Orbis Tertius, vol. XXIV, nº 29, e115, mayo-octubre 2019. ISSN 1851-7811
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Libros

Leonor Arfuch, La vida narrada: Memoria, subjetividad y política.

Villa María, Eduvim, 2018, Zona de Crítica, 198 páginas


Cita recomendada: Basile, T. (2019). [Revisión del libro La vida narrada: Memoria, subjetividad y política por Leonor Arfuch]. Orbis Tertius, 24 (29), e115. https://doi.org/10.24215/18517811e115

Más que presentar un nuevo escalón en la producción de Leonor Arfuch, La vida narrada: Memoria, subjetividad y política hilvana una trayectoria que sigue peldaño a peldaño la travesía de su labor crítica. Este volumen pertenece a la colección Zona de Crítica, dirigida por Roxana Patiño, y en esta línea la confección y organización de su contenido parece obedecer al desafío de armar un volumen nuevo que a la vez articule un recorrido más o menos significativo de la producción de la investigadora, evitando al mismo tiempo la yuxtaposición de artículos desconectados entre sí.

En este itinerario, Arfuch traza una búsqueda que se inicia con la percepción del protagonismo del yo en las últimas décadas, del individuo en desmedro de la comunidad, explorado por los denominados “giro subjetivo” y “giro afectivo”. Los medios de comunicación masiva hurgan en la intimidad de los famosos y exhiben las vidas comunes en la crónica roja, en los talk shows o en los reality shows; las redes sociales muestran una continua vida on line, y la política destaca el carisma, la personalidad y la vida privada de los candidatos en lugar de sus ideologías. Incluso en las investigaciones de las ciencias sociales y en el arte las experiencias individuales permiten analizar las tramas de lo social e interrogar las huellas de una subjetividad proteica y cambiante en el interior de esta “sociedad afectiva”. Esta reconfiguración de la subjetividad contemporánea se vehiculiza en el desarrollo, expansión y complejización del “espacio biográfico”, donde se cruzan los géneros clásicos de las memorias, autobiografías, biografías, diarios íntimos, correspondencias con las formas híbridas —el documental subjetivo o la autoficción característicos de arte— y con los aportes de la historia oral y las autobiografías intelectuales en las ciencias sociales. En uno de sus libros más emblemáticos, El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea (2002), Arfuch revisa estos géneros biográficos.

En esta abigarrada diversidad de espacios donde la subjetividad es el centro de interés, la autora privilegia (si bien en sus primeros trabajos abordó el estudio de la “entrevista” como otro de los discursos del yo en La interioridad pública, la entrevista como género, 1992 y en La entrevista, una invención dialógica, 1995) una línea que la conecta con su propia biografía: la experiencia del terrorismo de estado durante la última dictadura militar argentina (1976-1983). En este sentido, el trabajo crítico es un modo de interrogar el tiempo que le tocó vivir, de involucrarse subjetivamente en el trabajo analítico, lo que lejos de perturbar la necesaria distancia y objetividad, le otorga densidad y gravitación. Mientras ciertos investigadores eligen el espejo de la alteridad y los sujetos otros para poner a prueba sus certezas, Leonor Arfuch trabaja desde una experiencia “incorporada”, en el sentido que le da Walter Mignolo, para quien lo “incorporado” caracteriza ciertas reflexiones que tienen su lugar de enunciación en la experiencia sufrida por el sujeto o por la comunidad a la cual pertenece. Memoria y autobiografía. Exploraciones en los límites publicado en el 2013 da cuenta de esta aproximación.

La vida narrada: Memoria, subjetividad y política, entonces, constituye un punto de arribo de diversas líneas del trabajo intelectual de Arfuch sobre las subjetividades, a la vez que muestra otros recorridos a través de un renovado corpus de análisis. Si el estudio de la “entrevista” marcaba sus inicios, ahora en cambio el espacio de la literatura, el cine y el arte cobra mayor importancia. Si los territorios de los mass media, del periodismo y de las ciencias sociales constituían zonas claves para el estudio del sujeto, ahora el terreno de la memoria permite analizar las subjetividades atravesadas por experiencias traumáticas cuyas obras colaboran en la construcción social de la memoria. Bajo la certeza de que las representaciones de la subjetividad iluminan puntos claves de la sociedad contemporánea, Arfuch configura un notable corpus global que va descubriendo los avatares del sujeto migrante, de los hijos de padres desaparecidos e hijas de represores, de exiliados, de testigos, de autores y artistas, entre varios otros ejemplos.

El volumen se divide en tres partes. En la primera de ellas, Inflexionesde la crítica, la autora define los marcos teóricos que sirven de base al análisis posterior. Describe la proliferación de subjetividades en la sociedad actual, que puede interpretarse como el apogeo de un individualismo hedónico y narcisista en el contexto del capitalismo neoliberal o como la apertura hacia las alteridades y su reconocimiento social. Expone su concepción sobre el “espacio biográfico” con sus variados formatos genéricos. Analiza diversas perspectivas del “giro afectivo”, marcando lúcidamente sus diferencias con los postulados del paradigma biológico y anti-intencional (que coloca a los afectos como una instancia pre-subjetiva, previa a las intenciones, razones y significados) y valorando en cambio las potencialidades de las emociones en tanto prácticas sociales y culturales. Aborda las narrativas de la memoria, producto de las experiencias traumáticas de guerras, violencias y dictaduras y, explica las concepciones —no esencialistas ni ingenuas— sobre el lenguaje, el sujeto, la identidad, la biografía, la verdad que guían su trabajo. Realiza, además, un recorrido genealógico por ciertos “antepasados” que escribieron biografías para mostrar las diversas modulaciones del género desde sus primeras apariciones en el mundo griego.

La segunda parte, El país de la infancia, reúne tres ensayos en los cuales se analizan las narrativas argentinas y chilenas de la memoria en la producción de hijos e hijas de padres desaparecidos y exiliados. Estos escritores, cineastas y artistas exploran su propia infancia bajo la dictadura o la experiencia del exilio, privilegiando el empleo de la autoficción y del documental autobiográfico. El corpus comprende las películas Papá Iván (2000) de María Inés Roqué, Los rubios (2003) de Albertina Carri, M (2007) de Nicolás Prividera, Infancia clandestina (2011) de Benjamín Ávila, El premio (2011) de Paula Markovitch, El edificio de los chilenos (2010) de Macarena Aguiló y La guar­dería (2016) de Virginia Croatto, e incluye los textos literarios La casa de los conejos (2008) y El azul de las abejas (2014) de Laura Alcoba, Pequeños combatientes (2013) de Raquel Robles, Diario de una princesa montonera (2012) de Mariana Eva Pérez, ¿Quién te creés que sos? (2012) de Ángela Urondo Raboy y Conjunto vacío (2014) de Verónica Gerber-Bicceci. Este corpus se completa con las muestras fotográficas Arqueología de la ausencia (1999-2001) de Lucila Quieto y Ausencias (2006) de Gustavo Germano y con un libro singular ¿Cómo es un recuerdo? (2007) de Hugo Paredero, que recoge las respuestas de 150 niños de 5 a 12 años en entrevistas realizadas con un cuestionario abierto apenas recuperada la democracia, en 1984.

En De la vida en el arte (la tercera parte), Arfuch recorre un conjunto de variadas producciones artísticas provenientes de diferentes lugares del mundo, que de una u otra forma exploran diversas experiencias vinculadas a la violencia política como las migraciones, éxodos, fronteras y guerras. Examina la instalación audiovisual múltiple de Albertina Carri presentada en el Parque de la Memoria bajo el título Operación fracaso y el sonido recobrado (2016) y las obras de cuatro artistas contemporáneos: la chilena Nury González, la argentina Marga Steinwasser, el francés Christian Boltanski y la inglesa Tracey Emin.

Algunas de las tantas cuestiones (no pretendo ser exhaustiva) con las que Arfuch interroga estas obras en torno a experiencias traumáticas resultan claves. En especial la pregunta por el valor biográfico y la importancia de armar un relato para quienes precisan elaborar un duelo. Destaca tanto la dimensión terapéutica que adquiere la escritura y el arte, como la apuesta ética que supone franquear el límite del recuerdo individual hacia la memoria colectiva y hacia la historia. Finalmente, en el Epílogo invita a pensar en los horizontes futuros de la memoria, de la mano de las hijas “desobedientes” de padres represores que se deslindan del accionar paterno y eligen la defensa de los derechos humanos.

La vida narrada: Memoria, subjetividad y política es un texto insoslayable no sólo para quienes bucean en las señas de la vida actual regida cada vez más por el sujeto y las subjetividades, sino además para quienes trabajan en el terreno de la memoria. Leonor Arfuch supo iluminar el vínculo de las escrituras del yo con las narrativas del pasado reciente, destacando aquellas subjetividades en las que se inscribe la huella traumática de acontecimientos violentos.

Teresa Basile

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