Orbis Tertius, vol. XX, nº 22, diciembre 2015. ISSN 1851-7811.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria
http://www.orbistertius.unlp.edu.ar/

Reseña/Review

 

Hortensia Calvo y Beatriz Colombi (eds.), Cartas de Lysi. La mecenas de Sor Juana Inés de la Cruz en correspondencia inédita.

Madrid, Frankfurt, México; Iberoamericana, Vervuert, Bonilla, 2015, 240 páginas.

 

Desde que en 1980 Aureliano Tapia M éndez encontró en Monterrey la carta que Sor Juana Inés de la Cruz le enviara a su confesor, Antonio Núñez de Miranda alrededor de 1681, no hubo descubrimiento tan importante en torno a los misterios de la décima musa como el que Hortensia Calvo y Beatriz Colombi hicieron en la Latin American Library de la Universidad de Tulane. Dos cartas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI Condesa de Paredes y marquesa de la Laguna, mecenas de Sor Juana, fueron el feliz tesoro que las autoras hallaron entre papeles legales coloniales. Ambas cartas están firmadas por la Condesa y su revelación ilumina un nuevo camino en torno a la vida y obra de Sor Juana Inés de la Cruz y a la trascendencia de los espacios de poder ocupados por mujeres en la Colonia.

El interés de la crítica por la vida de Sor Juana y por sus vínculos con las cúpulas virreinales es constante. Desde la primera biografía escrita por Amado Nervo (1910) hasta el último libro de Antonio Alatorre y Marta Lilia Tenorio (1998), pasando por los infaltables estudios de Ludwig Pfandl (1963), Octavio Paz (1980), o incluso por la película de María Luisa Bemberg (1990), una zona privilegiada fue la relación entre Sor Juana y la Condesa de Paredes. El vínculo entre ambas suscitó, como se sabe, variadas hipótesis de diversa calidad. La Condesa de Paredes ha sido, hasta ahora, un casillero vacío en la crítica sorjuanina, apto para ser llenado con muy diversos sentidos.

Por otro lado, si bien el lugar de la mujer en las esferas de lo cotidiano en Nueva España ha sido estudiado con detalle (por ejemplo en el libro dirigido por Isabel Morant, Historia de las mujeres en España y América Latina), hay un espacio vacío: la mujer en el centro del poder virreinal novohispano. El lugar de las virreinas (y de esta en particular) fue uno dedicado a la fantasía. Especialmente a partir de la poesía sorjuanina dedicada a Lysi, Lisi, Lisis, Lísida o Filis, la crítica ha intentado ver más allá de la estructura retórica y de la poética de la monja hacia el vínculo concreto y real entre ambas: ¿Eran amigas? ¿Eran confidentes? ¿Se veían con frecuencia? ¿De qué hablaban? ¿Su vínculo derivó en uno romántico? Aún más, a partir de estos poemas y del hecho de que la Condesa de Paredes fuera la responsable de la primera edición de la poesía de Sor Juana Inés en 1689 en Madrid, se ha intentado comprender cuál fue verdaderamente la responsabilidad y la ocupación de la Condesa en Nueva España, sus influencias, sus amistades, sus privilegios y sus obligaciones.

Lo que el libro de Hortensia Calvo y Beatriz Colombi aporta a la discusión es una serie de pruebas concretas y reales de que responder estas interrogantes aún es posible. Las cartas encontradas contienen una serie de datos sobre la relación entre la poeta y la Condesa, entre la Condesa y el poder; sobre sus intereses públicos y privados, tan reveladores que, por primera vez, podemos releer la obra de Sor Juana sabiendo con certeza quién es el objeto de tanta poesía.

El libro consta de una breve Introducción donde se esboza el propósito del estudio (brindar un acceso fidedigno a los materiales hallados y armar una biografía de María Luisa) y dos partes bien distinguidas. La primera está compuesta por dos capítulos, una cronología y una extensa y detallada bibliografía. El primer capítulo detalla la proveniencia, el contexto y el contenido de las cartas. Ambas forman parte de la colección de manuscritos denominada “Viceregal and Ecclesiastal Mexican Collection” de la Latin American Library de la Universidad de Tulane, Nueva Orleans. Los más de 3.000 documentos están fechados entre 1534 y 1919 y son, en su mayoría, de carácter oficial. No se sabe cómo llegaron las cartas a Tulane, pero las autoras arman el recorrido desde las manos del librero anticuario que las poseía, Charles Heartman, a la Biblioteca de la LAL en 1936 y su pobre e incompleta catalogación y descripción. Este pasaje de papeles da cuenta, además, del rico intercambio que las universidades de todo el mundo hicieron con libreros particulares, coleccionistas privados y otra bibliotecas. Prueba de esto es que, según las autoras, la correspondencia y los catálogos de venta de Heartman se encuentran no en Tulane junto con su colección, sino en la McCain Library and Archives de la Universidad de Southern Mississippi. Estos recorridos deben hoy, a todas luces, volver a revisarse, si no es por la esperanza de nuevos hallazgos, por lo menos por una mejor y más detallada catalogación.

En un segundo momento, este capítulo contextualiza la época de la escritura de ambas cartas. La primera, a fines de diciembre de 1682, dos años después de haber llegado a Nueva España, está dirigida a su prima, la Duquesa de Aveiro. La segunda, de julio de 1687, a nueve meses de dejar el Virreinato, está dirigida a su padre. Lo interesante del estudio es que el foco no está puesto solamente en el mundo privado de María Luisa, sino en los eventos de relevancia pública que la rodearon al momento de escribir ambas epístolas. Y aquí hay que hacer un breve excursus. La importantísima cantidad y la ineludible relevancia de las fuentes históricas y críticas citadas por las autoras son dignas de una especial mención, ya que proveen a las cartas –y, en no menor medida, al lector– de un significativo aparto histórico-crítico que, con criterio, sirve de apoyo en una lectura compleja.

Este primer capítulo contiene el aporte más significativo del volumen: el análisis del contenido de ambas cartas. Allí, las autoras concentran sus esfuerzos en recuperar todo aquello que podría ser relevante para la reconstrucción, no solo del “circuito de vínculos femeninos” como con acierto lo llaman, sino de la “leyenda sorjuanina”. La carta a la Duquesa de Aveiro contiene la joya del libro: un breve pero revelador relato acerca de la amistad que unía a la virreina con Sor Juana Inés de la Cruz. Relata sus visitas, su origen humilde, y otros datos biográficos que hasta ahora solo eran conocidos por la biografía que el Padre Calleja hace de la poeta en Fama y Obras Póstumas (1700). Pero no solamente sobre Sor Juana escribe la virreina. Sus preocupaciones por el gobierno de su marido y sobre la situación política de su prima luego de la Guerra de Sucesión española muestran a una Condesa preocupada por el devenir político de su familia y su país.

En segundo lugar, la carta a su padre, Vespasiano Gonzaga –de tono aún más íntimo– revela, entre otras cuestiones, las tensiones con los nuevos virreyes, la vida cotidiana en la corte novohispana y el crecimiento de su único hijo.

El segundo capítulo esboza la primera biografía de la Condesa de Paredes. Allí, las autoras recopilan una importante cantidad de relevantes datos para poder responder la pregunta que se hacen a lo largo del libro: ¿Quién fue María Luisa? El capítulo está dividido en apartados que recorren su vida con gran detalle. Desde sus ancestros, su educación y situación en la corte como menina de Mariana de Austria (acompañada de una interesante descripción de la vida en la corte española), a su vida en Nueva España, su regreso a la península y sus últimos años en el exilio de Milán, el capítulo arma una completísima biografía de uno de los personajes más enigmáticos de la colonia novohispana.

Esta primera parte cierra con una detallada cronología que ubica las cartas, a su autora y a sus destinatarios en el flujo de la historia.

La segunda parte del libro cuenta con tres transcripciones de cada carta de María Luisa: los facsímiles, las versiones paleográficas, y las versiones modernizadas y anotadas. Además, contiene cinco apéndices: la nómina de la comitiva de Tomás Antonio de la Cerda; las cartas del VIII duque de Medinaceli (primo de la Virreina) al Virrey Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna; los poemas de María Luisa a Sor Juana; los poemas de Sor Juana a María Luisa y a María de Guadalupe, la Duquesa de Aveiro y preciosas ilustraciones. Por último, el libro cierra con un índice de los nombres propios que se pueden leer en las cartas.

Si leer es una cacería furtiva donde los lectores construyen significados, abren nuevos espacios de interpretación en los textos y modelan sentidos diferenciados por fuera de ellos, en la vida real del investigador, el trabajo de quienes se dedican a la literatura colonial más que una cacería furtiva es una cacería de lo extinto. Las hipótesis que se pueden construir a partir de pequeños datos que guíen la búsqueda de la presa elaboran trayectorias (físicas-interpersonales-interinstitucionales) que no siempre tienen finales felices. Las oportunidades pueden presentarse, pero sin la dedicación y la paciencia no se encuentran siempre aquellos “papelillos sueltos” que certifiquen que la literatura colonial vive por fuera del corpus literario y que su cacería es tan amplia como lo es el deseo de estos fabulosos hallazgos.

Carla Fumagalli

 

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