Orbis Tertius, vol. XXIV, nº 30, e136, noviembre 2019-abril 2020. ISSN 1851-7811
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Libros

Graciela Salto, Joaquín García Monge/Samuel Glusberg: epistolario 1920-1958. Circulación y mercado editorial en América Latina.

La Plata, FaHCE. UNLP-CeDInCI, 2019, Biblioteca Orbis Tertius, 160 páginas


Cita recomendada: Vila, M. del P. (2019). [Revisión del libro Joaquín García Monge/Samuel Glusberg: epistolario 1920-1958. Circulación y mercado editorial en América Latina por Graciela Salto]. Orbis Tertius, 24(30), e136. https://doi.org/10.24215/18517811e136

Los epistolarios constituyen un reservorio significativo en la medida en que permiten acceder a zonas orientadas al conocimiento de las relaciones que se tejen entre quienes mantienen contactos a través de la correspondencia. Con ellos se abre un campo de conocimiento sumamente productivo, en particular cuando se trata de intercambios entre intelectuales. En este caso son, además, un escenario privilegiado para conocer los conflictos que se gestaban en el tiempo en que fueron escritos, los vínculos entre quienes estaban en espacios diferentes y, al mismo tiempo, dan cuentan de redes de sociabilidad. En gran medida son una herramienta notable para poder profundizar en aspectos que no siempre están a la vista pero que resultan esenciales para indagar en aquello que trasciende el mero intercambio amistoso o profesional entre dos personas. Superada la superficie de las cartas, quien las lee —y no participa del pacto epistolar inicial— puede encontrar referencias o datos escondidos que le permitirán avanzar en sus indagaciones. Al mismo tiempo, al ingresar en esta escritura se encontrarán pasajes o comentarios que no serán fácilmente entendidos porque habrá datos a los que no accederá rápidamente y deberá sortear imprecisiones cronológicas. De modo que el trabajo arqueológico que realizará quien las aborde implica un fuerte desafío porque tendrá que realizar cruces o apelar a otras informaciones para trazar itinerarios y recuperar ese diálogo ‘diferido’.

Las cartas que tienen un carácter ‘privado’ y luego trascienden ese ámbito para ingresar a otro ‘público’ o que son ‘recuperadas’, serán dispositivos que ayuden a comprender cambios sociales y culturales y dejarán a la luz proyectos que no han sido debidamente conocidos o valorados. Al trascender, el destinatario original muta en lectores que hasta el momento habían permanecido ajenos al proceso de intercambio. En ese cambio se produce una renovación ya que, quien indaga, busca datos —del carácter que sean— con el propósito de encontrar otras referencias que se transformarán en fuente de datos. El interés por los epistolarios se ve en los numerosos estudios que al respecto han aparecido en los últimos años, por ejemplo, y solo a modo de tal, los trabajos de Roxana Pagés-Rangel o los coordinados por José Teruel, sin olvidar los de Patrizia Violi, Janet Gurkin Altman, Ana Catelli, Leonidas Morales T. o Claudio Guillén.

Joaquín García Monge/Samuel Glusberg: Epistolario 1920-1958. Circulación y mercado editorial en América Latina, de reciente aparición en versión digital y editado por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata (FaHCE. UNLP) y el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) para la colección Biblioteca Orbis Tertius, es una muestra de ello. El libro tiene dos partes. La primera es un sólido Estudio preliminar a cargo de Graciela Salto quien además recopiló la correspondencia del costarricense Joaquín García Monge y de Samuel Glusberg —nacido en Kishinev, Besarabia (hoy República de Moldavia). Glusberg vivió la mayor parte de su vida en Buenos Aires aunque algunos años transcurrieron en Santiago de Chile, estancia que le permitió vincularse con José Carlos Mariátegui. En ocasiones utilizó el seudónimo de Enrique Espinoza y las singulares razones para esta elección son detalladas por la compiladora (p. 10, nota 2).

García Monge y Glusberg compartieron el interés por el mundo editorial tal como lo revelan las cartas que se incorporan en el libro. El trabajo realizado por Salto para contar con la correspondencia entre estos dos intelectuales implicó una búsqueda que la llevó al Instituto Ibero-Americano (IAI) en Berlín y al CeDInCI en Buenos Aires, tarea que significó, sin dudas, un minucioso proceso.

El detalle de las cartas con las que se contó para el trabajo constituye la segunda parte titulada Epistolario y está organizada del siguiente modo: Los inicios del intercambio editorial: 1920-1928; La asociación transnacional de editores: 1930-1934 e Interferencias en la actividad editorial: 1936-1958. Se incorpora, además, un anexo en el que se detalla la presencia de Samuel Glusberg en el Repertorio Americano. Esta etapa corresponde al período que va del año 1926 a 1958. Su participación en este repertorio deja a la vista el modo en que se tejían o buscaban los vínculos entre los intelectuales que sabían del valor de la empresa editorial, trayectoria que se observa en las publicaciones firmadas por él, que llevaban su seudónimo (Enrique Espinoza), como también en sus colaboraciones para el Repertorio Americano. Estas referencias fueron analizadas y consideradas por Graciela Salto en el estudio que abre el libro.

Por otra parte, el análisis hecho por Salto y la inclusión de la correspondencia entre García Monge y Glusberg ofrecen al lector la posibilidad de acceso a un tiempo en el que se vislumbraba la necesidad de abordar tareas editoriales orientadas a llegar a un público que paulatinamente era alfabetizado. A partir del rastreo de la correspondencia que durante treinta años mantuvieron ambos —y que llega gracias a la búsqueda y clasificación realizada por Salto— van desplegándose los avatares de un momento importante para los tiempos que se abrían a fines del siglo XIX, a la luz de los cambios generados por la creciente consolidación de la cultura escrita. La procedencia de las treinta y cuatro cartas muestran “los circuitos de asociación e intercambio que los puso en relación” (p. 41) y al mismo tiempo convocan a abrir nuevas líneas de investigación. Salto analiza algunas cartas y la ajustada selección que hace permite al lector ir delineando la forma en que García Monge y Glusberg tenían en cuenta lo que significaba empezar a contar con un público interesado en la lectura.

El proyecto de García Monge y de Glusberg, tendiente a ofrecer a los nuevos lectores colecciones de libros, de revistas y de folletos provenientes de actividades sociales y culturales, es una muestra del valor que le asignaban a la naciente actividad cultural. Las misivas intercambiadas entre ambos dan cuenta de otros aspectos centrales para la difusión de la lectura. Las referencias a la publicidad, al modo en que se precisaba atender la distribución, a la forma en que había que programar la publicación de números especiales de libros o revistas y de números que pudiesen ser coordinados por ambos, evidencian el peso otorgado a la industria editorial en una América Latina que debía ser integrada a través de la cultura. Tanto en el estudio de Salto como en la correspondencia que se incorpora, se puede observar que la atención por los nuevos lectores era notable, habida cuenta del surgimiento de los mismos como consecuencia de los distintos proyectos pedagógicos.

Se trata de una interesante y valiosa selección de correspondencia que no solo remite a los vínculos entre dos intelectuales que se vincularon pese a vivir en espacios distantes, sino también revela el modo en que la actividad editorial comenzaba a transitar en nuestro continente, con altibajos y generalmente con dificultades económicas. Al conocer aspectos de la vida cotidiana de estos interlocutores —actividades editoriales de García Monge y la organización de la colección de Ediciones Selectas por parte de Glusberg— se observa que las tareas de divulgación fueron un eje sustantivo para ambos.

El otro aspecto interesante que señala el Estudio Preliminar —producto del cuidadoso rastreo del material epistolar— se refiere a los cambios que se iban dando en la relación entre ambos interlocutores. A partir de esas modificaciones, el cruce de correspondencia muestra las lecturas que compartían y el nacimiento de una “hermandad” incipiente como así también la preocupación de ambos interlocutores por ampliar el pedido de colaboraciones en función de la “creciente asimetría entre los dos polos editoriales” (p. 16). No es menor, por cierto, la consideración que tienen en lo referido a advertir una cierta consolidación del gusto lector fundamentalmente porque sabían que los lectores podían tener diversas procedencias, cuestión importante en la medida que la divulgación era el punto central en el proyecto de García Monge y de Glusberg. Esto también los llevó a abarcar los más diversos temas como un potencial modo de ampliar el público lector. Como la mayoría de los proyectos nacidos de tiempos cambiantes, el aspecto económico estuvo presente en la correspondencia. Ambos la padecieron y compartieron —con distintos procedimientos— la búsqueda de apoyo para llevar adelante el proyecto (p. 20 y siguientes). Los padecimientos económicos los llevan a emprender proyectos no siempre viables, como por ejemplo un Repertorio Americano “para uso argentino” o “preparar homenajes a autores específicos” (p. 23). Este proyecto —expresado en la correspondencia— muestra por un lado a quiénes se elegían como autores significativos y por otro, cómo se establecían los vínculos entre aquellos que podían conformar una ‘tribu’, tal como se lee en la carta del 6 de septiembre de 1929 enviada por Glusberg a Waldo Frank. También hay referencias a los desencuentros que se generaron con posibles interesados en financiar algunas publicaciones (p. 23).

Los intereses de estos dos intelectuales fueron muy amplios y se sostuvo, pese a esos desencuentros, gracias a una red de contactos que crearon y mantuvieron durante medio siglo. A esta perspectiva se une, como acertadamente lo señala Salto, el valor que ambos le otorgaban a la lectura, a la difusión de las ideas libertarias y, de modo destacado, a “la educación de masas”. El libro, y en especial el Estudio Preliminar, delinean un mapa que conduce al lector hacia a una zona en la que resuenan voces preocupadas por darle a las publicaciones un peso relevante en el contexto de un mundo que lentamente iba cambiando. El libro incorpora una importante bibliografía y apunta a los vínculos que tenían García Monge y Glusberg con otros actores sociales de la época.

Joaquín García Mong /Samuel Glusberg: Epistolario 1920-1958. Circulación y mercado editorial en América Latina es un aporte significativo para los estudios vinculados, por una parte, con el papel de promotores culturales, aspecto que cumplieron muchos intelectuales en América Latina y, por otra, con el valor de los epistolarios en intervenciones direccionadas a mostrar trayectorias culturales.

María del Pilar Vila

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