Orbis Tertius, vol. XX, nº21, 2015. ISSN 1851-7811.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria
http://www.orbistertius.unlp.edu.ar/

Reseña/Review

Alejandra Torres Torres, Lectura y sociedad en los sesenta: a propósito de Alfa y Arca.

Montevideo, Yaugurú, 2012, 210 páginas.

En las últimas décadas, a partir de la impronta de los estudios sobre la lectura y la escritura en América Latina –en los que fue pionera la obra crítica y pedagógica de Susana Zanetti–, se ha formulado un campo de estudios tan incipiente como productivo, que ha tenido en el Cono Sur algunos de sus mejores exponentes. José Luis de Diego, en la Universidad Nacional de La Plata, ha dirigido numerosos equipos de investigación acerca de editores y políticas editoriales en la Argentina y en América latina; Gustavó Sorá ha hecho lo propio desde el Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba, basado además en su investigación doctoral sobre los vínculos editoriales y traductológicos entre Brasil y Argentina; Pablo Rocca, desde la Universidad de la República en Uruguay, ha reformulado las perspectivas respecto de la circulación intelectual en los años sesenta y setenta, a partir de sus trabajos sobre Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal y Antonio Cándido, y el seminario Marcha, entre muchos otros (preciso es tener en cuenta también las labores de Margarita Pierini en la Universidad Nacional de Quilmes, Horacio Tarcus y Martín Bergel en el Cedinci, y Alejandro Dujovne en el IDES, entre otros destacados especialistas que le han conferido renovado impulso a este campo, así como las tesis doctorales que de varios de estos proyectos se desprenden, entre las que se destaca “La industria editorial argentina en el siglo XXI: los desafíos de las nuevas tecnologías en la producción y la recepción” de la Dra. Elizabeth Hutnik, dirigida por el Dr. José Luis de Diego en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires). Todos ellos han contribuido a desarrollar un universo crítico de densas complejidades tanto teóricas como metodológicas, y cuya amplitud y potencialidad se vio consolidada con la organización del Primer Coloquio Argentino de Estudios sobre el Libro y la Edición, realizado en la Universidad Nacional de La Plata en 2012.

En este marco se desarrolla la investigación de Alejandra Torres Torres, junto a Pablo Rocca en Uruguay, la cual se plasma en este ensayo acerca de dos editoriales emblemáticas, Alfa y Arca, destacable por varios motivos. En primer lugar, porque su objeto es la historia cultural de Uruguay y de América Latina en los años sesenta, a partir de derroteros editoriales atravesados por las figuras religadoras de Ángel Rama y Benito Milla. En segundo lugar porque, además de reconstruir catálogos y colecciones, y de ahondar en las políticas editoriales que estos contribuyeron a conformar, el libro contribuye a pensar los largos años sesenta, hasta la irrupción de los golpes de Estado en América Latina, desde una perspectiva amplia, que enfatiza ediciones, circulaciones, recepciones, redes intelectuales.

El volumen está organizado en diecisiete apartados de variada extensión, y ofrece un anexo documental de gran valor, que incluye una precisa “cronología de clausuras, censuras y pesquisas” (p. 181), así como entrevistas a tres personajes notables de la época (Hiber Conteris, Carlos Maggi y Hugo García Robles), realizadas en 2009. Los primeros siete apartados contextualizan la investigación en el siempre complejo universo de los estudios acerca de los años sesenta, y se muestran deudores de los aportes de Claudia Gilman en su insoslayable Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina (2003). En un universo cultural tan extenso y profuso en estudios, en especial en torno al boom de la narrativa latinoamericana y su impacto en la conformación de imágenes sobre la cultura latinoamericana en el siglo pasado, el trabajo de Torres Torres deslinda preocupaciones sociales, culturales, políticas incluso, y propone una mirada que, desde el estudio de políticas editoriales fundantes, echa nuevas luces sobre este proceso de internacionalización de nuestra narrativa, así como acerca de la forma efectiva en que redes culturales y procesos de religación se fueron entretejiendo, a partir de figuras intelectuales rectoras. En ese sentido, uno de los mayores aportes del libro consiste en la puesta en valor del rol del editor como agente cultural, aun cuando, como en el caso de Ángel Rama, su obra ensayística y su labor como crítico pareciera opacar lo demás. Pero lo cierto es que, como este estudio tan claramente muestra, la labor del editor como promotor y difusor cultural, así como polemizador y reconfigurador de un canon que tuvo en Rama una de sus figuras centrales, fue en verdad un modo de entender la literatura y la cultura en esos años, como además puede verse en proyectos editoriales pioneros, únicos, en los años sesenta, como los del Centro Editor de América Latina en la Argentina, y de Alfa y Arca en Montevideo.

Se destaca en esta zona el apartado titulado “El papel del editor en las editoriales culturales”, que aborda de una manera tan llana como incisiva el doble rol del editor-cultural, entre el mercado, la discusión y conformación del canon, la “resistencia cultural” (como la denominó Jorge Lafforgue), capitalizando para ello los aportes de Roger Chartier y Susana Zanetti, entre otros. Esta perspectiva compleja respecto del rol y la labor del editor permite iluminar lo que Torres Torres denomina el ur-boom, es decir, el impacto del boom de la narrativa latinoamericana en Uruguay, en particular sobre las decisiones editoriales que conformaron los catálogos de Alfa y Arca en esos años.

La segunda parte del volumen ofrece los aportes más significativos, en la medida en que aúna trabajo de archivo, minuciosa reconstrucción de catálogos, libros y autores, y el análisis cultural de las dos colecciones más emblemáticas: Capítulo Oriental y Biblioteca Uruguaya. En este derrotero crítico-descriptivo por las historias, catálogos y colecciones de ambas editoriales, se destacan las referencias al editor como gestor cultural y a la edición como intervención social y política, a partir de la figura señera de Benito Milla, exiliado republicano español que funda Editorial Alfa y más adelante hará lo propio con Monte Ávila en Caracas. A partir de su incesante trajinar –de España a Buenos Aires, de allí a Montevideo, luego a Caracas– y de su constante preocupación por dar voz a exiliados españoles y escritores latinoamericanos jóvenes por entonces, que luego obtendrían renombre y fama, como Mario Benedetti por ejemplo (de quien Milla publicó los Poemas de la oficina), junto con la fundación de revistas culturales como Deslinde (1956-1961), Letras 62 (1962-63), Número (1963-64) y Temas (1965), se erige la figura del editor como quien organiza y pone en funcionamiento redes culturales fundamentales, que contribuyeron a problematizar y redefinir nociones de lo latinoamericano, su literatura, su cultura, y que, andando el tiempo y dictaduras mediante, también funcionarían como uno de los escasos reductos de ayuda y contención para perseguidos o exiliados. En la misma línea se extiende la historia (cultural e intelectual) de Arca, fundada en 1962 por Germán Rama, Ángel Rama, y José Pedro Díaz, y sostenida por la experiencia editorial y en revistas culturales como Marcha. Tomando como central la figura de Ángel Rama editor (rol más desatendido por la crítica), Torres Torres recorre el universo cultural uruguayo de la época, los diferentes proyectos y sus articulaciones (recordemos que Rama había dirigido la colección Letras de Hoy para Alfa, antes de fundar Arca), al tiempo que muestra minuciosamente cómo este rol se vuelve crucial en la conformación de una figura de intelectual y una reflexión en torno a la literatura y cultura latinoamericanas, que buscó discutir y redefinir el canon y que tendrá hondo impacto en los años setenta y ochenta, para trascender incluso la muerte de Rama.

Los últimos apartados, de especial interés, dan cuenta de las experiencias de Capítulo Oriental, “editado por el Centro Editor de América Latina, en Buenos Aires, supervisado por Carlos Real de Azúa, Carlos Maggi y Carlos Martínez Moreno” (139) y de Enciclopedia Uruguaya, dirigida por Ángel Rama y editada por Arca y Editores Unidos. En ambos casos, además de la experiencia de CEAL, constituyó un importante precedente la labor editorial de Eudeba en la Argentina, con sus colecciones emblemáticas que configuraron un público lector ampliado, ávido, impensable décadas antes, y sus modalidades de circulación y venta no ortodoxas, que les aseguraron un importante impacto en el mercado. Luego del análisis de ambos proyectos, Torres Torres ofrece el listado del catálogo de cada uno de ellos, importante contribución para futuras investigaciones.

Se trata, en síntesis, de un trabajo encomiable, que echa luz sobre un ámbito y una serie de roles más desatendidos en los estudios literarios y culturales latinoamericanos, y que busca contribuir al diálogo que los estudios sobre editores y políticas editoriales están conformando cada vez de manera más sólida.

Valeria Añón

 

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