Orbis Tertius, vol. XXVI, nº 34, e226, Noviembre 2021 - Abril 2022. ISSN 1851-7811
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Libros

Gustavo Lespada (ed.). Escritura del deseo/ Deseo de la escritura (Erotismo y sexualidad en la literatura contemporánea). Buenos Aires, Katatay, 2020

Cita recomendada: López, A. (2021). [Revisión del libro Escritura del deseo/ Deseo de la escritura (Erotismo y sexualidad en la literatura contemporánea) por G. Lespada (ed.)] . Orbis Tertius, 26 (34), e226. https://doi.org/10.24215/18517811e226


Escritura del deseo / Deseo de la escritura (Erotismo y sexualidad en la literatura latinoamericana contemporánea) reúne diez trabajos de los integrantes del proyecto UBACYT, con sede en el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires, titulado “Formas y efectos del erotismo en la literatura latinoamericana contemporánea”, dirigido por Gustavo Lespada entre los años 2018 y 2020 y centrado en el análisis de las diferentes manifestaciones del erotismo, el deseo y la sexualidad en la literatura latinoamericana contemporánea.

El objeto del libro es indagar en las múltiples formas que asume el erotismo en la obra de autores latinoamericanos tan diversos como Juana de Ibarbourou, Jorge Icaza, Salvador Elizondo, José Donoso, Néstor Perlongher o Elizam Escobar, solo por mencionar algunos nombres que dan cuenta de la amplitud del corpus analizado. El libro presenta un cuadro general de las diversas formas en que el erotismo fue abordado por la literatura latinoamericana a lo largo del siglo XX, desde sus inicios en la poética posmodernista de poetas como la uruguaya Delmira Agustini o el mexicano Ramón López Velarde, hasta la narrativa actual de autoras como Tununa Mercado.

En el prólogo que abre el libro, Lespada señala que el origen de la publicación se encuentra en el interés por la forma singular en que se registra el erotismo en la tradición literaria latinoamericana, desde el “ars erótica indígena” presente en novelas como Macunaíma de Mario de Andrade, hasta el “erotismo enajenado” de Pedro Páramo de Juan Rulfo o la “promiscuidad” de la escritura de José Donoso en El obsceno pájaro de la noche, por nombrar solo algunos ejemplos de esta singular proliferación erótica en las letras continentales. De allí surge, en consecuencia, este volumen abocado a indagar en las variantes del erotismo en la literatura latinoamericana a partir de un eje centrado en la articulación del “deseo” y la “sexualidad” en la escritura. Deseo y escritura, por tanto, se unen como pulsiones transgresoras a lo largo diez trabajos que parten de un aparato teórico sólidamente articulado alrededor de nombres como los de Bataille, Foucault, Simone de Beauvoir, Freud, Lacan, Derrida o Anne Carson, que funciona como marco para una investigación orientada a sacar a la luz zonas poco transitadas del canon literario latinoamericano.

Abre el volumen el trabajo de Noe Jitrik “Asedios eróticos y escritura”, que funciona como una suerte de capítulo introductorio al detenerse en una aguda reflexión sobre el erotismo al que define como una suerte de “tinte que tiñe las relaciones humanas y aún la vida entera” y que trasciende ampliamente lo sexual y lo iconográfico. Su rasgo distintivo, apunta Jitrik, es su carácter “deseante”, y el objeto de su deseo es el de ser el deseo primario de todo comienzo y, como tal, “deseo de la escritura”, en tanto deseo de ese otro al que se pretende seducir. De allí que este erotismo entendido como deseo de la escritura le permita al autor reflexionar sobres las posibles formas de la escritura del deseo, así aparecen “escrituras blandas, convincentes, acunadoras, sirenaicas”, escrituras de lo erótico por excelencia; mientras otras escrituras resultan “duras”, por cuanto “convierten la seducción en forzamiento y en violencia”, deviniendo así escrituras de un erotismo oculto. Esta reflexión en torno a la escritura erótica da lugar al análisis de la relación entre el erotismo y lo sagrado en algunos autores paradigmáticos de la poesía mística hispánica, como es el caso de San Juan de la Cruz en cuya poética se registra, señala Jitrik, un erotismo “situado más allá y más acá de la escritura” a través de una experiencia del amor divino que favorece el reconocimiento de ese vértigo que es la experiencia erótica de lo sagrado.

El segundo capítulo, “Amor ideal y amor sensual en la poesía de Ramón López Velarde: un itinerario”, pertenece a Lucas Adur y aborda el tratamiento de las figuras del amor y de la amada en la poesía amorosa del mexicano López Velarde a través del análisis de los poemarios La sangre devota (1916) y Zozobra (1919). Su recorrido expone el movimiento de la poética amorosa de López Velarde desde la figuración de la “amada ideal” y un erotismo traducido en devoción del amor casto, hasta la zozobra pasional del segundo poemario, donde el erotismo se exacerba por medio de la representación de una figura femenina que deja de ser ideal para incorporar también un rasgo de sensualidad marcado por la erotización de la lengua poética, que es gestada en la unión entre el amor elevado y el deseo carnal, y finalmente en la búsqueda incipiente de López Velarde de una nueva estética erótica en sus últimos poemas.

El tercer capítulo es “Mujeres apasionadas (Delmira, Juana y Alfonsina)" de Gustavo Lespada, centrado en la obra poética de estas tres figuras disruptivas respecto al canon falocéntrico rioplatense. Las poéticas de Agustini, de Ibarbourou y de Storni postulan, según Lespada, una lírica del cuerpo que deviene erótica y sexualmente emancipatoria en un doble movimiento de ruptura respecto tanto al erotismo como a la feminidad. Esta triple lectura se orienta a rastrear una tradición poética femenina erótica en el Río de la Plata, tradición que enfrentó la ley patriarcal que vedaba a la mujer la expresión de su deseo erótico, conformando así un legado que si no introdujo grandes cambios formales, sí logró, empero, introducir una ruptura de los prejuicios, modelos y estereotipos cristalizados sobre la mujer, un legado cuya estela, por ejemplo -como afirma el autor-, puede vislumbrarse en la poética ulterior de escritoras como Idea Vilariño.

Sigue el capítulo de Marina von der Pahlen “El Ecuador vertical: formas del erotismo en Icaza, Palacio y Salvador”, donde se analiza la representación del deseo en la narrativa de tres escritores ecuatorianos del siglo XX. La obra de Humberto Salvador es leída a través del impacto que tuvo la teoría psicoanalítica en la obra del ecuatoriano. La influencia freudiana emerge en la lengua narrativa de Salvador en conjunto con la emergencia del fetichismo y el masoquismo, integrando así el deseo por la escritura con el deseo por la mujer. También el deseo por la escritura prima en la obra de Pablo Palacio, por ejemplo en su clásico “Un hombre muerto a puntapies”, donde el deseo del narrador por el cuerpo asesinado del homosexual constituye un deseo por escribir la crónica de esa muerte, en tanto deseo de posesión encarnado en la lengua y, en consecuencia, un deseo de muerte estatuido como fuente de placer. El tercer autor analizado es Jorge Icaza, cuya celebridad no impidió que su producción dramática fuera censurada por “inmoral” en virtud del intento por representar la lucha entre el deseo encarnado por los personajes y los prejuicios y represiones sociales imperantes en la época.

Al cuarto capítulo lo constituye el trabajo de Roberto Ferro “Farabeuf de Salvador Elizondo: el cuerpo de la escritura”, donde a partir del análisis de la novela de Elizondo, Ferro expone las correspondencias entre el dolor y el placer como proyecto orientado a narrar la experiencia del instante. A partir de una disquisición teórica sobre la representación del tiempo y el espacio, el trabajo postula que en la narrativa de Elizondo subyace una crítica a la representación mimética realista que postula, en su lugar, la presencia del cuerpo como escenario, como espacio donde se ejerce una violencia que adquiere una cualidad cuasi ritual en tanto sacrificio de consagración, a partir de lo cual se desplegarían en el texto tres posibles sentidos para los cuerpos en escena: el cuerpo de la letra, el cuerpo humano y el cuerpo del texto.

En el capítulo siguiente, “¿Cómo se nombra a Eros? (Sobre la construcción del erotismo en tres novelas)”, Belen de los Santos analiza la forma en que el erotismo puede ser pensado como acercamiento a la alteridad en las novelas El lugar sin límites (1966) de José Donoso; Opus dos (1967) de Angélica Gorodischer y Eisejuaz (1971) de Sara Gallardo, en tanto el encuentro erótico siempre supone, señala de los Santos, una amenaza de disolución del sujeto en su acceso al otro. En la lectura de El lugar sin límites esta amenaza es representada por el prostíbulo en tanto centro del poder en la novela y, especialmente, en tanto espacio intersticial por donde se cuela el deseo erótico, un poder disruptivo que se condensa en el personaje de Manuela, una mujer trans que socava y trastoca el poder patriarcal imperante. Por su parte, en Opus dos, de Gorodischer, el sistema de poder, que en la novela de Donoso se veía amenazado por el deseo ambivalente, resulta aquí directamente invertido a partir de la imaginación utópica de un mundo cuyas jerarquías resultan invertidas frente a las correspondientes en el mundo actual. Pero esta inversión no hace desaparecer las relaciones de poder sino que la novela plantea que el verdadero cambio de la matriz social está en la forma en que la otredad es percibida y en el contacto con la misma, en tanto fisura de la dinámica del poder, una fisura que se vuelve explícita en la experiencia erótica como punto de roce con la otredad que funde y desestabiliza al sujeto. El erotismo, por tanto, resulta aquí una potencia revolucionaria, por cuanto amenaza directamente al sistema estatuido del poder al habilitar la creación de nuevas dinámicas y lógicas en su misma regulación y, por consiguiente, al habilitar también la apertura de nuevas formas posibles de comunidad. Por último, Eisejuaz, de Sara Gallardo, narra la peregrinación erótica de un joven aborigen hasta alcanzar la otredad absoluta que encarna el mundo blanco. El acceso al otro se revela en esta novela como una forma de supervivencia donde la espiritualidad híbrida del protagonista deviene en un vínculo vital con la naturaleza, que adquiere un carácter místico y erótico al mismo tiempo, mientras el erotismo constituye aquí una forma de conocimiento.

La violencia del erotismo es también el tema del capítulo “Osvaldo Lamborghini: per-versiones entre el amor y el erotismo”, donde Silvana López analiza la perversión de la escena amorosa lamborghiana como clave de lectura. Esta escena amorosa pervertida resulta en una experiencia del límite, de los límites del cuerpo, del sexo, del poder y del goce. Lamborghini, señala López, parodia la lógica institucional llevándola hasta el exceso en una hipérbole abyecta que fragmenta el cuerpo como deseo por la carne, al tiempo que monta así una escena parafílica donde emerge el gozo de la perversión de los agujeros: el “ojo pineal” de Bataille. Esta obra perversa desafía de este modo la lógica binaria identitaria de lo masculino-femenino, descentrando y desjerarquizando el cuerpo en su lógica reproductiva, hasta acabar en un desquiciamiento de la gramática de la razón.

En el siguiente capítulo, “La fugacidad perpetua del deseo y la memoria (en torno a la narrativa de Tununa Mercado)”, Denise Pascuzzo analiza los libros Canon de Alcoba (1988) y Yo nunca te prometí la eternidad (2015) a partir de la exploración de los sentidos en torno al deseo, que por momentos aparece como amenaza, pero también como centro de una Economía erótica y una Erótica de los espacios a partir de su relación con la escritura y el espacio. El erotismo de la escritura de Tununa Mercado se articula así en este análisis como una energía libidinal que transgrede lo inasible, como ese carácter escurridizo del deseo que Pascuzzo nombra como el “Eros fugitivo” que domina en estos textos.

A continuación, Gabriel Espino lee en “Néstor Perlongher: un goce encarnizado en la letra”, los vínculos entre escritura, falta y pecado en una arqueología teórica de la lengua neobarrosa de Perlongher, donde encuentra la belleza de los huecos disfrazados de plenitud. Para Espino, la poética de Perlongher, en lugar de pornográfica, deviene obscena en su condición informe, como “metáfora herida de la incompletud”. Lo obsceno resulta así un fracaso de la pulsión erótica para alcanzar sus fines, un “erotismo que fala poéticamente” a través de tres formas de la maldición: como mal-dicción en su fallidos, como mal sexual en tanto pulsión insaciable y como malestar de la cultura en su referencia al consumismo de la sociedad occidental. La escritura guarra de Perlongher aparece entonces como una verdadera anatomía de los goces parciales y autoeróticos, goces de las permutaciones y metamorfosis de las palabras en una poética neobarrosa que rompe el significante, como apunta Lacan, procurando así un goce de la escritura por sobre el sentido, un goce perverso atado a las relaciones textuales que despliega esta poética de la desgarradura, la desfiguración y las cavidades; un goce, finalmente, que plasma la descarnada encarnadura de una Erótica de la desilusión.

Por último, cierra el volumen el trabajo de Elsa Noya “El deseo encarcelado: Elizam Escobar, palabra, imagen y presidio”, centrado en la escritura carcelaria del artista, escritor y militante puertorriqueño Elizam Escobar, quien durante sus casi veinte años de encarcelamiento en los Estados Unidos por su militancia en la organización independentista puertorriqueña Fuerzas Armadas de Liberación Nacional Puertorriqueña, produjo una obra como su Antidiario de prisión, donde se plasma un diálogo literario entre el sujeto y su pensamiento en el que emerge un deseo erótico atravesado por la represión y el flujo de la escritura, dinámica que Noya rastrea por medio del análisis de las relaciones entre los poemas eróticos publicados en el libro y los manuscritos tachados, cuya autocensura fluctuaría entre la experiencia de la insuficiencia del lenguaje para expresar el acontecimiento y el acto de la supresión y el desecho; vaivén que revelaría, a su vez, un erotismo que se configura en la puesta en escena de un doble movimiento de aparición-desaparición cuya intermitencia se resolvería en la publicación/revelación final del poema suprimido en el “Apéndise” del libro, dónde la emergencia de lo reprimido configuraría el núcleo del secreto erótico en tanto levantamiento de “la prohibición sin suprimirla”, tal como apuntaba Georges Bataille en su teorización sobre el erotismo.

Cabe mencionar, finalmente, que una de las mayores virtudes que presenta este volumen sobre el erotismo en la literatura latinoamericana del siglo XX consiste en la imagen integral que logra articular sobre la amplitud y heterogeneidad que el erotismo exhibe en su relación con el arte. Esta amplia diversidad se manifiesta en la heterogeneidad del corpus y de los géneros analizados en los distintos trabajos que componen el libro, junto con la diversidad de enfoques que asumen los autores para dar cuenta de este escurridizo objeto de estudio. Si el repertorio de los distintos autores latinoamericanos del siglo XX no es exhaustivo, al menos sí resulta representativo de la heterogeneidad constitutiva de esta compleja y profusa tradición literaria.

Alejo López

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