

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Notas

1 No es el objeto de este trabajo dar cuenta de la historia del FCE, una de las editoriales más trabajadas desde la crítica cultural y la sociología de la cultura (Garone Gravier, 2020; Sorá, 2017). A estas miradas se suman las propuestas autorreferenciales y algo épicas de la propia casa editorial, que periódicamente publica volúmenes como Historia de la casa, que dan cuenta (acrítica) de su derrotero (Díaz Arciniega, 1996). No obstante y en comparación con el páramo de los archivos editoriales que se verifica en general (y que solo se está subsanando en los últimos años, gracias en parte a los constantes trabajos en torno a la historia del libro, la edición y las políticas editoriales, de los cuales este dosier es parte), el FCE ha mostrado una suerte de conciencia de su importancia como proyecto cultural e institucional, y ha producido un archivo en el que abrevan numerosas investigaciones aquí mencionadas, y que también ha sido crucial para algunas zonas de este trabajo.
2 Acerca del derrotero platense de Henríquez Ureña, es fundamental el trabajo de análisis y de archivo que Carolina Sancholuz propone en su artículo “Desplazamiento y nuevos arraigos: Pedro Henríquez Ureña y la revista platense Valoraciones” (2013).
3 Acerca del derrotero de Pedro Henríquez Ureña en La Plata, véase el trabajo de Sancholuz ya citado (2013). Sobre Henríquez Ureña en la Argentina, sigue siendo de utilidad el volumen de Barcia (1994). Díaz Quiñones (2006, p. 207), retomando entre otros los testimonios de Ana María Barrenechea y de Ernesto Sábato, así como los epistolarios del dominicano, subraya la precaria situación laboral e institucional de Henríquez Ureña, que no consigue un puesto definitivo en la Universidad, y que tampoco dirige el Instituto de Filología de la UBA (como algunos indican), sino que se desempeña allí como secretario. Las múltiples frustraciones y necesidades de estos años de su vida, que el mismo Henríquez Ureña enuncia, se ven diluidas en parte por la propuesta de Cosío Villegas, de allí que se vuelque a este proyecto con enorme brío.
4 Al respecto, véase Díez-Canedo (2012).
5 Camila Henríquez Ureña, destacada intelectual americana, aunque en un tiempo parecía haber quedado a la sombra de su hermano, ha sido releída y analizada con insistencia en los últimos años, en especial en su labor en educación. No obstante, su rol como editora de la Biblioteca y de la revista es igualmente importante y está siendo analizado en particular por Freja Cervantes (2020 y 2021).
6 Tomo el concepto de las aproximaciones teóricas que en torno a la escritura en América Latina propone Noé Jitrik (1995).
7 La Biblioteca presenta un primer volumen, anterior, que fue incorporado a posteriori a su catálogo. Se trata de Del único modo de atraer a los pueblos a la verdadera religión de fray Bartolomé de Las Casas. Introducción Lewis Hanke; estudio preliminar Agustín Millares Carlo, 1942.
8 En las primeras épocas de la Biblioteca, los volúmenes aparecían numerados y en algunos casos esa numeración se inscribía también en las tapas. Recupero aquí todas las marcas numéricas que he podido rastrear en la consulta de catálogos online y en libros físicos en bibliotecas, aunque este trabajo aún está en proceso.
9 Me refiero a Salvador Azuela (1965-1970), Antonio Carrillo Flores (1970-1972), Francisco Javier Alejo (1972-74), Guillermo Ramírez Hernández (1974-76), José Luis Martínez (1976-1982), Jaime García Torrés (1982-1988), Enrique González Pedrero (1988-89). (Tomado de Garone Gravier, 2020).
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