Orbis Tertius, vol. XX, nº 22, diciembre 2015. ISSN 1851-7811.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria
http://www.orbistertius.unlp.edu.ar/

Artículo/Article

 

Benvenuto Terracini y Demetrio Gazdaru: dos lecturas desplazadas del archivo glotológico de Graziadio Isaia Ascoli


por Diego Bentivegna

(Universidad Nacional de Tres de Febrero -
Universidad de Buenos Aires – CONICET, Argentina)

RESUMEN
En este trabajo proponemos centrarnos en dos intervenciones de lectura sobre la obra del lingüista italiano Graziadio Isaia Ascoli, producidas por lingüistas europeos instalados en la Argentina: el italiano Benvenuto Terracini, que ejerció como profesor de Lingüística en la Universidad de Tucumán entre 1941 y 1946, y el rumano Demetrio Gazdaru, que fue docente de materias lingüísticas en diferentes universidades del país desde 1949 hasta 1973. Entendemos esas relecturas como un momento sustancial en los respectivos diseños de la historia de los estudios sobre el lenguaje que ambos especialistas llevan adelante en ámbito argentino. Asimismo, interrogamos esas relecturas como dos intervenciones por la definición de un saber lingüístico legítimo desde lugares periféricos, en la medida en que apuntalan una tradición romanista alternativa a las diferentes inscripciones hispanistas hegemónicas en los discursos académicos sobre el lenguaje en la Argentina.

Palabras clave: archivo – ideologías lingüísticas – sustrato –actividad lingüística - exilio

ABSTRACT
In this paper we aim to focus on two readings on the work of Italian linguist Graziadio Isaia Ascoli produced by European linguists settled in Argentina: Italian Benvenuto Terracini, professor of Linguistics in the University of Tucumán between 1941 and 1946, and Rumanian Demetrio Gazdaru, who taught linguistic courses in different Argentinian universities from 1949 to 1973. We understand such rereadings as a key instance in the respective designs of a history of language studies which both specialists carry out in Argentina. Besides, we interrogate such rereadings as two interventions on the definition of a legitimate linguistic knowledge production from peripheral places, in so far as they establish a Romance tradition alternative to the different Hispanic inscriptions hegemonic in academic discourses on language in Argentina.

Keywords: archive – linguistic ideologies – substratum –linguistic activity - exile


Efecto de archivo

De una manera u otra, los aportes al saber lingüístico (o mejor, para usar un término acuñado por él mismo, glotológico) de Graziadio Isaia Ascoli reemergen de manera sostenida en las reflexiones sobre el lenguaje del siglo XX y llegan, incluso, al XXI (Cf. por ejemplo, Heller-Roazen 2008). Además de reelaborar los aportes más sólidos de la glotología ascoliana, como la noción de sustrato, la delimitación de los grupos dialectales galo-itálicos o la definición de la existencia del retorrománico, o ladino, postulada en sus Saggiladini como una variedad específica de las hablas regionales del norte de Italia y de Suiza, el siglo XX releerá su producción, su archivo, en el marco de las disputas por la lengua nacional, en las que Ascoli interviene con un texto considerado meridano: el proemio del Archivio glottologico italiano de 1873, cuyo fin, según subraya el propio Ascoli, es “promover la exploración científica de los dialectos italianos que todavía sobreviven” y que marca “un considerable avance en las disciplinas filológico-glotológicas” (Sberlati 2011: 183).

Como el discurso de la literatura o el discurso filosófico, los discursos sobre el lenguaje elaborados desde posicionamientos académicos en la Argentina en el momento de formación del campo disciplinar de los estudios lingüísticos tienen un carácter constituyente. Como afirma D. Maingueneau (2009: 163), ello implica cierto recorrido del archivo y la redistribución implícita o explícita de los valores vinculados con las marcas heredadas por la tradición, que podemos pensar como “efectos de archivo”. Los dos “efectos de archivo” en los que nos centraremos son los que emprenden el italiano Benvenuto Terracini (1886-1968) y el rumano Demetrio Gazdaru (1897-1991). El primero, considerado como uno de los más destacados miembros de la escuela lingüística italiana, heredera directa de las posiciones de Ascoli, se instala en la Argentina en el año 1941, como consecuencia de las llamadas “leyes raciales”, implementadas por el régimen de Mussolini en 1938, por las que se dejaba cesantes de sus puestos en el sistema académico italiano a quienes, como Terracini, que por entonces ocupa la cátedra de Lingüística en la Universidad de Milán, eran judíos. Por su parte, el romanista rumano Demetrio Gazdaru se inscribe en lo que Leo Spitzer (1954), que había abandonado Alemania en 1933 en circunstancias análogas a las de Terracini, caracterizó, en una reseña al homenaje al lingüista alemán Fritz Krüger, instalado luego de la segunda guerra mundial en Mendoza, como una “segunda capa de refugiados”. Se refería así a una camada de académicos europeos que habían tenido algún tipo de relación político-académica con los movimientos de corte fascista de sus respectivos países y que habían buscado nuevos horizontes de trabajo y de vida en las universidades de este lado del Atlántico.

Terracini en Tucumán: Ascoli y una glotología posible

Cuando en 1946 Terracini publica en su lugar de exilio, Tucumán, sus Perfiles de lingüistas, Ascoli era considerado el fundador de los estudios lingüísticos modernos en Italia, esto es, el iniciador de manera sistemática de un modo de abordar los problemas del lenguaje en relación con los acontecimientos históricos que Tullio de Mauro (1981) denomina “escuela italiana”, caracterizada por una reflexión lingüística cultural e histórica. Sin embargo, en el desarrollo de los estudios lingüísticos italianos, la herencia ascoliana estaba, por entonces, en disputa.

Inserto en este haz de disputas, en los años centrales del siglo el “efecto de archivo”, que produce la relectura del corpus ascoliano afecta, fundamentalmente, el presente de la disciplina en sus articulaciones teóricas y políticas. Afecta, pues, su propia condición de un campo disciplinar que, en la Argentina, donde se producen las lecturas desplazadas de Terracini y de Gazdaru que indagamos, estaba por entonces en un proceso de estabilización con la hegemonía de un paradigma sistemático de matriz saussureana. En efecto, la relectura teórica propuesta por ambos lingüistas, expulsados de sus marcos nacionales de pertenencia y de sus lenguas de origen, permite instalar una serie de discusiones en torno a la definición misma de la lingüística y en torno al estatuto glotopolítico de las intervenciones efectuadas desde ese espacio de saber, sea por la colocación de Ascoli en el desarrollo de una historia de las disciplinas relacionadas con el estudio del lenguaje —en el caso de la relectura propuesta por Terracini—, sea por su condición de lugar de entrecruzamiento de una red de discusiones epistolares que involucran a sujetos de los estudios filológicos de diferentes nacionalidades y orientaciones teóricas (desde Bopp hasta Saussurre, desde Schleicher hasta Schuchardt), en el caso de Gazdaru.

Terracini le dedica a Ascoli la totalidad el capítulo II de Perfiles de lingüistas, el segundo volumen que el lingüista italiano publica en la Argentina, después del inicial ¿Qué es la lingüística?, de 1942, y, como éste, publicado también por la Universidad de Tucumán, donde había asumido las cátedras de Lingüística General y de Griego. En el volumen, que retoma algunos escritos de historiografía lingüística que había redactado en Italia, muchos de ellos dedicados especialmente a Ascoli, Terracini despliega un recorrido histórico articulado en torno a algunos grandes nombres, que conforman un panteón de estudiosos de matriz fuertemente historicista y, con el tiempo, geográfica.

Hay un nombre que aparece de manera escasa en el desarrollo histórico propuesto por Terracini, y que resulta especialmente significativo: Ferdinand de Saussure, cuyo Curso de Lingüística General, en la celebérrima traducción de Amado Alonso, había sido publicada por Losada en Buenos Aires en 1945, es decir, sólo un año antes del volumen de Terracini. Es posible pensar el diseño histórico planteado por Terracini como para-saussureano, en una línea que articularía a Humboldt y sus planteos con respecto a la actividad en términos de enérgueia con los estudios de Hugo Schuchardt y, a través de él, con la estilística de Leo Spitzer1 (Venier 2012: 53). Es un posicionamiento que podemos denominar “para-sistemático”, entendiéndolo como un modo de concebir el estudio de los fenómenos lingüísticos en el que el corte epistemológico saussuriano todavía no se había establecido de manera hegemónica. Desde la tradición glotológica, Terracini piensa una concepción “activa” de lenguaje, que se conecta con sus propios desarrollos luego de su regreso a Italia, donde el problema del estilo en relación con la construcción de una lengua literaria múltiple y vital y el problema de la libertad lingüística irán ocupando un lugar cada vez más prominente,2 así como también con otras líneas de los desarrollos lingüísticos contemporáneos, fundamentalmente, con los estudios que en los años cincuenta emprenderá en Montevideo el rumano Eugenio Coseriu, que pensará a partir de ellos una “lingüística integral”, fundamental para los posteriores estudios textuales y pragmáticos (cf. Venier 2012: 69).

El cartero de la verdad: Ascoli en Gazdaru

Copiar, enmendar, reproducir, traducir, anotar, comentar, imprimir: son las prácticas discursivas a las que otro filólogo rumano, Demetrio Gazdaru, somete un sector del archivo ascoliano en la Argentina, que va dando a conocer a lo largo de más de tres décadas. El recorrido biográfico-intelectual de Gazdaru es, en más de un sentido, complementario del de Terracini. El rumano, en efecto, llega a nuestro país durante el peronismo, en los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial. Dueño de una carrera brillante que lo había llevado a ser colaborador de Leo Spitzer en los años veinte en Marburgo y a dar clases de Lingüística en la universidad de Iasi, en su país natal, durante el conflicto mundial Gazdaru, simpatizante del grupo nacionalista Guardia de Hierro, se instala en Italia, de donde había partido poco tiempo atrás Terracini hacia su exilio sudamericano. Lo hace con un cargo oficial: como director del Instituto Rumano de Roma, una institución clave en las redes culturales entre Italia y Rumania, estados por entonces aliados políticos y militares con Alemania. En Roma, a través de sus relaciones con Giulio Bertoni, considerado junto con Matteo Bartoli el principal impulsor de la neolingüística (Lo Piparo 1979; Sberlati 2011), accede a una serie de materiales inéditos del archivo de Ascoli en la Accademiadei Lincei de Roma.

Esos materiales, que, según reconstruye Gazdaru en la nota introductoria a su volumen compilatorio de 1967, Bertoni tenía intenciones de publicar en su revista Biblioteca del Archivium Romanicum —algo que quedará en suspenso por la muerte del lingüista italiano— se trasladarán con el profesor rumano en 1949 a la Argentina. Como profesor primero en la Universidad de Buenos Aires y, más tarde, en la de La Plata y la Universidad del Salvador de Buenos Aires, donde funda el primer Instituto de Filología Románica argentino, Gazdaru permanecerá en nuestro país hasta su muerte, en 1991.

Desde su llegada a la Argentina, Gazdaru comienza a poner en circulación el archivo ascoliano. Así, en el mismo año de su ingreso al país, 1949, y contratado por la Universidad de Buenos Aires gestionada por el peronismo, publica en los Anales de Filología Clásica de la UBA su artículo “La controversia sobre las leyes fonéticas en el epistolario de los principales lingüistas del siglo XIX” (incluido luego en Gazdaru 1967). Las cartas, que son la zona del archivo de Ascoli que Gazdaru pone en situación pública en la Argentina permite recorrer la serie de disputas teóricas que van desde la gramática comparada de las lenguas romances hasta el debate en torno al lugar de las leyes fonéticas y de las ondas expansivas postuladas por Schmidt, con las que se planteaba un paradigma contrapuesto a la noción de “árbol” lingüístico de Schleicher. Las cartas, afirma Gazdaru,

nos aclaran lo que ninguna publicación científica hubiera podido hacer en tal medida, el ambiente íntimo de los eruditos de aquella época, las condiciones morales en que se cumplía el desarrollo de la lingüística, en su fase más brillante y gloriosa, y, por último, la psicología de los grandes representantes de la disciplina (1967: 11).

La reactualización del archivo ascoliano parece tener sobre todo un alcance más explícitamente institucional, en la medida en que puede dar una orientación posible a los estudios lingüísticos y filológicos que, sin desconocer los aportes de la escuela histórica española en la que operaba Amado Alonso y sus discípulos argentinos, pone en juego un antecedente prestigioso para proyectar una reflexión que no se restrinja al mundo hispánico: una lingüística y una filológica de alcance geo-glotopolítico “románico”.

Ascoli, Terracini y Gazdaru: entre dos orillas

El comienzo del capítulo dedicado a Ascoli, por cierto el único lingüista italiano que Terracini ubica en sus Perfiles a altura de los grandes nombres europeos de lengua alemana y francesa, es indicativo de los “efectos de archivo” que el refugiado italiano pone en funcionamiento en el momento de pensar la herencia teórica de su compatriota. En efecto, Terracini recuerda que la primera contribución de Ascoli a los estudios del lenguaje se produce cuando todavía Franz Bopp no había terminado la edición de su gramática comparada “y las de F. Diez y J. Grimm podían todavía llamarse recientes” (1946: 17), mientras que, en el año de su muerte, 1907, estaba en prensa el Atlas linguistique de la France editado por Julles Gilliéron, inscripto ya en una concepción totalmente distinta de los estudios sobre el lenguaje, y que da un nuevo impulso a los estudios de las variedades regionales en lo que uno de los principales maestros de Terracini, y también de Gramsci (Bentivegna 2013), Matteo Bartoli, denominará “geografía lingüística”. Hay, así, algo de bisagra en la producción relativamente marginal con respecto a los grandes focos de la reflexión lingüística del siglo XIX. Afirma Terracini:

El conjunto de ideas e investigaciones que formó su juventud flota dentro de nuestra corriente moderna como restos fósiles e inútiles si no los reanima el espíritu de la crítica histórica. Nuestra generación, separada de él por veinte años de fructíferas discusiones, se siente, sin embargo, muy próxima a él porque muchos de los problemas modernos de la gramática comparada son consecuencia lógica de problemas que fatigaron su mente. Ligados sentimentalmente por la magia que emana cada página suya, podemos hoy sustraernos críticamente a su poderosa personalidad, y al mismo tiempo sentirla de un modo tan vivo como para fijar una imagen con rasgos indelebles (1946: 19-20).

Del mismo modo, en su reposición del corpus epistolar de Ascoli, Gazdaru insiste en el lugar del fundador de la glotología italiana, usando la expresión de Tagliavini, como un “cavaliere tra due sponde” (Gazdaru 1967: 44). La ubicación en este diseño histórico de Ascoli es compleja, pero absolutamente relevante para pensar los “efectos de archivo” que posee una determinada teoría. Es posible desentrañar, en este sentido, una doble operación discursiva que lleva adelante Terracini en la reposición del corpus de intervenciones de Ascoli.

Así, para el especialista italiano la concepción de lingüística propuesta por Ascoli es, en gran parte, la de un teórico filiado en una concepción historicista con resabios positivistas. En concreto, de acuerdo con Terracini, hay en los planteos ascolianos elementos que lo conectan con el futuro y que permiten retomar algunos postulados que las posiciones sistemáticas de matriz saussuriana habían marginalizado en función, precisamente, de una reflexión sincrónica. Incluso, la “paleontología lingüística” de Ascoli anticipa algunos de los desarrollos de la posición activista de Hugo Schuchardt, en la medida en que el fundador de la glotología en Italia habría planteado una concepción realista, “cada vez más libre de estructuras naturalísticas”, que evidencia la condición del lenguaje como producto histórico. La distancia está entre el estudio con resabios positivistas de la lengua como un “fósil”, planteada por Ascoli, y la tendencia al estudio de la lengua en su valor de “actividad actual”, planteada por Schuchardt (Loporcaro 2010).

De arios y de semitas: la “audacia” de Ascoli

En un principio, luego de sus primeros estudios relacionados con el sánscrito y el indoeuropeo, Ascoli comienza a trabajar en el ámbito de una hipótesis que representa una “audacia” en la medida en que pretende demostrar lo que denomina la “unidad prehistórica”, por supuesto hipotética, de los grupos de lenguas indoeuropeas y de las lenguas semíticas. Publica así en 1864 el artículo “Del nesso ario-semitico” en la revista Politecnico de Milán, que se mueve en línea que se adecua al monogenitismo que, en el siglo XX, sería retomada por Augusto Trombetti, a quien Gramsci discute en los Cuadernos de manera contundente (Bentivegna 2013). Por su parte, en el segundo de los artículos de Gazdaru referidos al archivo de Ascoli publicado en Anales de Filología Clásica, “A propósito de Stammbaumtheorie y Wellentheorie”, de 1952 (ahora en Gazdaru 1967) retomará el problema de una lengua común a partir del diálogo entre el glotólogo italiano y August Schleicher, en dos cartas de éste en las que manifiesta una posición fuertemente negativa con respecto a la hipótesis ascoliana (Gazdaru 1967: 154).

A partir del debate sobre la reconstrucción hipotética de lenguas primitivas originarias que recorre en el archivo de Ascoli, Gazdaru va más allá. Interviene de manera explícita en el marco de un debate a las claras político, planteado por la lingüística soviética desde Nicolás Marr hasta la famosa intervención de Stalin en 1950 que pone fin al ciclo “marrista”, y que tenía evidentes ecos en el desarrollo de los estudios lingüísticos de los países que, como Rumania, estaban desde 1945 bajo la órbita de Moscú. El proyecto soviético de construcción de un idioma común por el desarrollo mismo de las fuerzas productivas bajo el comunismo es la contractara, para Gazdaru, de las concepciones arbóreas de Schleicher y de las hipótesis ario-semíticas de Ascoli, pero proyectadas de otra manera. No son, pues, la aplicación de las concepciones lingüísticas del siglo XIX al XX, sino su inversión, y ya no opera sobre bases raciales, sino “sobre la base de condiciones económicas y sociales unificadoras” (Gazdaru 1967: 155).

De este modo, desde su refugio argentino, donde convoca a algunos de los más prominentes intelectuales del exilio rumano de posguerra como Mircea Eliade y Eugenio Coseriu y donde dirige desde 1965 el Instituto de Filología Románica, Gazdaru hace hablar al archivo ascoliano de manera explícita en los debates epistemológicos y políticos de su siglo, desde la concepción biologicista que desemboca en el racismo de ciertas derechas europeas3 y que para el lingüista rumano refugiado en el Plata siguen siendo aceptables todavía en 1970, hasta las concepciones marxistas centradas en la construcción de una nueva universalidad. Del mismo modo, pero desde otro lugar, es sintomático que la “audacia” de Ascoli, implícita en su postulado de una primitiva lengua común, sea revalorizada por Terracini precisamente desde su exilio tucumano, en la medida en que nos permite pensar el alcance glotopolítico de las concepciones lingüísticas: al proyectar la unidad hipotética de los grupos lingüísticos arios y semitas, Ascoli, en la lectura de Terracini, interviene en un debate delimitado a su época, pero anticipa, sin saberlo, una disputa que atravesará el siglo XX, en los años del ascenso del antisemitismo europeo y con la implementación de la legislación racial y, posteriormente, el exterminio, a través de lo que Agamben postula, en Lo que queda de Auschwitz, como una sucesión de cesuras que van generando el lugar del judío como otro, hasta llegar, ya en la figura del musulmán, a la desubjetivización plena a través de la posibilidad de “no tener lengua” (Agamben 2000: 252).

El archivo, que Agamben relee a partir de la arqueología de Foucault como una instancia que media entre la lengua (la langues aussuriana) como “sistema de construcción de las frases posibles” y el corpus que reúne “el conjunto de lo ya dicho” (Agamben 2000: 150), puede articularse tal vez con el proyecto archivístico ascoliano retomado por Terracini. Si el archivo en Foucault es, según Agamben, “lo no dicho o lo decible que está inscrito en todo lo dicho por el simple hecho de haber sido enunciado, el fragmento de memoria que queda olvidado en cada momento en el acto de decir yo” (Agamben 2000: 151), es posible entonces pensar en una interferencia ascoliana en el pensamiento contemporáneo, que pasa a través de Benvenuto Terracini, de Gianfranco Contini, de Pier Paolo Pasolini y de la tradición que desembocará en la filología y en la estilística: una interferencia con el archivo, Archivio glottologico que nombra a la revista y al proyecto de Ascoli, y con esa serie de “no dichos” que están por debajo, como “sustrato”, de los enunciados, como restos, o como sobrevivencias para utilizar la expresión de Warburg que recientemente Georges Didi-Huberman (2012) retoma para pensar el corpus pasoliniano, de una lengua desaparecida pero, en algún punto, de manera fugaz o subrepticia, presente.

El Ascoli de Terracini es el Ascoli hebreo y hebraísta, que adquiere una especial relevancia en el exilio por cuestiones “raciales” en Tucumán. Es un desplazamiento que Terracini comparte con otros de los grandes filólogos del siglo XX, como el alemán Erich Auerbach o el austríaco Leo Spitzer. Incluso, uno de los discípulos más notables de Terracini, Cesare Segre (1986: 128), habla del “síndrome Auerbach” con el que caracteriza la estadía americana de Terracini, donde redefine las áreas de investigación que había desarrollado en Europa en los años veinte y treinta. En esta línea interpretativa, puede pensarse que una obra panorámica como Perfiles de lingüistas representa una especie de Mímesis glotólogica: un trabajo de síntesis, pero también de distancia con la tradición filológica europea.

Se trata, pues, de escribir desde el exilio (Estambul y EE.UU. en Auerbach y Spitzer, Tucumán en Terracini) para preservar una herencia universalista, a la que la guerra mundial parece haber puerto fin. En este proyecto, el lugar de Ascoli no es tanto el del Padre biológico de la lingüística italiana, sino el del Patriarca, el del jefe de la tribu nómada, “junto al pueblo de sus mayores” (Terracini 1946: 20).

La referencia al “pueblo de los mayores” no parece ser, en las condiciones de exilio en las que Terracini revisa el archivo-Ascoli, un puro dato circunstancial. En efecto, Ascoli pertenecía a una de las familias más prestigiosas de la comunidad judía de Gorizia, en la actual región del Friuli-Venezia Giulia, pero, en el momento de nacimiento del lingüista, parte del Imperio Austrohúngaro: es la Kakania de Robert Musil donde, en palabras de Arthur Tatossian, el orden “si organizza va ufficialmente in torno alla figura paterna nelle molte plicità dei suo i attributi religiosi, politici e domestici” (Tatossian 2002: 59). Podemos pensar, también, en los atributos “glóticos” del poder paterno que Ascoli, nacido en el margen lingüístico del Imperio, como miembro de la minoría religiosa judía y de la minoría lingüística italiana, desentrañará en sus capas en un trabajo que Terracini remite a una práctica comunitaria y religiosa.

Su juventud debe ponerse en el ambiente donde se formó, entre aquella juventud hebrea, educada por tradición religiosa en estudios de exégesis tan próximos a la disciplina filológica, que en los albores de los nuevos tiempos se entregó con ardor a la nueva y más vasta cultura que se abría para ellos (Terracini 1946: 25).

Las relaciones ente pueblos, lenguas y nación, asimismo, son revisadas en el siglo XX a partir de los aportes ascolianos. Para los lingüistas comparatistas del siglo XIX con los que el dialoga Ascoli, la escisión entre lenguas arias y semíticas es, también, una escisión insuperable entre pueblos. Frente a los arios, pueblos en migración y grandes conquistadores (de las llanuras de Asia Central a la catástrofe atómica de Hiroshima y al napalm de Vietnam, como recuerda André Martinet 1994: 19), los semitas, inmóviles en el tiempo, “participan poco y nada en los progresos de la historia universal tal como los describe el siglo XIX” (Olender2005: 27). A través de sus hipótesis sobre una lengua común ario-semítica y sobre la acción del sustrato, Ascoli replantea el problema de la filiación, como “manera de interrogar el presente para hacerle confesar un pasado inasimilable” (Olender2005: 164), de las variedades romances.

Pueblos, razas, sustratos

La noción de sustrato es considerada como el aporte más sustancial de la teoría de Ascoli, que instala un componente de heterogeneidad y de mezcla lingüística en los estratos más profundos (sub-strato). Objeto de disputa entre neolingüistas y neogramáticos italianos a lo largo de la primera mitad del siglo XX (Lo Piparo 1979: 82 y ss.), la teoría del sustrato (o “reacción étnica”) constituye el elemento más vivo del archivo ascoliano,

cada vez de mayor aplicación en el campo de la dialectología indoeuropea, y en particular en la búsqueda de los residuos prelatinos. De su espíritu, ya directamente, ya por intermedio de Schuchardt, pudo desarrollarse la teoría que concibe el cambio lingüístico como imitación, más exactamente, como efecto de un compromiso que nace de una noción de “bilingüismo” inherente al lenguaje (Terracini1946: 23-24).

La lengua de sustrato, a partir de Ascoli, es entendida como la “lengua nativa” de un pueblo que, en un determinado momento de su historia, adopta la lengua de otro grupo social. La “acción de sustrato” indica, a su vez, la influencia que la lengua natal deja sentir en las estructuras fonológicas, morfológicas y sintácticas de la lengua adoptada.

En un escrito tardío (1970), Gazdaru retoma el concepto de sustrato como “reacción étnica” planteado por Ascoli, pero en un sentido más marcadamente biológico, como lo habían hecho en los años 20 y 30 algunos neogramáticos italianos.

El aspecto biológico del sustrato [...], pocas veces fue combatido antes de 1933 y no siempre con argumentos válidos. También los especialistas que lo han negado, antes o después de esa fecha, lo han hecho sólo en teoría, habiéndose visto obligados a aceptarlo en la práctica, a saber cuando no encontraban otra razón más valedera para varios cambios lingüísticos (Gazdaru 1970: 41).

La lectura que plantea Terracini del mismo concepto ascoliano evidencia, en cambio, más allá de las limitaciones epistemológicas que señala, que la lengua no cambia por acción propia, en un lento proceso, que no cambia por “partogénesis”–algo que Gramsci, en los Cuadernos de la Cárcel, a cuyas problemáticas lingüísticas Terracini se refiere en el momento mismo de publicación de esos materiales en la nota necrológica dedicada a Matteo Bartoli (Terracini 1948), pensaba en términos de “superestructura”–, sino por contacto con otros idiomas y grupos humanos,4 no necesariamente presentes como tales en un momento histórico dado. No se trata, pues, de un mero contacto sincrónico, sino del modo en que una lengua aparentemente muerta sigue, de manera muchas veces imprevista, operando en la lengua dominante. La mutabilidad, en definitiva, no puede sólo asignarse al factor tiempo.

Ascoli representa, para la generación de lingüistas como Terracini y de intelectuales atentos a los problemas del lenguaje como Gramsci, una alternativa de saber concreta y tangible al manzonismo de Estado que, en los años treinta, el régimen fascista asumirá como propio, con el relegamiento de los dialectos y de otras variedades lingüísticas minoritarias a mera expresión folklórica o de color local. En los años cuarenta, paralelamente a la operación de historiografía emprendida por Terracini en Tucumán, en la región natal de Ascoli, Friuli-Venezia Giulia,5un poeta de poco más de veinte años con una sólida formación filológica, Pier Paolo Pasolini, se propone, junto con un grupo de escritores y docentes friulanos de su edad, llevar adelante un programa estético de revaloración de la variedad lingüística local, filiado expresamente en los planteos de Ascoli.

Si para Pasolini y los jóvenes friulanos de la inmediata posguerra reunidos en la “Academiuta” se trata de escribir en friulano y de darle a éste, en un gesto claramente glotopolítico, el “prestigio” de una lengua regional autónoma, en paridad con el italiano y con el resto de los dialectos del mundo románico (Pasolini 1994), Terracini planteará, en sus escritos argentinos, una reflexión sobre elproblema de la muerte de las lenguas (Terracini 1951) y el cambio lingüístico en el que el proyecto ascoliano se rearticula, en una geografía y en una realidad lingüística diferentes: las de América Latina. Allí, Terracini postula plantear problemas hasta entonces poco abordados, como el de las lenguas coloniales (Terracini 1942: 43) y, en continuidad con ello, aunque en este caso la referencia a América no es explícita, el del estudio de las llamadas “lenguas primitivas”: buscar indicios que permitan aclarar el valor primitivo “antes que el desarrollo posterior los haya desfigurado y casi borrado” (Terracini1942: 43). En ese momento en que es posible vislumbrar una huella no desdibujada del todo, el problema ya no es el del “origen” del lenguaje sino el de su misma naturaleza.

Conclusiones

Para los estudios del lenguaje del siglo XX, el archivo Ascoli no es un todo dado y cerrado; es, por el contrario, un lugar, un espacio textual y teórico, con el que las concepciones de lenguaje que se van elaborando se confrontan, se filian o se legitiman. Como plantea Jacques Derrida (1991), algo que había intuido en la Argentina del Centenario Ricardo Rojas en 1909 (Rojas 1922) y que retoma Dominique Maingueneau (2009: 163) desde el análisis del discurso, en todo archivo resuena el eco griego del archeion, es decir, del arcón (el lugar originario), los arcontes (los agentes del poder): algo, en fin, inescindible de la memoria (y de sus apropiaciones) y de las instituciones (y sus tramas). Para Terracini y para Gazdaru, lingüistas desplazados, el archivo-Ascoli, como todo archivo, no es sólo algo constituido por todo aquello que fue dicho, enunciado, y que puede ser preservado y sometido a una pietas textual (Petrucci 2002), sino que es también, y sobre todo, la condición de posibilidad de los enunciados que están en condiciones de ser recibidos como aceptables, en un determinado momento histórico y por una comunidad discursiva determinada, como la comunidad académica conformada por lingüistas y filólogos.

De este modo, en el caso, la reactualización teórica de las posiciones de Ascoli desde Tucumán permiten pensar un posicionamiento en una tradición de investigación propia, historicista y cultural, en un contexto en el cual, desde el Instituto de Filología de Buenos Aires, Amado Alonso había planteado que “el tema del sustrato en el español de América tiene que ser uno de los más importantes objetos de estudio” (Alonso 1939: 349) y había discutido con ese concepto las posiciones indigenistas, como las sostenidas por Rodolfo Lenz en Chile. Desde nociones como las de sustrato, releído en términos de mezcla y lucha lingüística, Terracini percibe, aun cuando no llega a desarrollar una investigación sistemática por su regreso a Italia, la condición plurilingüística y conflictiva, constitutivamente heteroglósica —como lo muestran sus observaciones sobre la lucha entre el castellano y el quechua que observa en los migrantes santiagueños en Tucumán (Terracini 1951)- del país que le ofrece refugio. Asimismo, en el caso de Gazdaru, la exposición, traducción, anotación y comentario del fondo archivístico ascoliano que lleva adelante durante su extenso período de refugiado en la Argentina va en una dirección similar a la de Terracini: replantear, más allá de los componentes biologicistas y racistas que rastreamos en muchas de sus intervenciones, un programa de estudio posible de las lenguas y las literaturas de América del Sur. Este programa posible no se insertaríaya en el marco del proyectoeuríndico de los estudios literarios inaugurados por Rojas, como tampoco en el del hispanismo propagado desde el Instituto de Filología. Lo haría, en cambio, en un marco teórico y geopolítico más amplio: el de la romanística, que encuentra en Spitzer y Vossler, Ascoli y Meillet, Auerbach y Devoto, algunos de sus grandes nombres a lo largo del siglo XX. Así, su campo de indagación será la selva latina, cuyas estribaciones más orientales surgen en su natal Rumania y de la que América del Sur representa el borde más occidental y meridional.

Pese a las distancias políticas y epistemológicas, para la glotología desplazada de Terracini y de Gazdaru América era, en verdad, una terra incognita y fascinante.

Notas

1 Recordemos que Leo Spitzer, con quien Gazdaru trabaja como asistente en los años veinte en Marburgo e “il solo collega con cui sono in correspondenza attiva”, según escribe Terracini desde Tucumán a Maria Corti (Venier 2012: 61), fue, entre otras cosas, editor de una de las más conocidas recopilaciones del lingüista de Graz, el Hugo Schuchardt-Brevier,

2 Materializado en los volúmenes Lingua libera e libertà linguistica (1963) y en Analisistilistica (1966).

3 Para las especificidades de la Guardia de Hierro rumana, cf. F. Jesi (2011) y, sobre todo, F. Veiga (1989).

4 “Quel grande fattore dele trasformazioni del linguaggio che è l´incrociamento delle stirpe diverse”, en palabras de Ascoli (cit. en Lo Piparo 1979: 178).

5 El topónimo es, él mismo, un aporte ascoliano.

 

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