Orbis Tertius, vol. XXIII, nº 27, e084, junio 2018. ISSN 1851-7811
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Reseña

Graciela Batticuore, Lectoras del Siglo XIX. Imaginarios y prácticas en la Argentina.

Buenos Aires, Ampersand, 2017, Scripta Manent, 174 páginas

Ana Gabriela Angulo
(Universidad Nacional de Jujuy)
Cita recomendada: Angulo, A. G.(2018). [Revisión del libro Lectoras del Siglo XIX. Imaginarios y prácticas en la Argentin por Graciela Batticuore]. Orbis Tertius, 23 (27), e084. https://doi.org/10.24215/18517811e084

¿Por qué interesarnos en el siglo XIX cuando nuestro siglo se va desarrollando de una manera tan vertiginosa? ¿Por qué volver la mirada a un siglo que parece caduco, un siglo de “héroes” ecuestres y mujeres con miriñaque, cuando en la actualidad la pantalla nos ofrece súper héroes y mujeres maravillas? ¿Por qué? Porque en ese siglo está el germen, la semilla que prendió durante el siglo XX y que en el XXI dio frutos. Pero, fundamentalmente, tenemos que volver la mirada al XIX porque es el momento en que —al menos en América Latina— se formaron los estados nacionales, se establecieron las bases para mirar hacia el futuro. Y son los intelectuales los que marcaron ese camino. Una intelectualidad que se formó en Europa, leyendo y escribiendo cartas, ensayos y ficción. Fueron hombres y también mujeres que se fueron abriendo camino en el campo cultural de aquella época y que dejaron precedentes. Sobre todo las mujeres que paulatinamente abandonaron el lugar destinado únicamente a los hombres y comenzaron a tener protagonismo, a interesarse y participar en la vida pública y a ser los espejos —para imitar, continuar o divergir— en los que se miraron las mujeres del XX. De esas mujeres habla Graciela Batticuore en Lectoras del Siglo XIX, de sus hábitos y del imaginario que se construyó en torno al Romanticismo y que perduró en los primeros años del siglo siguiente.

Graciela Batticuore, docente e investigadora especializada en la cultura y sociedad del siglo XIX latinoamericano y sobre todo argentino, indaga en las obras pictóricas de la época, en cartas, novelas y hasta en el cine que apenas se iniciaba, para bosquejar la imagen dual que se tenía sobre la mujer: del ángel del hogar a la mujer peligrosa, casi diabólica, que se permite desatar su imaginación y sus deseos. En un recorrido que abarca todo el siglo XIX, pre y post revolucionario, —en el que se enfrentan rosistas y unitarios y luego comienza a vislumbrarse la nueva nación, con ideas para modernizar al país—, hasta llegar a los principios del siglo XX cuando el cine va cobrando peso en los diferentes estratos sociales de Buenos Aires. En todos esos momentos históricos va surgiendo una imagen de la mujer lectora —y escritora, profesionalizada o no— que va a perfilar el ideal de la mujer argentina.

El libro se divide en tres capítulos: 1. La lectora de periódicos, 2. La lectora de cartas y 3. La lectora de novelas. En cada uno de ellos la autora analiza el imaginario que se tenía sobre las lectoras, las prácticas de lectura, ejemplificando con fragmentos de cartas, novelas o notas periodísticas de los principales diarios de la época. En La lectora de periódicos examina a la sociedad porteña y a los varones que la componen, ya que son ellos quienes leen para las mujeres o quienes escriben (a veces bajo un seudónimo femenino, toda una contradicción) para que ellas los lean, ya sea en apartados especiales o en periódicos destinados a las señoras. Batticuore también le dedica un lugar destacado a las primeras lectoras y corresponsales de prensa, mujeres que apelan a otras mujeres, que las exhortan a instruirse a ellas y a sus hijos. Porque las mujeres siguen siendo el pilar fundamental del hogar argentino y en ellas recae la responsabilidad de enseñar las primeras letras y el catecismo. Todavía no se pueden despegar de su doble responsabilidad: madre y maestra.

El segundo capítulo se centra en el epistolario como objeto de lectura y escritura. En el primer apartado analiza las cartas apasionadas que se envían amantes que no pueden evitar mezclar su historia de amor con la historia política, no menos apasionada, de un país que si no está luchando por independizarse, lucha internamente. Una mención especial merecen las cartas de Encarnación Ezcurra (quien mantiene informado a Rosas cuando él se encuentra en combate), Mariquita Sánchez de Thompson (que escribe desde el exilio y que hace de la escritura un arte y una ocupación trabajosa) y el análisis del retrato de Manuelita Rosas a cargo de Prilidiano Pueyrredón. Porque no hay que pasar por alto que este libro contiene imágenes (en blanco y negro y láminas a color) que ilustran y acompañan la investigación que se va desarrollando. Batticuore presta especial atención a las “cartas que queman” (p. 117) porque son las que suscitarán en la lectora el peligro de la imaginación y de la destrucción de los valores decimonónicos.

Y de eso se trata el último capítulo: del “peligro” que genera la lectura. Porque la lectura es la educación sentimental de las señoritas, como el caso de Camila O’Gorman —en la versión cinematográfica de María Luisa Bemberg (1984)— o la Amalia de Moglia Barth (1936) que leen para sus amados. Y el riesgo permanece latente en algunas novelas europeas, por eso las ficciones argentinas intentarán moralizar, enseñar a distinguir entre el bien y el mal, sin importar la calidad artística en algunos casos. Pero tendrán sus opositoras: en primera línea a Juana Manuela Gorriti que presentará a heroínas que marcan su propio camino, que aman y sufren intensamente, casi como ella misma. Y luego le seguirán las escritoras peruanas Mercedes Cabello y Clorinda Matto de Turner o la española Emilia Pardo Bazán, quienes se despegarán de la moral para preocuparse por lo literario y así formar una lectora crítica.

Así como en el capítulo segundo la imagen de Manuelita —quien roza una carta— pintada a pedido de su padre, supone el modelo de mujer ángel, mediadora y dócil, en el capítulo tres la pintura La lectora de novelas (1853) del belga Antoine Wiertz, constituye el polo opuesto: una mujer desnuda y voluptuosa goza de las obras literarias que un demonio le va dejando a su alcance. Dos modelos de la mujer decimonónica, uno aceptado por la moral y el otro temido y duramente denostado.

Lectoras del siglo XIX revisa el imaginario de la mujer lectora. Lo analiza a través de distintas representaciones: la escrita, la visual y la audiovisual. Un recorrido necesario que apunta a distintas obras escritas (tanto literarias, como no literarias) que se entrelazan con obras pictóricas y cinematográficas logrando un compendio sumamente interesante para pensar lo femenino. Cabe señalar que Lectoras… cuenta con una bibliografía en la que se destacan las investigaciones canónicas sobre el siglo XIX, como así también material recientemente publicado, que resulta útil no solo para un lector especializado. Además, Graciela Batticuore señala —tanto en nota a pie como en el apartado de la bibliografía— otras referencias que se pueden consultar en línea. Todo ello hace de este libro, un trabajo indispensable para investigadores y también para comprender el camino que venimos transitando las mujeres en el quehacer cotidiano de nuestra cultura.

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