Orbis Tertius, vol. XX, nº21, 2015. ISSN 1851-7811.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria
http://www.orbistertius.unlp.edu.ar/

Artículo/Article

Sobre la sección “Cartas de los lectores” del Semanario Marcha en el año 1973

por Fernando Suárez Ortiz

(Consejo de Formación en Educación)

RESUMEN
El presente artículo pretende aproximarse al fenómeno cultural que significó el semanario Marcha en el Uruguay a través del análisis de la sección Carta de los lectores del semanario en el convulsivo año 1973. Este análisis permitirá conocer las características de aquellos individuos que interactuaban con el semanario y que constituían un parte fundamental del circuito letrado que Marcha edificó por años y que en 1973 será duramente atacado y desmantelado por la dictadura militar.

Palabras clave: semanario Marcha - lectores - dictadura

ABSTRACT
This article aims to approach the cultural phenomenon that meant the weekly Marcha in Uruguay through the analysis of section Carta de los lectores of the weekly in the critical 1973. This analysis will reveal the characteristics of those individuals who interacted with the weekly and were a key part of cultural circuit built for years and that in 1973 will be attacked and dismantled by the military dictatorship.

Keywords: weekly Marcha – readers – dictatorship


I

Me parecieron baratas las arvejas “Mimosa”, de Benet y Brandon S.A y compré cuatro latas, aunque precisaba solo una ya que sus anunciados 420 gramos de peso neto me eran más que suficientes. Pero al abrirlas comprobé algo increíble: de los 420 gramos de arvejas 320 lo componían el líquido elemento (agua) y de arvejas había solo 100 gramos. Ergo (lo barato sale caro), tuve que utilizar las cuatro latas, me corté un dedo indignación mediante y aguanté las bromas de mi señora por la “pichincha” que dije haber hecho. Yo me pregunto si este tipo de “negocios” pueden quedar impunes y si las autoridades competentes tomarán alguna medida.

Sentado espero”

N.Y.

El 30 de junio de 1973, en la sección Carta de los lectores del semanario Marcha, bajo el títuloLo barato sale caro”, figura la indignada carta del señor de iniciales N.Y. (Marcha, n° 1649, 30/6/1973). Esta fecha marcará unos de los momentos decisivos de la historia del Uruguay contemporáneo, historia en la que el semanario emerge como una voz lúcida y comprometida desde su fundación en el año 1939. Tres días antes, el 27 de junio de 1973, tras un largo proceso de creciente militarización del estado uruguayo que comenzará a desarrollarse desde mediados de la década del sesenta, el presidente en ejercicio Juan María Bordaberry decretaba en conjunto con las Fuerzas Armadas la disolución de las cámaras de representantes y la creación de un Consejo de Estado.1 En esta compleja coyuntura política, el reclamo del irritado consumidor ocupa un espacio de privilegio en el semanario. La carta del señor N.Y. que ve en Marcha una posibilidad de expresar su fastidio al sentirse estafado con el contenido de sus latas de arveja aparecerá en la primera página del número editado tres días después del golpe de estado. La sola ubicación de la carta dentro de la diagramación gráfica evidencia el destacado lugar que desde siempre Marcha otorgó a sus lectores. Pero esto es aun más evidente si tomamos en cuenta que en aquel número antecede a la recopilación de editoriales escritas por el Dr. Quijano donde anticipa el inminente acaecimiento del régimen dictatorial, o a documentos publicados por el semanario en ese número donde se denunciaban torturas en el departamento de Paysandú.

II.

Este trabajo es un recorrido por las páginas de Marcha con el propósito de estudiar, no la ingente labor periodística y crítica, o los insignes nombres que llevaron adelante esta emprendimiento cultural, sino la recepción, el público lector. Para ello realizaré una aproximación a la sección Carta de los lectores del semanario, en el entendido de que estas cartas posibilitarán un acercamiento a aquellos individuos que semana tras semana se enfrentaban a sus páginas y constituían “la conciencia pública del semanario”, según palabras de Hugo Alfaro (1984: 52). La edificación de un circuito letrado, de un público lector que poseyera las condiciones específicas de recepción y diálogo con la publicación será consecuencia de una profusa y larga labor desarrollada desde los inicios de Marcha. Esta publicación que desplegó desde sus páginas un modelo de comprensión y crítica del mundo y del arte, logrará alcanzar un importante mercado de circulación y consumo, y tendrá en ese creciente público a su mejor espejo.2 Acercarse a la escritura de los lectores de Marcha posibilita pensar el semanario como algo más que una publicación gráfica; permite pensarlo como un proyecto cultural que edificó y reunió a su alrededor a más de una generación letrada en el Uruguay de la segunda mitad del siglo XX. 3

Para este trabajo me he concentrado en el estudio de los números de Marcha aparecidos en el infausto año 1973. Queda pendiente un estudio del desarrollo diacrónico de la sección Carta de los lectores del semanario, estudio que ameritaría una investigación de mayor aliento que la pretendida en estas páginas.

El año 1973 comenzaba particularmente agitado para la política uruguaya; en febrero, las Fuerzas Conjuntas dan a conocer a la población oriental los inefables comunicados cuatro y siete, donde proponen al país un plan de gobierno ambiguo e indeterminado que contenía entre otras promesas: eliminar la deuda externa opresiva, erradicar el desempleo y la desocupación, y redistribuir la tierra buscando la máxima producción por hectárea.

La población se veía enfrentada a una salida económico-política ofrecida por las Fuerzas Armadas, la constitución flaqueaba y la discusión se instalaba, evidentemente, en las páginas de Marcha. Los editoriales del Dr. Quijano, como siempre, marcarán el rumbo. Desde hacía meses, como también había sucedido con la dictadura de Terra en el año 1933, sus páginas anticipaban una ruptura constitucional.4 El 16 de febrero de 1973 Marcha aparece en los quioscos con una llamativa y desafiante portada donde puede leerse en gran tamaño: “La era militar”. El esclarecedor editorial de ese número titulada “La era de los Militares” culminaba diciendo: “Tiempos hay para todo. Tiempos para quedar solo también. No sería la primera vez. Puede sí que sea la última. Pero eso no importa. Otros verán los que nos fue negado o no supimos conquistar” (Marcha, n° 1632, 16/2/1973). Los lectores no dejarán solo al Dr. Quijano, o mejor, acompañarán su soledad. Muchas son las cartas que bajo el mismo título del editorial, refieren, suscriben, pero sobre todo reflexionan en torno a sus palabras. Estos lectores también expresarán su alarma frente a la acuciante coyuntura política que atravesaba el país. Así, un lector del semanario, Jorge Arias, dirá en una carta también titulada “La era de los militares”:

[…] si se advierte que los militares autores de los golpes a nadie representan sino a si mismos y actúan abusando de una fuerza que detentan y se les ha entregado para fines muy distintos, ninguno de los cuales consiste en arrogarse en nombre del pueblo a quien nada consultan, facultades de árbitros supremos y salvadores de la patria […]” (Marcha, n° 1636 , 23/3/ 1973).

El análisis de Arias es profundo y fuertemente constitucionalista, postura que coincide con lo defendido a ultranza por Marcha desde sus editoriales: “Empecemos por decir que es preferible tener una constitución aún mala, aun violada, a no tener ninguna” (Marcha, n° 1632, 16/2/1973), pero también será controvertible. A la semana siguiente un lector que firma “Un amigo de Marcha”, escribirá: “[…] no crea el señor Jorge Arias que me engaña la sirena de los comunicados militares de nuestro país y su “programa” (sic) de gobierno. Pero no es posible que siga insistiendo en que nuestra salvación sea la de defender una constitución miserable y unas instituciones caducas como las del Uruguay de hoy” (Marcha, n° 1638, 6/4/1973). Estas discusiones eran alimento fundamental de la sección y el momento histórico lo imponía. Valoraciones sobre los comunicados “salvadores” propuestos por los militares y las diversas posturas de partidos, individuos u organizaciones se instalarán de lleno en las primeras páginas de la publicación. Los lectores de Marcha debaten sobre su realidad en su semanario. Reparemos en la carta titulada “Una soledad ampliamente compartida”, que prosiguiendo la reflexión impulsada por el antes citado editorial del Dr. Quijano, dice al respecto de la actitud adoptada por las Fuerzas Armadas:

El pronunciamiento militar elidió tomar directamente el poder; es decir sustituir por si a los gobernantes, desvestirlos de hecho de sus mandatos. Antes bien, ministro de Defensa Nacional y algún comandante dejado de lado, reiteró su sometimiento al presidente de la república, al que acataba pero no obedecía […]

Y culmina: “Temo que nuestra soledad de ahora será muy pronto múltiplemente compartida” (Marcha, N° 1635, 16/3/1973). El Sr. Abella, firmante de esta carta, acompaña la visión del Dr. Quijano y también anuncia los oscuros tiempos venideros.

Una desesperada necesidad de resolver la profunda crisis económico-política que vivía el país facilitaría el camino para la llegada de la cruel dictadura. De este modo se refieren al período Gerardo Caetano y José Pedro Rilla:

Los meses que separan febrero y junio del 1973 no hicieron más que confirmar los pronósticos sobre el signo y el destino del golpe militar. Entre la cada vez más avasallante intervención de las Fuerzas Armadas y la profundización de las vacilaciones y divisiones de los partidos, las tensiones institucionales llevaron a enfrentamientos reiterados entre el Parlamento y el Poder Ejecutivo (1994: 237)

Los hechos se precipitarán en cascada con la turbulencia del torrente que cae al abismo. Marcha y sus lectores serán protagonistas de estos hechos. La dictadura instalada en junio clausurará el semanario en dos oportunidades ese año, primero en junio y luego en agosto.5 Tras la primera clausura, las prohibiciones dictatoriales limitarán fuertemente la libertad de expresión. Los decretos restrictivos impuestos por la dictadura son publicados por el semanario ocupando el cuarto inferior derecho de la quinta página, allí se leía lo siguiente:

El artículo 3º del decreto por el que —entre otras cosas— fue disuelto el parlamento, establece lo siguiente: “Prohíbese la divulgación por la prensa oral, escrita o televisada de todo tipo de información, comentario o grabación que, directa o indirectamente, mencione o se refiera a lo dispuesto por el presente decreto atribuyendo propósitos dictatoriales al Poder Ejecutivo, o pueda perturbar la tranquilidad y el orden públicos” (Marcha, n° 1659, 9/11/1973).

En el cuarto superior izquierdo de esa misma página, Marcha acompaña estos decretos dictatoriales citando las palabras de José Gervasio Artigas, autoridad imposible de censurar: “Mis desvelos no cesarán hasta ver asegurada la Provincia contra los tiranos y afianzar la libertad en sus polos verdaderos, para que la posteridad venere en sus mayores la investidura de hombres libres” (Marcha, n° 1659, 9/11/1973). Con esta inteligente diagramación el semanario responde de modo firme y elegante al autoritarismo y la impunidad reinantes en el Uruguay de entonces.

Más allá de la censura y el control, desde las páginas del semanario se continuó pensando, cuestionando y, sobre todo, comprometiéndose. Se publicará información sobre detenimientos, clausuras, además de diversos artículos que analizan la terrible situación política y económica del Uruguay.6 También los lectores dirán lo que puedan decir. Encontramos, por ejemplo, la carta de un lector que firma con el seudónimo “Rosendo”, quien denuncia la desaparición de un compañero de trabajo diciendo: “Sé que su caso es el de munchos y que no debo —para no provocar medidas contra Marcha— decir todo lo que pienso” (Marcha, n° 1651, 3/8/1973), o la protesta de los docentes de la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria por los irregulares detenimientos de su presidente Víctor Cayota y su secretario Geza Stary (Marcha, n° 1650, 27/7/1973). Tras el golpe de estado la sección Carta de lectores deberá suprimir los valientes alegatos contra la escalada militar ya consumada que meses antes invadían sus páginas; solo desde la ironía y el doble sentido se podrá sortear la censura y mantener la voz. Con el seudónimo “Maritornes”,7 esta interlocutora frecuente de la sección envía varias cartas en las que por medio del doble sentido y la ironía continúa hablando y criticando la dolorosa realidad del país. Así comienza su carta aparecida el 9 de noviembre del 73: “Parece que hay gente empeñada en ver sólo el lado negro de las cosas. Con esto de la emigración de la muchachada sucede algo así. Es verdad que se van; de mi barrio se han ido varios en la flor de la edad y con oficio…” (Marcha, n° 1659, 9/11/1973). De irónico modo “Maritornes” hablará sobre la penosa diáspora a la que se veía enfrentado, y en muchos casos obligado, el pueblo oriental.8 Sus palabras recibirán la adhesión de otros lectores, uno de ellos que se identifica como “Vasco da Gama”, manifestará: “mi aplauso a Maritornes Geopolítca, una dama que muy modesta quiere ocultar su nombre por si hay moscas. Las moscas del dulce fácil del momento” (Marcha, n° 1656, 19/10/1973). Hacia fin de año “Maritornes” enviará una extensa carta titulada “Balance y Saludo de Maritornes”, en la que refiere a la brutal censura dictatorial en estos términos:

Y esa unidad monofacética o mejor monolítica del pensamiento impide o exorciza la corrosiva heterogeneidad liberal que le permitía a cualquiera exponer lo que pensaba sin más límite que el de la difamación o la calumnia. Y aunque mérito menor, no por ello menos importante en nuestros días: ahorro de tiempo y dinero. Nada de andar dilapidando en varios diarios, cualquiera da igual, ni andar aflojando el tornillo del dial de la radio a la TV. Una luz vertical inundándolo todo, una sola voz, una sola música. Si hasta lírica me siento pensando en tanta belleza […]

Y finalizará: “Bueno, doctor, muy agradecida y perdóneme la lata, y con un saludo cordial para Marcha y aquello de ‘siempre valdrá más lo que ella calle, que lo que cualquier otro me diga’ se despide hasta otro carnaval” (Marcha, n° 1665, 21/12/1973). La confianza de esta fiel lectora en su semanario muestra el sólido lazo de unión e identificación que generó aquel proyecto letrado con su masa lectora, relación que sólo fue posible gracias al respeto, la apertura y la coherencia que Marcha estableció como principios fundamentales para el diálogo con su público.

III.

Inmerso en la agitada coyuntura política local, el semanario Marcha no desplazará de sus páginas la escritura y reflexión sobre política internacional. Los lectores también mostrarán conocimiento e interés por la situación política allende las fronteras. La formación cosmopolita será un elemento de distinción de buena parte de la masa lectora edificada por Marcha que desde siempre leyó en sus páginas los profundos análisis del Dr. Quijano, claro, pero también de Arturo Ardao, Julio Castro, Carlos Martínez Moreno, Carlos María Gutiérrez o Guillermo Chifflet, entre otros, redactores o corresponsales, que analizaban y reflexionaban sobre el orbe desde las páginas de la publicación.9 Muchas son las cartas sobre política internacional y más serán cuando la censura dictatorial prohíba siquiera ser nombrada por quienes la padecían. Las preocupaciones de tópico ecuménico serán diversas. Se podrá encontrar, por ejemplo, la carta firmada por un conjunto de seis lectores: Eugen Relgis, Mauricio G. Obelar, Alberto Lukinskas, José h. Baseti, Jacinto J. Rouco, Earl M. Smith, que bajo el título “Peligro de Muerte” se dirigen desde Montevideo al presidente de la República Francesa, con el propósito de manifestar su preocupación frente a las pruebas atómicas del gobierno francés en el Atolón de Mururoa ( Marcha n° 1650, 27 /7/1973). Otro ejemplo será la carta que manifiesta, en ese mismo número del semanario, una preocupada opinión acerca de la cumbre sostenida entre Estados Unidos y Rusia. La misma comienza diciendo: “Puesto que vivimos en un mundo interconectado —como se dice— me creo yo también con derecho a opinar sobre los sucesos de la cumbre” (Marcha n° 1650, 27/7/1973).Con esta afirmación inicial el lector se asume como ciudadano del mundo y por ende con derecho a opinar sobre él, mundo al que ya en la década del setenta describirá como “intercomunicado”, anticipando los venideros tiempos de globalización. Apoyándose en esta intercomunicación el lector expresará su firme desconfianza frente a los acuerdos de las dos potencias sobre el uso de su poderío nuclear.

Es tal la importancia que tiene la reflexión sobre temas de política internacional en la sección Carta de los lectores que el 7 de noviembre de 1973 frente a la numerosa sucesión de cartas en distintos números sobre la figura de Kadafi 10 y su accionar, la redacción del semanario enfatizará esta situación titulando una carta: “Kadafi y van…” (Marcha, n° 1663, 7/12/1973).

Las constantes polémicas que se daban en este espacio gráfico se bifurcaban y ramificaban en varias direcciones con participación habitual de varios interlocutores en la discusión de un determinado tema. Me interesa detenerme un momento en una carta, parte de un debate de tópico internacional, enviada por el Dr. Julio María Sanguinetti, electo presidente de la República en dos oportunidades tras la restauración democrática en 1985.11 Esta carta es una respuesta al Sr. Luis Silva Rehermann y tiene por propósito clarificar la opinión del lector sobre un tema de gran relevancia internacional por aquellos y por estos tiempos, el enfrentamiento Palestino-Israelí. Dice: “Y por cierto, cualesquiera que sean las circunstancias, demostrarán que el futuro no se conquistará con gobiernos árabes que reciben regalías petroleras por 26.000 millones de dólares y las gastan en aventuras bélicas en vez de competir con Israel en el campo de la paz, donde los aventaja día a día con su esfuerzo científico y técnico, y la laboriosidad de su gente(Marcha, n° 1661, 23/11/1973). El Dr. Sanguinetti asume en esta carta una sentida defensa del pueblo israelí, y también cuestionará la intolerancia de un enemigo permanente del futuro Presidente de la República: el comunismo. En otro fragmento de la misma carta expresará: “Es verdad pública que no soy comunista y que por lo mismo he combatido políticamente al comunismo; pero de frente y reconociéndole siempre las mismas garantías que para mí pedía, cosa que no aceptan, cuando mandan quienes esa ideología profesan” (Marcha, n° 1661, 23/11/ 1973).

El semanario, y sobre todo la sección Carta de los lectores, siempre se destacó por su apertura y honestidad ideológica. Como afirma Alfaro: “nunca fue vetada una carta de lector solo por discrepar con su contenido(1984: 64) o una nota del director Quijano a la carta titulada “Respuesta”, que explicita claramente estos presupuestos: “Bien saben nuestros lectores que las páginas de Marcha están abiertas a las opiniones divergentes desde 1939 en que se fundó y no en las grandes ocasiones sino todas las semanas…(Marcha, n° 1629, 26/1/1973) . La construcción de una sensibilidad crítica, la apuesta a la discusión y a la tolerancia hicieron de este espacio uno de los foros de discusión política y cultural más importantes de la prensa nacional.

Los principios ideológicos diseñados por el Dr. Quijano, eran clara y profusamente expresados a través de las páginas editoriales. Dice Alfaro al respecto de la postura del semanario: “La prédica del semanario era política, no partidaria y siguió siéndolo. Nacionalista en cuanto antiimperialista; y demócrata social en cuanto socialista, sin que esto significara una adhesión expresa y menos la afiliación al Partido Socialista uruguayo(1984: 43). La sección Carta de los lectores estaba abierta a todo aquel que, desde el respeto, deseara participar del debate sin que ello implicara la necesaria adopción de aquellos principios o del pensamiento de izquierda en general.12 La publicación de la carta del Dr. Sanguinetti, fuertemente criticado desde la publicación a raíz de la promoción de la Ley de Educación del año 1972, es buen ejemplo de ello.13 También lo es la carta titulada “Nuestros Partidos”, donde se realiza una sentida defensa del Partido Nacional. Dice dicha carta: “Pero también y para que no quede nada sin decir, sabemos muy bien desde noviembre del 71, desde febrero del 73, y mucho más desde que la tragedia chilena confirmara el inevitable destino de los frentes populares, que sólo en el grande y viejo partido de la nación reside la esperanza de un mañana nacional y popular” (Marcha, n°1661, 23/11/1973). La libertad de expresión será un emblema del semanario Marcha y la sección Carta de los lectores es una prueba irrefutable de ello.

IV.

El 19 de enero de 1973 Marcha publica una entrevista realizada por Le Nouvel Observateur al filósofo Hebert Marcuse, titulada “Socialismo o Barbarie”. Esta entrevista despertará en los lectores un intenso debate en torno a los planteos formulados por el filósofo francés sobre el socialismo. En el número siguiente aparecerá la carta de quien firma “Un lector” titulada “Marcuse y el anticomunismo”, donde se cuestionan fuertemente los planteos del autor del El hombre unidimensional y al propio semanario: “Marcha —a contrapelo de los sentimientos de la izquierda y, seguramente, de su masa de lectores— sigue sacando notas como el reportaje a Marcuse que, más que nada es el pretexto (de Marcuse) para rezumar anticomunismo y antisovietismo” (Marcha, n°1629, 26/1/1973). Las citadas afirmaciones levantarán gran polvareda entre los lectores. Bajo el título “Libertad de información”, la carta del Sr. Luis Sabini Fernández realizará una minuciosa e inteligente crítica de la carta de “Un lector”, cuestionando su actitud monolítica e intolerante, y defendiendo la diversidad y el debate: “La única objetividad que sirve es la que permite que la gente, toda la gente, se informe y forme en la sociedad que vive y para hacerlo como protagonista de su propia historia es bueno escuchar diversas campanas, enfoques, cotejar, confrontar…” (Marcha, n°1632, 16/2/1973). El Sr. Sabini no será el único que reaccione frente a lo expuesto por “Un lector”. Así, bajo el título “Las voces del camino”,14 aparecerá la breve e inteligente carta de Barsabás Ríos, quien era también colaborador, donde manifiesta su apoyo al semanario en estos términos: “mis plácemes por la publicación del notable reportaje de Le Nouvel Observateur a Marcuse. Es una de esas notas que se leen y se guardan —cualquiera sea la ideología que uno sustente— para releerla y pensarla claramente” (Marcha, n°1630, 2/2/1973). Estas son sólo algunas de las cartas que participan del debate en el que distintos modos de entender no solo la filosofía socialista sino el papel de los medios de comunicación dentro del sistema político, encuentran su lugar para la discusión.15Ahora bien, este debate sobre el pensamiento del filósofo H. Marcuse, podría ser un ejemplo emblemático de un “tema para pocos” abordado por el semanario. Las voces críticas contra el elitismo intelectual de Marcha siempre se hicieron escuchar. Un lector que firma “Joven que tiene fe”, cuestionará esta característica: “[…] ya es historia en el enfoque marchista; es su excesiva densidad intelectual lo que impide que sea un órgano de concientización del pueblo” (Marcha, n° 1632, 16/2/1973). Así dice este lector que cuestiona la aridez y complejidad del semanario aunque aun así reconoce leerlo desde hace seis años. Admitiendo, como hace su redactor, que no siempre los planteos de Marcha eran accesibles para todos (“yo sucumbí muchas veces ante editoriales de Quijano que a mí, con mis limitaciones, me parecían “extractos de lotería” inabordables”), el deseo dominante de la publicación era “el deseo de ser claros, de ser comprendidos, sin perjuicio de la impronta personal que distinguía cada estilo” (Alfaro1984: 63) El verdadero compromiso era con la inteligencia y la reflexión. La carta del Sr. Barsabas Ríos antes citada, destaca hacia el final: “El proselitismo mejor será siempre el que opere enseñando a pensar”, (Marcha, n°1630, 2/2/1973) y esa fue la labor de Marcha por años, desestimar la mediocridad apostando al diálogo y al pensamiento.

V.

La realidad política nacional e internacional serán preocupaciones fundamentales de Marcha, pero también lo será la realidad cultural. Las últimas páginas del semanario estaban dedicadas a la cultura, y dentro de ellas las páginas literarias emergen como un referente ineludible de la literatura uruguaya del siglo XX.16 Así relata Juan Carlos Onetti el nacimiento de esta sección:

En la época heroica del semanario (1939-1940) el suscrito cumplía holgadamente sus tareas de secretario de redacción con sólo dedicarles unas 25 horas diarias. A Quijano se le ocurrió haciendo numeritos, que yo destinara el tiempo de holganza a pergeñar una columna de alacraneo literario, nacionalista y antiimperialista, claro. Recuerdo haberle dicho a Quijano, como tímida excusa, que desconocía la existencia de una literatura nacional. A lo cual me contestó, mala palabra más o menos, que lo mismo le sucedía a él con la política y que no obstante, sin embargo y pesar podía escribir un macizo y matemático editorial por semana sobre la nada (Onetti 1994: 145)

En el año 1973 las páginas literarias estaban bajo la dirección de Jorge Rufinelli. El joven crítico prosiguió la tarea desarrollada durante una década por Ángel Rama. En esa década la sección se convirtió en un espacio donde “[l]a lectura contextual (“panorámica”), la conducta de los textos ante el mercado, las alternativas ideológicas, la tensión entre la realidad y la ficción, el abordaje sociológico, en fin, siempre lo cautivó” (Rocca 1994: 167). Estos lineamientos teóricos configuraron la escritura crítica producida desde la sección. El intelectual debía asumir un fuerte compromiso con una realidad cada vez más compleja y violenta. Según Rocca, Rufuinelli “nunca disimuló su deuda con el magisterio de Ángel Rama, sus artículos de Marcha prolongan, además de las ideas acerca de la responsabilidad del escritor, las lecturas sociológicas, la inmersión del texto en la práctica social e histórica que lo gesta(Rocca 1994: 213). Este enfoque teórico plasmado en la páginas literarias también será cuestionado y hasta caricaturizado por los lectores.17 Ese lector crítico que Marcha ha edificado por años, criticará a los críticos del semanario. El 23 de marzo, tras el título “Defensa de Gepeto”, la lectora Celia Blocona de Thevenet le escribe a Rufinelli en estos términos: “No tengo otra autoridad para ello que ser un lector atento y cotidiano que siempre evita el peligro de leer de corrido, sobre todo cuando se trata de una novela lineal como la que me ocupa. Y tengo la impresión, después de leer su crítica (Marcha, 19 de enero de 1973) que usted la leyó demasiado de corrido” (Marcha, n°1636, 23/3/1973). La lectora se refiere a la novela Gepeto y las palomas de Eyherabide18 y tal como podemos leer acusa a Ruffinelli de apresuramiento y liviandad en su comentario. Esta carta permite verificar el rigor y nivel crítico que mostraban algunos lectores y que a su vez demandaban a su semanario.

No solamente el “mundo de la letras” pasará por las páginas de la sección Carta de los lectores, también estará presente el “mundo de los letrados”. Con el título “Sobre Revistas Literarias y otras tristezas” figura una carta de Alejandro Michelena en la que aclara su desvinculación de la publicación literaria Opus, señalando sus discrepancias con la dirección que ha tomado la revista: “ese camino zigzagueante y sin norte (divagante) que es hoy desgraciadamente —lo digo con dolor— la línea de la revista…” (Marcha, n°1636, 23/3/1973). En esta carta Michelena asume la voz de otros ex integrantes de la revista que no podían expresar su postura ya que se encontraban “en las cárceles del régimen”.19 Algunos meses más tarde, el mismo Michelena enviará una nueva epístola titulada “Para una cultura en crisis”, que será una admirable muestra de resistencia. En ella propone la creación de una nueva revista y convoca a quienes quieran colaborar en esta empresa, planteando los lineamientos a seguir en esa futura publicación: “Tiene que ser una revista que inquiete, que subvierta desde lo profundo la modorra, el quietismo, los esquemas. Que pugne porque se haga carne aquello de que la revolución es algo totalizador que abarca todos los planos” (Marcha, n°1648, 22/7/1973). En un momento particularmente espinoso para el país todo y para su cultura en particular, este llamamiento a la creación de una “revista revolucionaria” se yergue como un valiente y ejemplar modelo de lucha desde la cultura.

Por último, y como ejemplo del tipo de discusiones teóricas que ocupaban a la intelectualidad literaria de aquellas épocas, referiré a la carta de Paulina Medeiros en respuesta a un artículo de Mario Arregui publicado en el “El Popular”, diario del partido comunista, en la que Arregui cuestiona a Felisberto Hernández por su anticomunismo. Medeiros enviará esta carta a Marcha en defensa del notable escritor a quien los dos conocieron: “Felisberto Hernández, a quien supongo trataste como yo en tiempos del demolido café Metro”, y al que defiende en estos términos: “Pero desde su pobreza y desde sus hambres Felisberto jamás fue ‘militante antisoviético’. No entendía conceptos ahora profundamente nítidos ni la necesidad de un arte al servicio del pueblo” (Marcha, n°1640, 27/4/1973). Arregui responderá a Medeiros en el número siguiente de Marcha, enfatizando su amistad y respeto por la escritora pero reafirmando sus conceptos sobre Felisberto Hernández de quien dice: “Me consta que era un ‘anticomunismo alistado’ según la expresión de Carlos Martínez Moreno en su nota de Marcha y tengo la convicción de que su anticomunismo no tenía la menesterosa disculpa de ser sincero” (Marcha, n° 1641, 4/5/1973). Resulta ineludible destacar que en épocas donde la coyuntura política conquistaba todas las actividades del quehacer nacional, el debate en torno a Felisberto Hernández se centrará en su filiación ideológica más que en los méritos o deméritos de su escritura.

VI.

La atribución de un espacio específico para el receptor nace con el semanario. Desde los primeros números los lectores tendrán su lugar, según consigna Hugo Alfaro.20 La sección Carta de los lectores en el año 1973 ocupará las primeras páginas. Tras las impactantes portadas que con inusual valentía Marcha ofrecía a sus lectores viernes tras viernes, nos encontramos con la voz de aquellos que completaban el circuito letrado, con la voz del público. Los lectores se enfrentaban a sí mismos en estas páginas. La sección presentará las cartas acompañadas por un título destacado en negrita y con un tamaño sensiblemente mayor al del texto de la carta. Este título tiene generalmente un carácter emblemático, adelantando el tema o la idea central de la carta, o bien destacando la firma del lector. La mayoría de las cartas se abren siguiendo fórmulas epistolares tradicionales, consignando el nombre del remitente, en general “Dr.” o “Don Carlos Quijano”, y alguna frase formular de apertura epistolar.21 Las firmas que los lectores elegirán para identificarse serán variadas: en algunos casos figura el nombre propio, en otros se opta por las iniciales, y en otros, los lectores no se identificarán o asumirán un sobrenombre para hacerlo. La redacción no necesariamente conocía la identidad de esos lectores que elegían o no mostrarla, pero siempre se les permitía expresar su voz. En la sección también figuran muchas cartas correspondientes a diferentes agrupaciones sociales o políticas. En esos casos el espacio es utilizado principalmente para la difusión de información; las cartas más significativas en ese sentido en el año 1973 son las que bajo el título “Noticias del Frente”, comunican a los lectores sobre las actividades de la recientemente creada coalición de izquierda, el Frente Amplio.

El repertorio de temas es de una diversidad difícilmente abarcable: encontramos comunicados, artículos de opinión, desmentidos, réplicas, homenajes, denuncias, agradecimientos, manifiestos ideológicos, etcétera, etcétera. Podemos leer desde la denuncia sobre el detenimiento de los ediles departamentales del Frente Amplio, pasar por la carta titulada “Nadie hace nada”, que versa sobre “la impresionante y sobrecogedora impunidad con que se desenvuelven los miserables rapiñeros y punguistas o ambas cosas del transporte colectivo de pasajeros” ( Marcha, n° 1635, 16/3/1973), y llegar a la carta titulada “La fuentecita de Torres”, en la que se realiza un llamamiento a la Dirección de Paseos Públicos para que “se cuide especialmente este altísimo exponente de nuestra cultura” (Marcha, n° 1637, 30/3/1973 ), el monumento cósmico de Joaquín Torres García.

La enumeración podría extenderse largamente, pero no es mi propósito realizar una lacónica acumulación de la gran cantidad y diversidad de cartas, sino más bien verificar tras éstas los distintos modos de apropiación que los lectores realizaron de su semanario. Las cartas con sus diversas firmas, temáticas y estilos nos enfrentan en primera instancia a una abrumadora heterogeneidad. Pero tras esa multiplicidad cobra progresivamente forma un tipo de lector que buscaré delinear. Detrás de las cartas surge una vasta y diversa colectividad de individuos lúcidos y comprometidos que pertenecía en su mayoría al campo intelectual del Uruguay de principios de la década del setenta.

Por aquellos tiempos la referencia a Marcha para este público letrado era insoslayable. Ángel Rama señala que: “existía un público nuevo, fundamentalmente constituido por jóvenes, que ambicionaba un cambio en la realidad nacional. Quería por lo tanto revisar el país, su historia, sus hombres, sus ideas; procuraba una modernización que en las disciplinas nuevas (sociología, economía, psicología, etc.) se abastecía…” (Rama 1981). El desarrollo de este ávido público lector es promovido desde las páginas del semanario. El propio Rama protagonizó desde principios de la década del sesenta una militante tarea en la edificación de esa masa letrada: “Para crear un público atento a la obra de escritores del país, para crear sobre todo ese sistema orgánico de la literatura que entendemos imprescindible para el verdadero desarrollo de nuestras letras […]” (Rocca 1994: 147).

En 1973 contemplamos la difícil supervivencia de ese sistema cultural que se construye en el Uruguay a través del fuerte desarrollo editorial de la década del sesenta, y cuyo derrumbamiento se precipita principios de la década del setenta con la llamada “catástrofe editorial uruguaya”. (Rama 1981). El sistema editorial y cultural que Marcha construyó comprendía la publicación del semanario, pero también la Biblioteca de Marcha, los Cuadernos de Marcha, así como diversas actividades de carácter cultural.22 Desde Marcha se impulsó el desarrollo de un circuito de producción e intercambio de artes y saberes que configuró el carácter de más de una generación oriental. Los lectores mantendrán su fidelidad hasta el final. Conciente del valor cultural e histórico de Marcha, su público emprenderá en el año 1973 la conformación de una agrupación llamada: “Amigos de Marcha”, ya que como dicen en su carta: “sentíamos la necesidad de crear una organización que agrupe al mayor número de lectores mediante lazos de vinculación real, efectiva y permanente entre sí y el Semanario” (Marcha, n°1626, 5/1/1973). Los lectores buscan mancomunarse aferrándose al rincón limpio que ofrecía Marcha dentro de un ambiente pútrido.

VII.

El arbitrario trayecto realizado en este trabajo por la sección Carta de los lectores de Marcha, pretendió identificar:

1) La relevancia histórica y cultural del semanario Marcha, parte constitutiva de la identidad intelectual y política de más de una generación de uruguayos.

2) La persistencia en el año 1973 de una efervescente y crítica masa letrada impulsada y formada desde el semanario que encontraba en la sección Carta de los lectores la posibilidad de expresarse y debatir sobre una muy compleja realidad política y cultural.

3) El lugar de destaque que siempre y hasta el final de su publicación, otorgó el semanario Marcha a la formación de ese público lector.

La devastadora labor desplegada por la dictadura militar logró arrasar en pocos años ese trabajoso proceso de edificación cultural. No solo mediante la directa y desvergonzada clausura desplegó su acción destructiva el régimen de facto, el progresivo desmantelamiento del sistema letrado se vio también afectado por mecanismos más disimulados e indirectos. La escasez de papel, la dificultad para su importación y el aumento de los costos de publicación dificultaban cualquier intento de desarrollo de un proyecto editorial. Jorge Ruffinelli sintetizará la situación del año 1973 con esta frase: “Publicar un libro hoy es un acto heroíco” (Marcha, n°1625, 29/12/1972). El circuito letrado se rompió, fue sistemáticamente agredido, atacado, y terminó por sucumbir. Aquello que se había construido durante años fue embestido con brutalidad hasta ser casi aniquilado. Los uruguayos vivieron por esas fechas: “una ruptura profunda de buena parte de su trabajosa acumulación histórica” (Caetano y Gerardo-Rilla 1994: 238). La pauperización cultural implementada como mecanismo represivo por los mandos dictatoriales producirá en el país daños irreparables.23

Como alguna vez dijo el Dr. Quijano: “Marcha tiene una vida propia y muerte dura” (Alfaro 1984: 35), pero finalmente encontrará su muerte. El 8 de febrero de 1974 se publica en Marcha un cuento titulado “El guardaespaldas”, ganador del concurso de cuentos del año 1973. Tras su publicación, bajo la sorprendente acusación de pornografía, la edición del semanario fue confiscada y fueron detenidos Quijano, Alfaro, Onetti, Rein y el autor del cuento Winston Nelson Marra. Este suceso marcará la agonía final de Marcha, que tras esta clausura reabre, aunque esta reapertura solamente durará algunos meses. El semanario es cerrado definitivamente el 22 de noviembre de 1974. Así describe Juan Carlos Onetti, esta última clausura: “hasta que un decreto firmado por un señor estanciero, de innegable competencia en la cría y trato de bovinos, puso fin para siempre a aquel temible ‘semanario marxista’” (Onetti 1994: 189). Los integrantes de Marcha así como sus lectores corrieron suertes diversas tras la desaparición de aquella presencia fundamental que a todos agrupaba.24 La soledad final avizorada por el Dr. Quijano en su editorial “La era de los militares” terminará por imponerse.

NOTAS

1“Por el 66 nos dieron una nueva constitución. Después de la del 30, después de la del 17, de la del 34, de la del 42, de la del 51. La quinta en lo que va del siglo. Esta constitución del 66, pondría fin a nuestros males; restablecería la autoridad del Poder Ejecutivo que las experiencias colegialistas habían debilitado; permitiría la unidad de mando sin mengua de las libertades. A poco de andar –un año y algo, junio de 1968 para ser más precisos– entramos en el reino de las medidas prontas de seguridad. La mayor autoridad que se le había otorgado al Poder Ejecutivo no era suficientes. La constitución quedó reducida a un simple inciso de un solo artículo, interpretado además arbitrariamente. Al amparo de las medidas de seguridad todo fue permitido. Pero tampoco bastaron tales medidas. Escalón tras escalón, conocimos la suspensión de garantías, el estado de guerra, la ley de seguridad, el proyecto de estado peligroso y 'ainda mas'. A la uruguaya: fachada constitucionalista y dictadura lavada que no osaba decir su nombre…” Así analiza el proceso el Dr. Quijano, director del semanario, en su editorial del 16 de febrero de 1973, titulado “La era de los militares” (Marcha, nº 1632, 16/2/1973).

2 Cuando Marcha fue clausurada en el año 1974 su tiraje rondaba los treinta mil ejemplares que a un promedio de cuatro lectores por ejemplar daría 140 mil lectores (Alfaro 1984: 63).

3 Sobre la importancia del semanario en la historia cultural del Uruguay nada mejor que citar las palabras de J.C. Onetti: “Durante años Marcha fue el muy querido refugio de todos los que algo o mucho importaban en la cultura uruguaya. Todos aquellos poseedores de talento y decencia profesional impedidos de expresarse en los grandes diarios comerciales, se apoyaron en las columnas de Marcha para decir, sin sombra ni retaceo, lo que ellos consideraban sus verdades. Y así la lista de los colaboradores del semanario puede tomarse sin vacilar como un Almanaque Gotha de la inteligencia uruguaya en aquellos años que hoy provocan una envidia nostálgica” (Onetti 1994: 187).

4 Dice Alfaro al respecto: “Esos editoriales van pautando, precisamente, el dramático camino hacia la Era Militar que Quijano, como había ocurrido con el golpe de estado de Terra, en 1933, tuvo “la desdichada lucidez de prever” (1984: 66).

5 El número 1649 del semanario saldrá el 30 de junio del 1973; el número siguiente saldrá casi un mes después el 27 de julio de ese año. La segunda clausura será tras la publicación del número 1654 el 24 de agosto de 1973 y el número siguiente aparecerá el 11 de octubre de ese año.

6 Ver por ejemplo el artículo “Raíces de la crisis” de Adolfo Aguirre González (Marcha n° 1659, 9/11/1973).

7 Maritornes (por alusión a la moza de venta del Quijote): moza de servicio, ordinaria, fea y hombruna. Diccionario de la Lengua Española, Madrid, Espasa Calpe, 1998.

8 Por citar un dato más que concluyente sobre la emigración en este período, entre 1963 y 1975 se fueron del país 200.000 uruguayos, el 8% de la población total (Nahum 2011: 179).

9 En el año 1973 la nómina de corresponsales en el exterior asciende a cuarenta y siete. En ella figuran los nombres de Rodolfo Walsh, Roberto Fernández Retamar, Gabriel García Márquez, Juan Goytisolo, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, María Esther Gilio, James Petras y Ángel Rama, entre muchos otros.

10 Líder del movimiento revolucionario en Libia.

11 El Dr. Julio María Sanguinetti tiene al escribir esta carta 37 años, y ya se ha desempeñado como diputado, ministro de Industria y Comercio y ministro de Educación y Cultura.

12 Ver por ejemplo una nota del director a la carta titulada “Respuesta”, donde la dirección se ve obligada a eliminar de la carta ciertos “calificativos” (Marcha, n° 1628, 19/1/1973).

13 El semanario Marcha asumirá una postura profundamente crítica frente a la Ley de Educación. Citamos las palabras de Arturo Ardao: “¿De qué se trata? De reunir en un solo ente a la Enseñanza Primaria y Normal, la Secundaria y la Universidad del Trabajo. ¿Para coordinarlas? No, para coordenarlas. Es decir, para reducirlas a un común orden. Pero a un orden, común o no, que ya deja de ser el orden para ser la orden” (Alfaro 1984: 98). La Ley de Educación también ocupará a los lectores del semanario. Durante meses, distintas agrupaciones o personas relacionados con la enseñanza (gremios docentes, salas liceales, estudiantes, padres) manifiestan en Marcha su repudio a esta ley. Citamos a continuación un pequeño fragmento de la carta titulada “Contra la ley de Enseñanza” que dice: “… el objetivo fundamental de esta ley es político y busca eliminar una generación adolescente con espíritu crítico que significa un obstáculo en la consolidación del régimen…” (Marcha, n° 1615, 20/10/ 1972).

14 Este es un título utilizado recurrentemente por el semanario y encabeza aquellas cartas de lectores que de un modo u otro expresan la comunión con los planteos de Marcha. Estas cartas serán la cosecha tras décadas y décadas de siembra ideológica.

15 También pueden ser referidas la carta titulada “Contradicciones”, de Julio M. Fernández aparecida en el número 1630 (2/2/1973) y la carta “Marcuse y van” de un lector que firma con el seudónimo “Uno que lee”, aparecida en el número 1633 (23/2/1973).

16 Sobre la importancia de las páginas literarias de Marcha a lo largo de su historia remitimos al estudio de Pablo Rocca 35 años en Marcha: crítica y literatura en Marcha y en el Uruguay 1939-1974, Montevideo, División Cultural Intendencia Municipal de Montevideo, 1992.

17 Ver por ejemplo el irónico texto enviado a Marcha por el escritor Luis Campodónico sobre un imaginario crítico comprometido llamado “Pelícano Morales (citado por Rocca 1994: 211).

18 Eyherabide, Gley, Gepeto y las palomas, Montevideo, Ediciones Banda Oriental, 1972.

19 Los ex integrantes a los que se refiere el Sr. Michelena son: Ana Luisa Valdés, Domingo Tapia y Alicia Icasuriaga (Marcha, n° 1636, 23/3/1973).

20 Dice: “Desde el primer número abrió sus páginas a los lectores, en un pie de igualdad con sus colaboradores” (Alfaro 1984: 64).

21 Por ejemplo: “De mi mayor consideración”, “Estimado Doctor” o “Sr. Director”.

22 Los Cuadernos de Marcha comienzan a publicarse a partir del año 1967 y en el año 1969 aparecerá la colección Biblioteca de Marcha, según consigna Alfaro (1984: 59)

23 Un dato más que concluyente a fin de mostrar el efecto que sobre el campo de la cultura tuvo el régimen dictatorial es que dentro del gasto público en educación y egresados de Institutos de Formación Docente, el gasto por alumno en el año 1973 era de 231 dólares y en el año 1986 era de 139 dólares, reduciéndose en más de un cuarenta por ciento (Caetano y Rilla 1994: 381).

24 Muchos de los colaboradores del semanario debieron exiliarse o silenciar su voz. Julio Castro uno de los fundadores del semanario fue secuestrado y desaparecido por las fuerzas represivas en el año 1974.

FUENTES

Marcha, números 1615 a 1666 (1972-1973)

BIBLIOGRAFÍA

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Caetano, Gerardo-Rilla (1994), José. Historia contemporánea del Uruguay, Montevideo, Fin de Siglo.

Candido, Antonio (1972). Literatura e sociedade, Sâo Paulo, Compañía Editora Nacional.

De Armas, Marcelo y Garcés (1997), Adolfo. Uruguay y su conciencia crítica, Montevideo, Trilce.

FernÁndez Huidobro, Eleuterio (2001). Historia de los Tupamaros, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental.

Onetti, Juan Carlos (1994). Periquito el aguador y otros textos, Montevideo, Intendencia Municipal de Montevideo y Cuadernos de Marcha.

Rama, Ángel (1972). La generación crítica (Panoramas, 1939-1969), Montevideo, Arca.

Rama, Ángel (1981). “Una catástrofe editorial”, en unomasuno 178.

Rico, Álvaro (1994). ¿Qué hacía Ud. Durante el golpe de estado y la huelga general?, Montevideo, Fin de Siglo.

Rocca, Pablo (1992). 35 años de Marcha: crítica y literatura en Marcha y en el Uruguay 1939-1974), Montevideo, División Cultural Intendencia Municipal de Montevideo.

Nahum, Benjamín (2011). Breve Historia del Uruguay Independiente, Montevideo, Ediciones Banda Oriental.

Pino, Miriam (2002), “El semanario Marcha de Uruguay: Una genealogía de la crítica de la cultura en América Latina”, en Revista de crítica literaria latinoamericana, Lima-Hanover, Año XXVIII, 56.

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