Orbis Tertius, vol. XXI, nº 23, e002, junio 2016. ISSN 1851-7811.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Artículo/Article

 

Construir el espacio, trazar el mapa, poblar el “desierto”: Amadeo Jacques en el Chaco Gualamba

 

por Sofía Traballi

(Universidad de Buenos Aires, Argentina)
sofiatraballi84@gmail.com


RESUMEN
Este trabajo propone leer Excursión al río Salado y al Chaco (1857), de Amédée Jacques, como un relato de viaje pasible de ser considerado dentro del corpus textual que Claudia Torre (2010) denomina “narrativa expedicionaria” argentina del siglo xix. A modo de hipótesis, se intenta argumentar que, en su narración, el letrado francés –devenido explorador– entrama múltiples perspectivas de observación y elabora una singular construcción del espacio recorrido basada en un diseño de gradaciones, claroscuros y líneas de fuga. Asimismo, esta representación espacial articulada por el texto presenta una dimensión histórica que, a la manera de un tríptico temporal, entrelaza pasado, presente y futuro.

Palabras clave: Amédée Jacques – relato de viaje – mapa – recorrido – espacio

ABSTRACT
This paper proposes a reading of Excursión al Río Salado y al Chaco (1857), by Amédée Jacques, as a travel narrative that can be included in the textual corpus that Claudia Torre (2010) calls the Argentine nineteeth-century 'expeditionary narrative'. As a hypothesis, it is argued that, in his narration, the French scholar –and later, explorer– interlaces multiple perspectives of observation and develops a singular construction of space based on a design of gradations, chiaroscuros and vanishing lines. Also, this spatial representation articulated by the text presents a historical dimension which, in the manner of a time triptych, weaves past, present and future.

Keywords: Amédée Jacques – travel narrative – map – tour – space

CITA SUGERIDA
Traballi, S. (2016). Construir el espacio, trazar el mapa, poblar el “desierto”: Amadeo Jacques en el Chaco Gualamba. Orbis Tertius, 21(23), e002. Recuperado de http://www.orbistertius.unlp.edu.ar/article/view/OTv21n23a02


Introducción

En 1851 el doctor en Letras y licenciado en Ciencias Naturales Amédée Jacques (París, 1813 - Buenos Aires, 1865) deja su ciudad natal a causa de desavenencias políticas con la administración de Napoleón III, que le prohíbe en Francia el ejercicio de la profesión docente. El exilio lo lleva primero a Montevideo, y luego a la Argentina. La recepción de su pensamiento filosófico por parte de las elites intelectuales rioplatenses de la segunda mitad del siglo xix es muy positiva, y sus ideas llegan a aportar las bases filosóficas y pedagógicas a la organización de la enseñanza media nacional en la Argentina (Roig 1972).

Tras su arribo a este país, Jacques se instala primero en Santiago del Estero, donde se desempeña, entre otros menesteres, como agrimensor oficial de la provincia. Luego se traslada a Tucumán para asumir la dirección del Colegio de San Miguel y participar de diversos emprendimientos de orden cultural (Vermeren 2006); finalmente, en 1862 se establece en Buenos Aires, ciudad en la que es nombrado rector del Colegio Nacional. Hecha esta brevísima reseña de la trayectoria del letrado francés, debo decir que no es su producción como docente o filósofo la que deseo explorar sino un episodio acaso lateral de su vida y el relato nacido de esa experiencia.

Excursión al río Salado y al Chaco (Excursion au Río Salado et dans le Chaco) (1857) narra un viaje realizado por Jacques a la región chaqueña en 1855 como miembro de una expedición científico-militar,1 razón por la cual el texto podría ser considerado dentro del género de la “narrativa expedicionaria” (Torre 2010: 14) producida en la Argentina durante el siglo xix.2 Es preciso señalar que el escrito ocupa un lugar marginal dentro del conjunto de la producción intelectual del autor, a tal punto que ha sido dejado de lado –o, al menos, relegado al comentario breve y superficial– por aquellos estudiosos especializados en su obra. Por otro lado, aquellas investigaciones que sí lo han abordado con mayor profundidad y detenimiento han sido realizadas desde otras disciplinas, como la Antropología y la Historia, y se caracterizan por considerarlo solamente como fuente documental. Distanciándome de estas perspectivas, y siguiendo la propuesta de Claudia Torre de pensar la narrativa expedicionaria como un género literario, en este trabajo me dispongo a leer Excursión... en tanto texto literario, más específicamente, como un relato de viaje, teniendo en cuenta en mi análisis su dimensión subjetiva, su densidad poética y la complejidad de su imaginario.

En 1855 el gobierno de la Confederación Argentina al mando del presidente Justo José de Urquiza planea una “cruzada contra los indios del Chaco” cuyo objetivo era “tranquilizar a los habitantes de la región y, si era posible, extender la frontera de las provincias” (Jacques 1945: 112). Jacques es convocado por el gobierno para participar del emprendimiento como agregado científico, pero el proyecto finalmente no se realiza. Mientras aguarda en vano, instalado en Tucumán, la orden de partir, el letrado francés se anoticia de que otro grupo, dirigido por el general Antonino Taboada –hermano de Manuel Taboada, gobernador de Santiago del Estero–, saldrá de esa provincia hacia la región del Chaco. Cansado de esperar, aprovecha el golpe de azar y se suma a estos exploradores para marchar con ellos. La expedición tiene lugar en los meses de septiembre y octubre de 1855. En 1856, luego de su regreso, Manuel Taboada lo nombra Agrimensor General de la Provincia, encargándole la tarea de medir y entregar en propiedad las tierras provinciales y “fronterizas” que había podido reconocer y caracterizar durante su viaje (Rossi y Banzato 2011).

El relato de Jacques se publica por primera vez en la Revue de Paris, dividido en dos partes aparecidas el 1 y el 15 de marzo de 1857, respectivamente. Ese mismo año también es editado en forma de libro (Imprimerie de Pillet Fils Ainé, París, 1857). En 1897 se traduce al español y se publica en la Argentina en la revista mensual La Biblioteca, dirigida en ese entonces por Paul Groussac.3 El cotejo de los dos textos –en francés (1857) y en español ([1897] 1945)–4 me ha permitido descubrir que en el segundo han sido eliminadas varias partes. Por este motivo, el criterio del presente trabajo consiste en tomar como base la edición traducida y acudir a la versión francesa a fin de reponer aquellos pasajes que, estando ausentes en la traducción, por sus conceptos y apreciaciones resultan relevantes para mi lectura.5

En La invención de lo cotidiano (1990) Michel de Certeau señala que todo relato implica una construcción y una práctica del espacio, y distingue dos operaciones organizadoras de la descripción espacial: el mapa, que construye lugares a la manera de cuadros estáticos en los que la acción predominante es el ver, y el recorrido, que articula espacios, supone movimiento y se caracteriza por la acción de ir. Según el autor, el “lugar” es “el orden según el cual los elementos se distribuyen en relaciones de coexistencia” (2000: 129), teniendo por características la estabilidad y la sincronía. Por su parte, el “espacio” constituye un lugar practicado, un “cruzamiento de movilidades” que involucra “los vectores de dirección, las cantidades de velocidad y las variables de tiempo, [y] está de alguna manera animado por el conjunto de movimientos que allí se despliegan” (2000: 129). De Certeau sostiene que la estructura del relato de viaje se funda en una combinatoria entre estos “dos lenguajes simbólicos y antropológicos del espacio” (2000: 132), de modo tal que “[las] historias de andares y de acciones están marcadas por la ʻcitaʼ de los lugares que resultan de ellas o que las autorizan” (2000: 132).

En función de lo expuesto, intentaré argumentar que, en la narración de su periplo a través del Chaco, Jacques construye el territorio como espacio, en la medida que la descripción se articula sobre la base de un itinerario o recorrido que tiene al propio viajero –su cuerpo, su experiencia– como foco de la enunciación. Pero de modo simultáneo e interdependiente, lo que se elabora es también un mapa. Este último emerge no sólo a partir de la “cita” de los lugares durante el tránsito, sino como objetivo concreto del expedicionario francés interesado en producir una imagen totalizante de la región con miras a su caracterización objetiva, su delimitación geográfica y su posterior aprovechamiento económico.

El resultado de esta articulación entre recorrido y mapa en el texto de Jacques es una descripción dinámica del espacio, no sólo naturalista y topográfica sino también económica, cultural, estética y experiencial. Esta construcción –que podría ser pensada también como un cuadro en movimiento– se origina en el cruce de distintos planos de observación (el del topógrafo, el naturalista, el antropólogo, el literato, el excursionista)6 y evidencia un diseño de gradaciones y contrastes no exentos de contradicciones y líneas de fuga ideológicas. Asimismo, esta representación espacial exhibe una dimensión temporal –histórica– que, a partir de vestigios y proyecciones, entrelaza pasado, presente y futuro.

Recorrido y mirada

En su derrotero expedicionario, el viajero francés despliega un complejo entramado de múltiples registros de observación. Su mirada está modelada, en primer lugar, por cierta forma singular de extranjería: podría decirse, recuperando una idea de David Viñas, la del “revolucionario francés [que] siempre se aburguesa en las colonias o en los países periféricos” (Viñas 2013: 281). En efecto, si en su país de origen Jacques adhiere al ideario republicano y liberal, al llegar a las costas americanas sus convicciones se redireccionan, como se verá más adelante, hacia un acendrado determinismo de impronta racista. El punto de vista del extranjero también se advierte en la elección de la lengua, ya que la versión original del relato está dirigida a un público lector francés.

Como apunta Viñas, el viaje de Jacques al Chaco tiene por objetivo “comprobar las posibilidades de colonización de esas tierras ‘vacías’” (2013: 281) y determinar su valor para el proyecto “civilizatorio”. Por este motivo, su perspectiva es la del naturalista y el topógrafo, aspecto que no debería extrañarnos si consideramos su formación en Ciencias Naturales.7 Lejos de sucumbir a un discurso árido y puramente informativo, la escritura del letrado francés comparte con la de Alexander von Humboldt la intención de darle sitio a la sensibilidad estética en la descripción científica, entrelazando –como señala Marie Louise Pratt acerca del naturalista alemán– “el lenguaje visual y emotivo con el lenguaje clasificatorio y técnico” (2011: 231). De esta manera, si por un lado el texto se detiene en el análisis del territorio y la demostración de su utilidad, por otro lado es concebido por el mismo viajero como un relato subjetivo, basado en “impresiones” (Jacques 1945: 114), en el que no faltan reflexiones de orden estético e imágenes literarias.8

No obstante, la comparación con Humboldt permite descubrir una diferencia importante: si en los escritos de este último se evidencia, según observa Pratt, una “eliminación de lo humano” (2011: 237), este elemento cobra singular notoriedad en el texto de Jacques. La suya es una mirada que se pretende antropológica en tanto implica la observación y descripción de las poblaciones criollas y mestizas, así como de los indígenas que habitan la zona. Vale decir entonces que el relevo topográfico y naturalista que el expedicionario realiza sobre el territorio procura ser también, haciendo gala del más acendrado eurocentrismo, una cartografía cultural, racial, incluso moral.

Jacques distingue en su relato tres grupos sociales; al inicio de su recorrido, entra en contacto con la población mestiza habitante de los dispersos poblados y fortines que constituyen la “frontera” con la región del Chaco, entre ellos, el pueblo de Matará y el fortín Bracho. Estos individuos, a quienes denomina “santiagueños”, ocupan una zona marginal y son ellos mismos culturalmente fronterizos; el viajero los define como “semi-bárbaros”,9 en la medida que evidencian rasgos afines a la civilización –son limpios, trabajadores, buenos artesanos y soldados, y practican la agricultura– pero a la vez características que, desde la perspectiva del francés, los acercan a la barbarie: viven en “cabañas bastante pobres” (Jacques 1945: 114), sus formas musicales son primitivas, y hablan en quechua. Junto a los “santiagueños”, Jacques menciona a los “gauchos”, en quienes advierte algo así como una barbarie en estado puro: a diferencia de los santiagueños, ellos son una “plaga del país” debido a “su incurable pereza y su inveterada indolencia” (Jacques 1945: 116).

Por último, Jacques se refiere a los indios que habitan el Chaco:10 ellos representan, al igual que los gauchos, pero por otros motivos, la barbarie misma e incluso más, el salvajismo.11 Apartándose de la tradición rousseauniana, el letrado encuentra en el indígena chaqueño el prototipo del “mal salvaje”: exceptuando algunos pasajes que retomaré más adelante, en la mayor parte del relato los caracteriza como nómades, improductivos, culturalmente atrasados y, sobre todo, violentos.

David Viñas (2013) menciona –aunque sin desarrollar la idea– la afinidad existente entre el texto de Jacques y The last of the Mohicans (1826) y The Prairie (1827), de Fenimore Cooper (1789-1851). Tanto en el relato del francés como en los del estadounidense –a cuyas narraciones alude el propio Jacques, por su supuesta semejanza con lo que él mismo está viviendo–, las relaciones entre indios y blancos son concebidas a la manera de una tremebunda épica racista en la que toda violencia sobre los indígenas se justifica con el argumento de la defensa y el “ojo por ojo” –los atacamos porque nos atacan– y es alabada como gran hazaña.12

En su observación y descripción del cadáver de un indio –que citaré por extenso más adelante–, Jacques recurre a los conocimientos de antropología física y frenología en boga en la época. Efectuando una suerte de craneometría “al paso” –sin instrumentos–, determina, basándose en los rasgos físicos externos, “la estrechez del cerebro” y su “casi absoluta falta de capacidad” (1945: 149; la cursiva es del autor). A partir de este análisis, concluye:

Relacionando con esta casi absoluta falta de capacidad física el hecho de que estos indios, mansos en otra época y durante largo tiempo en contacto con la vida civilizada, nada han ganado en ello ni nada han aprendido, se llega a compartir la triste convicción de que las medidas de exterminio contra estos bárbaros [...] son las únicas eficaces, o por lo menos que sólo por el cruzamiento de razas se llegará a hacerlos entrar algún día, modificados y suavizados, en la gran familia humana (1945: 149).

La cita permite observar que, a partir de los presuntos condicionantes raciales de las poblaciones originarias americanas, el letrado francés elabora conclusiones tajantes: estos grupos constituyen una infrahumanidad condenada al exterminio directo o al cruzamiento forzado; de un modo u otro, destinada a desaparecer.

No obstante, junto a la perspectiva del naturalista y el antropólogo, la mirada de Jacques es, por momentos, la del excursionista. El placer del viajero se nutre entonces de la cercanía de lo exótico, y el texto se impregna de un espíritu lúdico y aventurero. Cabe señalar, en este sentido, tres episodios: en el primero, durante una noche de intensa lluvia en el Chaco, el narrador disfruta de “la poderosa distracción de un gran espectáculo” (Jacques 1945: 141), el de millones de luces brillando en la oscuridad que resultan ser, según aclaran los guías de la expedición, fuegos fatuos. También puede mencionarse la narración de un baile en el fortín Bracho, acontecimiento que es presentado por el francés como ocasión de animación, exotismo y disfrute. Pero más aun se destaca otro suceso, aquel en el que los expedicionarios emprenden la persecución de un grupo de indios que ha realizado recientemente una incursión sobre las poblaciones criollas. Al estilo de Cooper, este asedio se plantea en términos de guerra, de “razzia (Jacques 1945: 155) e incluso de cacería. El vertiginoso rastreo exalta al letrado quien, como un viajero aventurero, manifiesta la impaciencia por tener frente a sus ojos al Otro exótico: “cuando el general salió con una vanguardia de treinta y tres hombres me uní a él, lleno de fe en su pronóstico y seguro de que muy pronto vería a los salvajes” (Jacques 1945: 142). Incluso la impresión de intenso peligro que dice experimentar al atravesar esas tierras habitadas por los indios parece relativizarse si se considera el despreocupado entusiasmo que se adueña, por momentos, de la escritura: todo parece de pronto la puesta en escena de una épica western. En virtud de estos destellos de gozosa –y acaso infantil– expectación frente a lo desconocido, acaso debería matizarse la afirmación de Viñas acerca de que el Chaco es para Jacques “su experiencia de muerte” (2013: 282): aunque esto sea cierto, no conviene dejar de advertir esos bemoles lúdicos que enriquecen la mirada del viajero y despejan, al menos por momentos, la solemnidad de esa vivencia de extremo peligro y acechanza de la muerte (propia y ajena).

Gradaciones

Si los distintos planos de observación que Jacques articula configuran un mapa dinámico y multidimensional del Chaco –que reúne aspectos físicos, topográficos, poblacionales, económicos, culturales, incluso morales–, es preciso agregar que esta construcción evidencia una peculiaridad: el viajero francés parece concebir el territorio chaqueño como una pintura viva cuyas formas fueran variando en sutiles gradaciones a través de la marcha. La evaluación topográfica y botánica de los terrenos revela una superficie caracterizada por cambios graduales:

A partir de Ceibal Rincón empieza, en el aspecto general de aquellos campos, una transformación que se marca al mismo tiempo en la vegetación y en el suelo, y que va pronunciándose más a cada instante [...]. A la tierra muelle, ligera y manejable, sucede y le sustituye, por grados insensibles, un suelo eminentemente arcilloso, fuerte y pesado de remover; […] a las sabrosas gramíneas se mezcla insensiblemente esa yerba menuda […]; sus matas aisladas invaden ya a trechos el simbol, y a veces lo reemplazan por completo (Jacques 1945: 135; la cursiva es mía).

Una similar gradación se advierte en el plano sociocultural. En su travesía, Jacques tiene la impresión de estar atravesando, en sentido inverso, una serie de estadios evolutivos: si la ciudad de Tucumán de donde ha partido es concebida como el locus de la civilización, el pueblo de Matará –ubicado en la frontera del Chaco y habitado por “semi-bárbaros”– es “la frontera extrema de la civilización, más allá de la cual comienza la barbarie. Matará parece ser como una transición entre una y otra” (Jacques 1945: 118; la cursiva es mía). Cerca de Matará está el fortín Bracho; el viajero relata que de allí parte la expedición hacia la región impenetrable, sólo habitada por los indios, “para internarnos esta vez en la absoluta soledad y en plena barbarie” (1945: 130). Esta suerte de de-gradación evolutiva es percibida, al mismo tiempo, como la experiencia de una inmersión, un progresivo hundimiento: el grupo se interna en el territorio, incluso más, se hunde en él.13 Los exploradores transitan estratos culturales como capas geológicas cada vez más profundas y cercanas al “estado de naturaleza” primario con que fantasea la mente racista-evolucionista del pedagogo francés.

La “barbarie” de los indígenas plantea también una relación de continuidad con el mundo animal. A medio camino entre la humanidad y la animalidad, Jacques los caracteriza como “hombres” (1945: 142) y advierte en ellos ciertos atributos que asocia con lo humano: presentan desarrollo –aunque exiguo– de la técnica, y sus tolderías evidencian “ce goût de la nature, cet art de l´appropier à leur simples besoins sans la défigurer ni la détruire [...]. [Ce] sont, avec l´amour passionné de la sauvage indépendance de leur vie errante, les deux traites les plus nobles de leur caractère (1857: 32-33).14 Pero los indios poseen, al mismo tiempo, rasgos animales: son seres dominados por sus instintos, al igual que las “bestias del bosque” [“bêtes des forêts” (Jacques 1857: 33)], criaturas inmersas en su mundo de pulsiones, que “sienten” pero no son capaces de “comprender” (1857: 33), y que no pueden ser considerados como parte de la “familia humana” (Jacques 1945: 149).

Dos tendencias opuestas pugnan en el francés: de un lado, el deseo de ver a los indios, de observarlos con ojo de estudioso; del otro, las prevenciones que estos despiertan en él, como verdadera quintaesencia del peligro. Esta tensión da como resultado una nueva gradación en el viaje/texto: las sucesivas experiencias de contacto con los pobladores autóctonos del Chaco se producen a través de los días de manera progresiva, como si se dosificara la aproximación. Primera instancia: al principio de la travesía, en el fortín Bracho, Jacques inspecciona los utensilios personales de un indígena muerto recientemente durante un enfrentamiento con la milicia. Segunda instancia: días más tarde, durante la marcha, los expedicionarios advierten la cercanía de los aborígenes por los indicios de su presencia en el territorio: huellas, humo de fogatas, cuervos surcando el aire al acecho de los restos de comida. En una tercera instancia, hallan a los indios desarmados y, tras atacarlos por sorpresa, matan a dos de ellos. Cuarta instancia: Jacques contempla los cadáveres y realiza el examen físico-frenológico que he mencionado más arriba.15 A su vez, esta caracterización sigue también una progresión: el ojo del observador avanza gradualmente sobre el cuerpo sin vida, se apodera de él como de un territorio comenzando por la coronilla y finalizando en los pies (Jacques 1945: 149-150).16 Quinta instancia: los indios atacados huyen en retirada y los exploradores pueden entonces “visitar a gusto” (Jacques 1945: 153) la toldería abandonada. La observación y descripción de otros restos humanos que allí encuentra, y de las viviendas y objetos dejados por los moradores en su fuga, corresponden al punto máximo de acercamiento del viajero a la cultura y sociedad indígenas.

A partir de esta sucesión de instancias es posible plantear que la experiencia de aproximación de Jacques va de los objetos o fenómenos aislados y parciales (los utensilios, los indicios) a las totalidades carentes de vida (los cuerpos exánimes que la mirada recorre de palmo a palmo, la toldería abandonada). Puede advertirse que el conocimiento de la población y las formas culturales autóctonas sólo se produce en el viaje/texto a partir de la observación de lo lejano (los indicios), lo inanimado (los utensilios), lo muerto (los indígenas), lo deshabitado (las viviendas); vale decir, con todo aquello que no supone un “peligro” para el observador.

Una última gradación que realiza el viajero en el recorrido/mapa se verifica en las relaciones de violencia entre la milicia y los indígenas, que toman la forma de un crescendo del terror.17 El exterminio o, en su defecto, la reducción de estas poblaciones, es para el expedicionario francés un “grande y hermoso proyecto” (1945: 112) que el gobierno aún no consigue llevar a cabo de manera cabal. No obstante, considera que la expedición en la que participa ha cumplido en colaborar –aunque más no sea en mínima escala– con este objetivo.

Claroscuro y fuga

En su recorrido Jacques traza gradaciones pero también agudos contrastes, violentos claroscuros. Este gesto se manifiesta, fundamentalmente, en su modo de conceptuar a los habitantes de la región. Podría decirse que, entre estos grupos, el viajero delinea un límite preciso: el que separa la otredad relativa, positiva al fin –el santiagueño “semibárbaro” pero receptivo a la civilización–, de la negatividad del indio.18 Sin embargo, allí donde Jacques se esfuerza por demarcar fronteras tajantes, podría decirse que su propio texto lo traiciona evidenciando matices, zonas de contacto e indeterminación entre ambas esferas (lo salvaje y lo civilizado); en resumidas cuentas, sutiles contradicciones o líneas de fuga a la concepción ideológica del indio como alteridad y negatividad absoluta. Como ejemplo podrían mencionarse a los “pasados” que aparecen en el relato –desde los abipones que acompañan la marcha de la expedición, hasta el cautivo blanco que se encuentra a gusto viviendo en las tolderías–, los indígenas católicos y los que se dedican al comercio –considerada como actividad “civilizada”, supuestamente exclusiva de la población criolla–. Otros matices de la imagen del indio se advierten en la ponderación que hace el expedicionario francés de algunos aspectos de su acervo cultural, tal su técnica de costura, que “avergonzaría a los trabajos más acabados de nuestros más hábiles sastres” (1945: 127); la calidad de su arquitectura, y el gusto y sofisticación de los objetos que la comitiva encuentra dentro de las habitaciones abandonadas.19 Pero acaso la más sugestiva línea de fuga ideológica se produce en un pasaje –presente en la edición francesa, eliminado de la traducción al español– en el cual el letrado reflexiona acerca de la falta de predisposición de los indios a avenirse a la vida civilizada:

Ils sentent […] qu´ils n´en pourraient être que les esclaves, et s´ils savaient parler aussi bien que le loup de la fable, ils tiendraient sans doute à l´homme civilisé le même discours que celui-ci adresse au chien dont il voit le cou pelé par le collier. Après quoi ils s´en retourneraient gaiement manger du cheval à la prairie. [...] N´ont-ils point raison de dédaigner ce que nous leur pourrions donner ? Au désert, le doute à ce sujet est permis (Jacques 1857: 33).20

No obstante el tono irónico del comentario (“si supieran hablar tan bien como el lobo de la fábula…”), Jacques parece permitirse, al menos por un momento, una fugaz empatía con los indígenas y un atisbo de duda acerca de las bondades del plan civilizatorio en relación con ellos. ¿No tendrían razón en oponerse a ese proyecto que apunta a destruir los modos de vida autóctonos para instalar su poderío? Es cierto que las razones que el viajero esgrime para explicar este rechazo no salen del estrecho círculo de su pensamiento racista –el indio se resiste a la vida civilizada como el animal salvaje a una jaula– y que la caracterización sigue estando impregnada de negatividad. Pero aun así, el sutil gesto empático emplaza la reflexión en una zona ideológicamente ambigua que matiza y complejiza la mirada del letrado.

Tríptico

El texto de Jacques construye espacio, pero también despliega una concepción del tiempo articulada en tres planos: un pasado floreciente, un presente de desolación y un futuro imaginado en el que el pasado esplendor es restituido y el progreso finalmente triunfa.

El tiempo pasado se reconstruye a partir de los relatos de la gente del lugar y de un tipo particular de vestigios materiales: las “ruinas” –término que el narrador frecuenta– de antiguas y prósperas poblaciones cristianas que la expedición encuentra a su paso.21 La ruina es un elemento más del espacio chaqueño y se vincula con el tópico del desierto como constructo preclaro de la “narrativa expedicionaria”.22 Este es, en el texto de Jacques, no sólo el lugar “vacío” de cultura occidental donde habitan los indios, sino también, fundamentalmente, el efecto de la presencia de estos últimos: el indígena suscita la “despoblación creciente” (Jacques 1945: 122), produce ruina y desierto.23 Es a partir de la contemplación de este presente ruinoso que el letrado francés imagina la “prosperidad del pasado” [“prospérité passée” (1857: 51)]:

[En Las Higuerillas] la tradición sitúa el centro de una explotación más considerable que todas las que hasta entonces habíamos encontrado los vestigios. […] Es seguro que la vasta extensión y el hermoso aspecto de lo que de buena gana llamaría estas “ruinas vegetales” hacen suponer un establecimiento poderoso, fundado con grandes recursos y gobernado con una habilidad superior (Jacques 1945: 150-151).

Puede decirse que, en este relato, viajar a través del espacio implica viajar en el tiempo. Hacia el pasado, pero también hacia el futuro, que aparece en gran medida como una reconstrucción de lo derruido. Acerca del sitio llamado Paso del Mistol, el viajero comenta que “[allí] el hacha trazaría en pocas horas hermosos parques a la inglesa, que por lo demás no serían otra cosa que una restitución de lo pasado” (1945: 150).

Pero Jacques no se queda en ejercicios de reconstrucción imaginaria sino que se permite proponer su propio proyecto de colonización del Chaco. A diferencia de la edición traducida, la versión francesa cuenta con un “segundo capítulo”; al llegar a esta parte, leemos la siguiente explicación:

J´ai rapporté, dans le récit qui précède, les faits qui m´ont frappé, sans autre ordre que celui-là même où me les ont présentés les hasards de la route et le caprice des événements [...]. Je voudrais ici les grouper d´abord dans un cadre réduit et régulier, et tirer de chacun d´eux et de leur ensemble, ainsi ordonné, quelques conclusions qui peuvent intéresser soit le présent, soit l´avenir de ce pays. Ce sera l´objet de ce second et court chapitre (Jacques 1857: 42).24

Si el primer capítulo de la edición francesa –y la totalidad del texto en español– presentan una forma narrativa modelada por los azares de la marcha y la subjetividad e imaginación literaria del viajero, el segundo capítulo se quiere objetivo, programático, retórico. Objetivo, porque en él las variables de espacio y recorrido se desvanecen y sólo queda la descripción del Chaco como lugar, con su consiguiente mapa en el que se organiza de modo analítico –no exento de pretensiones científicas– la información recabada durante la expedición, a partir de tres grandes ejes: datos del terreno, del río, y de las condiciones económicas y sociales de la zona. Esta segunda parte es también programática, porque incluye la propuesta personal del letrado francés para la ocupación del territorio, cuyos pilares serían la fortificación contra los indios, el desarrollo de la navegación y la instauración de un programa de colonización armada [“colonisation armée” (1857: 56)]. Este poblamiento de la región deberá realizarse, según Jacques, mediante el impulso de la inmigración europea. Y aquí es donde emerge la faceta retórica: el viajero se dirige a los europeos –en particular, a sus compatriotas franceses– con la finalidad de persuadirlos de venir a instalarse en las fértiles tierras “vacantes” –y vendidas a muy bajo precio [“pour une somme insignifiante, c´est-à-dire, pour rien” (1857: 56)]– del Chaco. Eliminada de la versión en español, esta segunda parte permite advertir que el texto no se escribe pensando en el público en general sino apuntando, específicamente, a los sectores empobrecidos de Francia y otros países europeos a fin de convencerlos de migrar hacia las tierras chaqueñas.25

A la luz de lo expuesto, podría plantearse que la relación tiempo/espacio toma en el relato la forma de un tríptico: en la imagen central un presente distópico de salvajes que esterilizan la tierra y asolan las poblaciones; a uno de los lados, las fantasmagorías nostálgicas de un pasado de criollos prósperos, y del otro, un futuro enriquecido con la presencia de colonos inmigrantes trabajadores y progresistas.26 Proyecciones dinámicas que se agigantan y se ciernen sobre el cuadro asediado del presente: sobre la figura del indio que, paradójicamente, parece llamado a convertirse, en las visiones de Jacques, en el verdadero ser u-tópico, sin lugar sobre la tierra.

Consideraciones finales

En este trabajo me propuse leer Excursión al río Salado y al Chaco como un relato de viaje, retomando, para tal fin, los conceptos de lugar y espacio, mapa y recorrido, planteados por de Certeau. Estas nociones han sido el punto de partida para explorar la construcción del “desierto del Chaco” y sus inmediaciones como un gran cuadro dinámico en el que la enunciación del expedicionario articula múltiples perspectivas y organiza el espacio que lo rodea a partir de una serie de gradaciones y contrastes, reconstrucciones imaginarias del pasado y proyecciones en torno del futuro.

Antes de finalizar quisiera sugerir otros posibles puntos de entrada al texto que no me ha sido posible abordar en el presente análisis. En primer lugar, dado que Excursión... construye el Chaco como topos, acaso resulte válido integrar el texto al corpus, más específico, de aquellas narrativas expedicionarias que toman como objeto el históricamente denominado desierto chaqueño.27 Teniendo en cuenta que la mayoría de estas obras comienza a escribirse a partir de la década de 1880, considero productivo para un futuro abordaje leer el relato de Jacques en serie con estas textualidades a fin de explorar sus posibles puntos de articulación, sus semejanzas y diferencias, sin perder de vista, por cierto, los cambios de coyuntura histórica.

Asimismo, queda pendiente el problema de la disparidad entre la versión original en francés y la traducción al español. No sabemos qué razones tuvo el traductor (¿tal vez Groussac?) para elidir tantos –y tan sustanciosos– pasajes del texto. Weissberg-Belloni (1999) explica el enigma como un asunto de recepción: aquellas partes eliminadas serían las que están dirigidas a los europeos, más precisamente, a los franceses. El argumento es aceptable para comprender la supresión de todo el segundo capítulo –recordemos, aquel en que el viajero expone su programa de colonización e insta a los europeos a instalarse en las tierras chaqueñas–, pero no lo es tanto para justificar la anulación de otros segmentos, por ejemplo, esos en los que Jacques se refiere a las cualidades arquitectónicas, estéticas y funcionales de los poblados indígenas, o aquel otro en que expresa sus dudas acerca de los beneficios que el “progreso” aportaría a quienes, inmersos en la sociedad civilizada, “no podrían ser más que esclavos” (Jacques 1857: 33).

Vale decir que, de momento, en este terreno sólo caben las conjeturas. Aun así, quisiera adelantar como hipótesis muy tentativa que estas últimas exclusiones podrían vincularse con una diferencia de contexto histórico. Tal vez el “lujo” de esa duda que el intelectual francés se permite en el “desierto” chaqueño a mediados de 1850 ya no resulta aceptable en la década de 1890, cuando el relato se traduce. Y no lo es porque encierra una verdad incómoda: a partir de las agresivas campañas de exterminio y reducción comandadas por el general Victorica en el Chaco en 1883 –como parte de la “Conquista del Desierto”– los indios que no sucumben a la masacre se transforman, efectivamente, en esclavos de ingenios y obrajes, o bien del servicio doméstico en las ciudades (en el caso de las mujeres y los niños). Convertida en una profecía cumplida, podría pensarse que acaso la “duda de Jacques”, así como también los comentarios positivos que realiza acerca de ciertos aspectos de la cultura indígena, fueron objeto de una conveniente cisura-censura a los fines de salvaguardar eso que Viñas denomina “la buena conciencia del 80” (2013: 263). Si bien es cierto que en la década de 1890 comienzan a alzarse voces críticas en torno a la oligarquía y el siniestro destino que deparó a las sociedades originarias,28 por ese entonces el “problema del indio” sigue considerándose, en gran medida, una cuestión resuelta y cerrada en torno a la cual la mayoría de los intelectuales y políticos no está dispuesta a recapacitar y dudar.

NOTAS

1 Se denomina Gran Chaco a una vasta región geográfica y área cultural de Sudamérica que se extiende sobre los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Brasil, y Paraguay. El territorio que Jacques recorre en 1855 es una fracción específica del Gran Chaco llamada en los registros históricos “Chaco Gualamba” o “Chaco-santiagueño” y situada, por ese entonces, al este –en calidad de frontera, no ocupada formalmente por el gobierno nacional– de la provincia de Santiago del Estero (Rossi y Banzato 2011: 211).

2 Claudia Torre apunta que la Conquista del Desierto en la Argentina del siglo xix ha producido una narrativa expedicionaria que reúne croquis, biografías e informes militares, crónicas de fogón, relatos de extranjeros, memorias de expedicionarios y naturalistas (Torre s/a). “Las obras conforman una narración transversal que, como práctica, atraviesa diversos sujetos, diferentes instituciones y múltiples órdenes discursivos: literario, científico, militar, político” (Torre 2010: 14). Según la autora, más allá de su dimensión institucional y su fuerte pulsión documental, el carácter literario de estos escritos se evidencia en los artificios retóricos que se ponen en juego y en la emergencia de la subjetividad del viajero en el texto que produce (Torre 2003, 2010).

3 Paul Groussac (1848-1929) se desempeña como Director de la Biblioteca Nacional entre 1885 y 1929 (Bruno 2008), y edita y dirige la revista La Biblioteca entre 1896 y 1898 (Prieto 1968). El relato de viaje de Jacques aparece incluido en el volumen V, año II (pp. 321-359) de esta publicación. No he podido hallar ninguna referencia acerca del autor de la traducción.

4 La versión de 1945 (Amadeo Jacques, Escritos; compilación y prólogo de Juan Mantovani) es una reproducción exacta del texto aparecido en la revista La Biblioteca.

5 Todas las traducciones de la versión francesa que aparecen en el presente trabajo me pertenecen.

6 Cabe aclarar que Jacques no ejerce la profesión de topógrafo, ni naturalista y menos aún de antropólogo. Lo que intento decir es que, durante el viaje, su mirada adquiere la impronta de estas disciplinas y se propone recoger sobre el terreno aspectos vinculados a la topografía, las especies animales y faunísticas, y las sociedades humanas locales.

7 El texto abunda en descripciones topográficas que dan cuenta de las características del territorio y las diferencias que se perciben, con el avance de la expedición, en el relieve y la composición del suelo. También se mencionan y clasifican, muchas veces con sus nombres científicos, las especies vegetales y animales propias de la región.

8 Esta característica puede advertirse en el siguiente pasaje: “Por encima de esta ruda alfombra se ciernen en su majestad el poderoso algarrobo y, semejantes a gigantescos mirtos, el mistol y el quebracho, muy desparramados, con esa sabia irregularidad de la que únicamente la naturaleza tiene el secreto y que jamás imita bien el arte. […] Los grandes cactus […] parecen otros tantos enormes candelabros dispuestos de antemano para alumbrar durante la noche una fiesta de gigantes” (Jacques 1945: 118-119).

9Matará emprunte un cachet de demi-barbarie qui frappe dès le premier abord” (Jacques 1857: 8) (“Matará presenta un carácter de semi-barbarie que impresiona a primera vista”).  

10 En la mayor parte del texto se utiliza el término “indios” en un sentido general, sin diferenciar los distintos grupos que conforman ese gran colectivo nacido de la imaginación europea. Sólo en una ocasión, y como al pasar, Jacques menciona los nombres de unas pocas “tribus indígenas”: “Mokovis”, “Tobas”, “Montaraces” y “Espineros” (1857: 50).

11 Aunque no signifiquen lo mismo, “bárbaro” y “salvaje” son conceptos que el texto confunde y utiliza indistintamente.

12 La perspectiva de Jacques coincide, en este sentido, con la de gran parte de los intelectuales, políticos y militares de la Argentina de esa época. En efecto, si en el período inmediatamente posterior a la independencia nacional “se apelaba a un discurso reivindicativo de la integración del indio a la conformación de la nación” (Trinchero 2000: 87), hacia mediados de siglo la postura de las elites políticas y militares en torno a la cuestión indígena en el Chaco toma un carácter belicista –fundado en la violencia militar y de grupos armados paraestatales– orientado hacia la reducción y el exterminio (Trinchero 2000).

13S´enfoncer” es la expresión utilizada en la versión francesa, que significa adentrarse, introducirse, pero también hundirse.

14 “Ese gusto por la naturaleza, ese arte de adaptarla a sus simples necesidades sin desfigurarla ni destruirla [...]. Junto al amor apasionado por la salvaje independencia de su vida errante, estos rasgos son los más nobles de su carácter”. El pasaje pertenece a la edición francesa y fue eliminado de la traducción al español.

15 Viñas (2013) ha señalado la influencia de Jacques sobre la generación del ‘80. Acaso sea un buen ejemplo esta acción del francés sobre el cuerpo del indígena, en la que parece cifrarse un siniestro adelanto de aquello que luego será moneda corriente entre los científicos positivistas de las últimas décadas del siglo xix: Estanislao Zeballos y el Perito Moreno, entre otros, recogiendo cadáveres de indios en las tierras desoladas por la ofensiva de Roca, disecándolos y convirtiéndolos en objetos de museo; conjunto de prácticas que ha sugerido a Jens Andermann la atinada idea de que, en la Argentina, “la antropología nace como una ciencia de rapiña” (2003: 376).

16 “Sus cabellos, gruesos, duros y sin la menor ondulación, están echados hacia atrás [...]. A pesar de la ventaja de este peinado, no existe frente alguna [...], el ángulo facial es además muy agudo [...]. Como en compensación de la estrechez del cerebro, la distancia y la anchura de los pómulos es desmesuradamente grande. La mandíbula inferior es fuerte y saliente. En cuanto a los miembros [...], la cadera es ancha, el muslo carnoso, la rodilla gruesa y torcida, la pierna endeble. El pie tiene una forma particular que explica la infalibilidad de los guías para distinguir, a la primera ojeada, la huella de un cristiano y la de un indio. Los dedos, casi iguales de largo, forman con sus extremidades una línea recta; el talón es prolongado y estrecho, y la planta enteramente lisa [...]” (Jacques 1945: 149-150).

17 Acerca del ataque a la toldería, que finalizara con la muerte de algunos de sus habitantes, Jacques apunta: “Lo importante no era el número de los muertos sino el terror que los supervivientes iban a llevar al desierto […]. Era como el último término de una gradación sostenida que debía llevar el espanto a su colmo. No hacía mucho que todo huía delante de ellos; poco después se les hacía frente, luego se les perseguía, y por último se les iba a atacar hasta en sus mismas tolderías” (1945: 146; la cursiva es mía).

18 Viñas sostiene que, en el Martín Fierro, la “negación” es el rasgo predominante del gaucho, mientras que el del indio es la “negatividad”: “el primero sobrevive en infracción episódica, el segundo vive en la concurrencia de un paralaje de conflicto permanente [...]. Se trata, bien visto, del espacio que se abre entre el código penal y la guerra: al gaucho jamás se lo conquista, se lo somete a la leva; el indio, en cambio, está condenado al genocidio” (2013: 152). En el caso de Jacques, y como se ha señalado antes, a la eliminación de los indios mediante la guerra se suma, como otra posibilidad que contempla el autor, la transformación y posterior desaparición de estas culturas a través de los cruzamientos con la población blanca. Aunque la imagen que Jacques proyecta de los gauchos también es fuertemente negativa, sería arriesgado conjeturar qué destino proyecta para ellos, puesto que en el texto que nos ocupa sólo les dedica las breves líneas que he citado más arriba.

19 Al igual que la descripción de la arquitectura indígena, el pasaje en el que Jacques elogia los objetos que encuentra en la toldería ha sido eliminado en la traducción al español. No lo transcribiré por extenso; bastará simplemente con reproducir algunos de los calificativos que el viajero emplea para referirse a estas piezas: “des gros écheveaux de fil d´agave, très bien préparé” (grandes madejas de hilo de ágave, muy bien preparadas); “des écailles de tatous [...] coquettemente brodées, [qui] feraient pour les dames d´Europe, les paniers à broderie les plus jolis du monde” (caparazones de mulitas coquetamente bordados que serían, para las damas de Europa, las cestas bordadas más lindas del mundo) (Jacques 1857: 36).

20 “[Los indígenas] sienten [...] que en la sociedad civilizada ellos no podrían ser más que esclavos, y si supieran hablar tan bien como el lobo de la fábula, dirigirían sin duda al hombre civilizado el mismo discurso que el lobo dirige al perro cuando le ve el cuello pelado por el collar. Después de esto, ellos volverían alegremente a comer caballos en la pradera. ¿No tienen razón en desdeñar lo que nosotros les podríamos dar? En el desierto, esta duda está permitida”.

21 “[La pradera] está sembrada de árboles y arbustos dispuestos como de propósito [...] para comodidad y adorno de las viviendas ausentes. He dicho ausentes; pero se sabe, por los recuerdos de la gente antigua del país y por bien claros vestigios, como fragmentos de ladrillos y de artefactos de barro, que no siempre han estado solitarias estas regiones” (Jacques 1945: 131; la cursiva es mía).

22 Pablo Wright señala que, en las narrativas expedicionarias, el concepto de “desierto” no alude exactamente a un espacio vacío de población sino más bien a “un vacío que debía ocuparse con la cultura occidental” (1998: 51), tratándose, en este sentido, de “una tierra vacante lista para la ocupación económica y política” por parte de las fuerzas colonizadoras (1998: 40).

23 Jacques comenta que “en lo que va de este año, las depredaciones de los indios han añadido al desierto una extensión de ocho leguas en la orilla izquierda del Salado, desde la altura del Bracho hasta la Gramilla” (1945: 123; la cursiva es mía). No obstante, si el viajero asocia los ataques de los “salvajes” con la desertificación del territorio y la frustración continua de la “prosperidad” de las formas de vida civilizadas, en cierto sentido, su propio relato dice otra cosa, permite leer lo inverso: que es más bien el avance de la expedición el que desertifica el espacio, convirtiendo al indio vivo en cadáver, al solaz cotidiano de la toldería en escenario de vacío y desolación que la avanzada civilizadora recorre triunfante dejando la huella de la razzia.

24 “He contado, en el relato precedente, los sucesos que me impresionaron, sin otro orden que el que depararon los azares del camino y el capricho de los acontecimientos [...]. Quisiera ahora agruparlos en un cuadro reducido y regular, y extraer de cada uno de ellos y del conjunto así ordenado algunas conclusiones que puedan interesar al presente o al porvenir de este país. Ese será el objetivo de este breve capítulo segundo”.

25 Transcribo un pasaje de esta persuasiva oratoria: “Tout mon ambition serait ici que ces lignes parvinssent dans ma patrie [...]. Vous tous qui, dans les rangs pressés de la population européenne […], restez attachés aux chances d´un salaire chétif et précaire […], si vous vous sentez du courage et de la force, si vous êtes laborieux et sobres, s´il vous reste enfin quelques minces ressources pour confier à la terre quelques semences et attendre qu´elle vous les rende au centuple, unissez-vous et venez ici [au Chaco] avec confiance” (Jacques, 1857: 57; la cursiva es mía) (“Toda mi ambición consiste en que estas líneas lleguen a mi patria [...]. Todos ustedes, quienes perteneciendo a los sectores oprimidos de la población europea [...] permanecen atados a la vicisitud de un salario escaso y precario [...], si sienten el coraje y la fuerza, si son laboriosos y austeros, si aún disponen de algunos magros recursos para confiar a la tierra un puñado de semillas y esperar a que ella les devuelva al cien por cien, únanse y vengan aquí [al Chaco] con confianza”).

26 El proyecto “sarmientino” que Jacques defiende –formación de colonias de pequeños productores– no se realiza finalmente. A partir de 1856, un conjunto de inversores franceses (convocados por –y asociados con– el propio Jacques) comienza a adquirir grandes extensiones de los recién loteados terrenos que la administración política provincial les entrega a muy bajo costo. Este proceso resulta en la formación de latifundios en manos de la elite local y de los terratenientes extranjeros, y el objetivo de “poblar” la región queda incumplido. De todos modos, Jacques obtiene beneficios de la participación en el emprendimiento ya que el gobierno paga sus honorarios como agrimensor mediante el otorgamiento de tierras a él y a su familia directa convirtiéndolos en propietarios (cf. Rossi y Banzato 2011).

27 Dentro de este corpus pueden mencionarse El Gran Chaco (1881), de Jorge Fontana; “The Gran Chaco and its Rivers” (1889), de John Page; “A travers le Gran Chaco. Chez les indiens coupeurs de têtes” (1891), de Arthur Thouar; “El Pilcomayo o río de los Pillcus” (1897), de Ramón Lista; Expedición al Pilcomayo (1905), de Lucas Luna Olmos; Expedición al Pilcomayo (1906), de Domingo Astrada, entre muchos otros textos.

28 En esta línea crítica abierta en el corazón mismo de la generación del ‘80, Viñas sitúa, entre otros autores, a Carlos María Ocantos (1860-1949) y su novela Quilito (1892), obra en que se plantea el problema de la sumisión oligárquica de los indios y la utilización de las tierras que habían sido suyas (cfr. Viñas 2013).

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