Orbis Tertius, vol. XX, nº 22, diciembre 2015. ISSN 1851-7811.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria
http://www.orbistertius.unlp.edu.ar/

Reseña/Review

 

Adolfo Prieto, Conocimiento de la Argentina. Estudios literarios reunidos.

Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2015, selección y prólogo de Nora Avaro, 563 páginas.

 

Entre los treinta y cuatro textos críticos aquí recopilados que Adolfo Prieto publicó entre 1953 y 2005 el lector va a encontrar por un lado textos familiares. Nombremos solo unos pocos entre los mejor recordados y más hallables en las bibliotecas: “La literatura de izquierda. El grupo Boedo”; “Sarmiento. La forja del escritor, 1839-1845”, la versión original de “Sarmiento. Casting the Reader, 1839-1845”; “La culminación de la poesía gauchesca”; el prólogo a Los siete locos. Los lanzallamas en Biblioteca Ayacucho; “Estructuralismo y después”, aquel artículo en Punto de vista.

Por otro lado el lector encontrará, junto a algún inédito, escritos inaccesibles y olvidados. Hace dos años, en 2013, la Editorial Municipal de Rosario, también en su “Colección Mayor”, publicó Nacionalismo y cosmopolitismo en la literatura argentina de María Teresa Gramuglio. Conocimiento de la Argentina, como el anterior, es un acto de reconocimiento a una trayectoria, pero sobre todo cumple el propósito de reunir selectivamente en un volumen una serie de textos necesarios y dispersos.

La recopilación lleva un prólogo de Nora Avaro, “Pasos de un peregrino. Biografía intelectual del Adolfo Prieto”. Lo primero que sorprende del prólogo es su extensión, exactamente cien páginas. La segunda sorpresa, que se comprueba una vez concluida su lectura, es que el prólogo, que desde luego sirve de introducción a los textos reunidos, se deja leer como un texto independiente. Parece inevitable nombrar aquí a un escritor de la joven generación de 1880 que fue importante en el proyecto crítico de Adolfo Prieto: Ernesto Quesada, el autor de El “criollismo” en la literatura argentina, que más de una vez se propuso escribir una reseña sobre un libro y terminó por escribir otro libro.

El prólogo comienza por explicar el título:

El 21 de octubre de 1968 Adolfo Prieto firmó un contrato con la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil de Rosario para dirigir la colección “Conocimiento de la Argentina”. El contrato incluye en su articulado el plan completo de edición con un total de veinticuatro volúmenes a publicarse, bajo el sello Editorial Biblioteca, en el término de dos años, a partir de julio de 1969.
En coincidencia histórica con el Centro Editor de América Latina (CEAL), fundado por Boris Spivacow, en Buenos Aires, en 1966, junto al equipo saliente de la editorial Eudeba de la que hasta el momento Spivacow había sido gerente general, la Vigil también acogió, luego del golpe de Estado del general Juan Carlos Onganía, a los profesores renunciantes de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), sede Rosario.

De los veinticuatro títulos previstos en el plan del contrato solo se publicaron cinco, todos con prólogos de Prieto —y los cinco prólogos quedaron ahora recogidos en este libro. En ese relativo y tan habitual fracaso editorial Nora Avaro encuentra una especie de abreviatura del proyecto crítico de Adolfo Prieto. Dice: “En 1968 (Prieto tiene 40 años) el plan para la Vigil cifra, hacia el pasado y hacia el futuro, su entero lance intelectual y, también, su más tenaz objetivo crítico: una historia social de la literatura argentina”.

La colección preveía incluir clásicos como el Facundo de Sarmiento y Radiografía de la Pampa de Martínez Estrada, una “apuesta personal” como El “criollismo” en la literatura argentina de Quesada, textos autobiográficos y libros de viaje. El plan de la colección no podía sino basarse en la experiencia para entonces ya consolidada de Adolfo Prieto como profesor, crítico y editor, y a la vez contenía los núcleos que seguirían desplegándose durante más de tres décadas. Al componer el índice de Conocimiento de la Argentina, Nora Avaro por supuesto no buscó probar su propia tesis, pero una mirada sobre el índice confirma que la tesis, en general y suficientemente, funciona.

Esta tesis, la del título, dice en su forma más precisa que en 1968 ya estaba definido el proyecto de Prieto. Y en términos menos precisos presupone lo que los lectores de Prieto dan por supuesto, la coherencia y la duración de ese proyecto. De modo que el prólogo, sin insistir en la evidente presencia de un dibujo en la alfombra, va detallando los puntos de enlace de esa constancia, con más insinuaciones y ampliaciones que revisiones y arrepentimientos. En la presentación del libro (Rosario, 1 de octubre de 2015), María Teresa Gramuglio, sentada entre Nora Avaro y Beatriz Sarlo, dedicó uno de los párrafos de su intervención a pensar una discontinuidad en esa continuidad. Sugirió:

La relación de Prieto con la teoría literaria es un tema que merecería ser interrogado en el contexto de la recepción de las teorías críticas en el ámbito intelectual latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX, ámbito atravesado en buena parte por las tensiones sintetizadas en la fórmula entre la pluma y el fusil. Un primer indicador es para mí la interrupción en el ritmo de publicación de los libros. Entre los Estudios de literatura argentina de 1969 y El discurso criollista de 1988 transcurrieron casi veinte años. A la fractura que supuso la violencia política que finalmente lo obligó al exilio se sumó la imposibilidad de debatir en un medio intelectual adecuado las transformaciones vertiginosas de la teoría literaria que se sucedieron a partir de la irrupción del estructuralismo con sus proclamas iniciales de reinado del texto y exclusión de la historia.

Gramuglio propuso esta buena idea, centrada en la violencia política en Argentina y en los flujos transatlánticos de las teorías parisinas, como un posible complemento al prólogo y a la edición de Avaro.

El prólogo, por su parte, además de subrayar el año 1968, se ocupa detenidamente del período que va desde fines de 1958 a septiembre de 1966, durante el cual Adolfo Prieto fue profesor de Literatura Argentina en Filosofía y Letras de Rosario. Entre 1959 y 1964 fue también su decano. Dirigió el Instituto de Literatura Argentina, fundó el Boletín de Literaturas Hispánicas y los Cuadernos del Instituto. “Desde la dirección del Instituto de Letras y desde su propia materia de Literatura Argentina”, resume Avaro, “Prieto definió un perfil de egresado que ampliaba el dominio profesional no solo hacia la enseñanza, como era rutina curricular, sino hacia la investigación y la escritura”. Este período se cerró con la renuncia de Prieto a sus cargos, acompañada por una renuncia masiva de los demás profesores, tras el golpe de Estado de Onganía. Fue un “tremendo error”, dice la entonces estudiante Nora Catelli en una de las entrevistas citadas en el prólogo, que en su momento fue vivido “de manera heroica”.

En la presentación del libro, Beatriz Sarlo insistió en la singularidad de Prieto entre sus compañeros de Contorno:

Viñas y Rozitchner fueron siempre anti-institucionales. Su reflejo ideológico era el cuestionamiento antes que la construcción. Jitrik y Halperin siempre trabajaron en instituciones, pero no fueron constructores. Sebreli o Correas fueron para-institucionales. Curiosos casos paralelos son Ismael Viñas, que dirigió un partido, y Masotta, que gobernó una de las iglesias psicoanalistas. De todos ellos, el único constructor fue Prieto.

El momento de construcción institucional quedaba interrumpido por la denuncia, así como antes la denuncia lo había ayudado a llegar al decanato. Dice Gladys Rímini, entonces presidente del Centro de Estudiantes, en una entrevista citada en el prólogo:

¿Y entonces qué hacíamos para sacar el decanato de Adolfo? Teníamos que ir a una asamblea general para sostener su candidatura y, la verdad, es que mucho no sabíamos de Adolfo Prieto. ¿Qué teníamos? Su libro, el libro de Borges. Y con el libro de Borges llevamos la asamblea adelante, sacando y acomodando como podíamos la ideología de Adolfo de Borges y la nueva generación.

Como sea, y más allá de estos episodios que pueden no ser mucho más que anécdotas, pero que muestran la diversidad de los minuciosos materiales con que el prólogo reconstruye la biografía intelectual de Prieto, la década de 1960 fue la etapa de fundación de una nueva crítica universitaria. Fuera de los nombres previsibles de Sartre y de Martínez Estrada, Adolfo Prieto queda retratado como el maestro de una brillante generación de críticos, sin que se le descubran a su vez maestros o modelos en el propio ámbito universitario. Por lo demás, en esa etapa fundacional el prólogo distingue, como vimos, dos momentos, de los cuales solo el primero es institucional, mientras que el segundo participa de las experiencias de Eudeba y Centro Editor de América Latina.

La biografía de Adolfo Prieto contada por Nora Avaro es la biografía de un “peregrino”. Rosario, Córdoba, Mendoza, Montevideo, Besançon, La Jolla (California), Gainesville (Florida) quedan nombrados en los subtítulos del prólogo y son los principales puntos del itinerario de un docente que para trabajar debió viajar, y que en primer lugar debió viajar de su San Juan natal a Buenos Aires, para convertirse después en un profesor viajero. La persistencia y la interrupción parecen haber gravitado parejamente sobre un proyecto que, en realidad, y aun sin olvidar La literatura autobiográfica argentina (1962) o incluso los Estudios de literatura argentina (1969), muy tardíamente quedaría resuelto y logrado con sus dos libros mayores. Prieto fue precoz en la publicación de sus primeros libros, pero ya tenía sesenta años cuando publicó El discurso criollista, sesenta y ocho cuando publicó Los viajeros ingleses.

El prólogo usa y muestra un vasto archivo de fotografías, cartas y entrevistas. Un principio del proyecto crítico de Prieto, que toleraba mal el demasiado ego, fue la impersonalidad. En este caso se trataba de escribir la biografía de alguien que, adelantándose a modas futuras, había escrito sobre la autobiografía, y evitaba lo autobiográfico. Nora Avaro, como Judith Podlubne en su prólogo al volumen de Gramuglio, no omite la infancia. Cuenta la historia desde su padre inmigrante Feliciano Prieto, la fábrica de barquillos en San Juan, el terremoto de 1944. El resultado es una biografía de Adolfo Prieto, tan sin acción como el biopic de un gran lector, pero sobre todo una historia de la crítica literaria latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX.

Sergio Pastormerlo

 

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