Entrevista
“Lo difícil es mantener la posibilidad del No”
Entrevista a Neus Espresate1
Presentación 2
Acerca de Neus Espresate se han dicho muchas cosas, todas ellas elogiosas por cierto. “Neus, Neusita, Nieves Espresate”, de ojo “infalible” y “apasionada de la política”, la describió Elena Poniatowska, para el homenaje que le realizó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 1995; José Emilio Pacheco expresó: “Neus, fue una suerte haber sido tu contemporáneo, un privilegio ser tu amigo, un orgullo contarme entre tus autores”. Y Roger Bartra agregó, en la misma ocasión: “Neus Espresate, al frente de Ediciones ERA, ha insistido durante muchos años en producir esos objetos abominables y superfluos que son los libros. Su extraordinario trabajo cotidiano, desde el corazón de la sociedad civil, ha significado una fuente de agua fresca para la intelectualidad y para los ávidos lectores”. 3 La lista podría seguir, justa e hiperbólica a un tiempo. Es que el nombre de Neus Espresate, unido indefectiblemente a Ediciones ERA, adquiere un protagonismo central en el universo editorial cultural latinoamericano de los últimos cincuenta años. Si ERA es, aún hoy, uno de los proyectos editoriales independientes más destacables del continente, la figura de Neus editora, que evita toda exposición pública y toda épica de su labor, constituye también una rara avis en el universo de los editores. Justamente por esa escasa predisposición para la figuración, Neus daba pocas entrevistas. La que aquí presentamos tuvo lugar en su casa de Coyoacán, en la Ciudad de México, el 21 de marzo de 2013, gracias a las amables gestiones de quien fue su autora y amiga, Guiomar Rovira. En una suerte de charla informal, Neus recorrió los comienzos y la historia de su editorial, reflexionó acerca de su catálogo, brindó con elocuente generosidad memorias, materiales y anecdotario para una investigación que por entonces apenas comenzaba. Seguros de la importancia de su voz, su testimonio y sus experiencias, publicamos esta entrevista y la dedicamos a su memoria, y a la de dos de sus autores y colaboradores más queridos: José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis.
Breve nota biográfico-editorial
Neus Espresate Xirau nació en Cancfranc, España, en 1934. Vivió en ese país hasta los doce años, cuando junto a sus hermanos Jordi y Francisco pudo viajar a México a reencontrarse con sus padres, republicanos españoles exiliados del franquismo. Autodidacta en Ciencias Políticas, Ciencias Sociales y Humanidades (como a ella le gustaba definirse), Neus comenzó muy joven a trabajar en la Librería Madero, fundada por su padre, Tomás Espresate Pons. En ese marco y como se verá en la entrevista, la editorial se inició en 1960; su primer libro fue La batalla de Cuba de Fernando Benítez, volumen que marcó una impronta editorial que no sería abandonada. La llevaban adelante cinco jóvenes: Vicente Rojo, Jordi, Francisco y Neus Espresate, y José Azorín, instados por don Tomás, quien les permitió utilizar los tiempos muertos de la imprenta para dar lugar a ERA (el acrónimo responde a las iniciales de los tres apellidos). Entre sus numerosas colecciones se destacaron Ancho Mundo, El Hombre y su Tiempo y la Biblioteca ERA; también autores latinoamericanos vinculados de manera directa o periférica con el boom y con la renovación narrativa en el continente: ERA publicó las primeras obras de Gabriel García Márquez; Lima la horrible (1964) de Sebastián Salazar Bondy; de Rosario Castellanos (cuya obra central editó Joaquín Mortiz), Los convidados de agosto (1964); de José Lezama Lima, la fabulosa Paradiso (1968); de Mario Benedetti, Gracias por el fuego (1969). En la Colección Alacena (una suerte de ‘laboratorio’ literario que les dio gran renombre), ERA publicó Aura de Carlos Fuentes en 1962, otro de los grandes longsellers de la editorial. A estas colecciones se suman, en narrativa, poesía y ensayo, autores fundamentales de las letras latinoamericanas en los últimos cincuenta años: José Emilio Pacheco Sergio Pitol, Octavio Paz, Carlos Monsiváis, José Revueltas, Margo Glantz, Bolívar Echeverría, Juan Gelman, Elena Poniatowska y Adolfo Gily, entre muchos otros. 4 Por su labor de más de cuarenta años al frente de la editorial, Neus recibió el Homenaje al Editor de la FIL de Guadalajara en 1995; el Premio de los Editores Españoles en la Feria Liber en 2004; el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma de México en 2011. Falleció en la Ciudad de México el 21 de febrero de 2017, a la edad de 83 años.
ENTREVISTA
LOS COMIENZOS
VA: ¿Cómo se formó el grupo de jóvenes que fundó ERA y cuál fue el rol de Tomás Espresate? ¿Qué nexo de trabajo se estableció entre la imprenta, la librería y la editorial?
NE: Yo tenía 17 años, 18 años cuando empecé a trabajar en la Librería. 5 Porque la librería se funda bastante antes que ERA, yo creo que como diez años antes… Y la imprenta, yo creo que es en medio; antes de ERA pero después que la librería. Yo creo que lo primero que funda mi padre es la librería Madero, con el señor Enrique Naval, que venía de Argentina, muy bien conectado con los libros. 6 Y Librería Madero fue la primera que trajo libros de Francia. Además, traía revistas, Le Nouvel Observateur, L’Express, todas aquellas maravillas, y libros de arte franceses, todo lo que tú quieras. Tuvo una clientela muy especial que venía a comprar ese tipo de cosas. El conjunto de empresas que arrancó ha perdurado muchísimos años, menos la imprenta. Pero la imprenta fue muy importante porque se convirtió en una escuela de diseño.
En la fundación de ERA, ¿cuál fue el rol de Tomás Espresate? 7
Fue muy bonito porque fue apoyo total, además con crédito abierto, porque nadie tenía allí nada, y la única condición que puso fue que él no quería saber nada; que esa editorial la tenían que llevar los jóvenes. Nos daba un crédito abierto, por un tiempo, y ya después negociaríamos cuándo se lo devolvíamos.
O sea que el apoyo de don Tomás fue muy importante… ¿y los asesoraba en aspectos comerciales o tampoco?
Nada; el asesoramiento fue de don Arnaldo Orfila Reynal, del Fondo de Cultura Económica [FCE], que él dirigía en ese tiempo. 8 Porque además ERA y FCE estaban a una cuadra. 9 Entonces, yo pues le iba a preguntar cosas, porque no teníamos idea de cómo se contrataba un libro, de cómo se pedían derechos, nada. Él dio orden a todo el equipo [de FCE] que al Departamento que yo fuera y preguntara, que estaba todo abierto para mí. Eso fue invaluable. Yo iba por lo menos una vez por semana ahí con mis apuntes, a ver cómo se hacían las cosas. Incluso hubo algún libro que él no pudo hacer, nos lo pasó; algún libro nos lo quitó, en fin… (risas). Se portó maravillosamente. Además, estaba muy contento de que hubiera una editorial que empezara con gente joven y con ideas. Porque el primer libro que publicamos fue La batalla de Cuba, en el año sesenta, entonces eso para él también era muy importante. 10
Bueno, Orfila Reynal era una persona con muchas afinidades ideológicas, políticas en relación con ERA; con mucha militancia universitaria juvenil en sus primeras épocas en la Argentina…
Él llevaba ya muchos años de editor y era un editor extraordinario. Lo vimos porque cuando pasó todo lo que pasó y empezó Siglo XXI, en diez años hizo la que fue la editorial más importante. Él solito ahí; fantástico.
En verdad, ya para la época en que se funda ERA no estaban tan bien las cosas en FCE…
Bueno, tenían sus apretones de vez en cuando, pero [OrfilaReynal] era un hombre muy respetado. Lo que pasa es que él se manejaba muy bien; era un hombre muy inteligente y tuvo algunos tropezoncillos, pero todavía lo dejaron, hasta el ‘65. 11
¿Tuvo alguna incidencia la revolución cubana con la idea de armar una editorial?
Del todo. Fueron muchas cosas, porque sentíamos que no teníamos la posibilidad de leer sobre cantidad de temas que estaban sucediendo; nos llegaban los libros franceses a la librería Madero, todos hablábamos francés -por la historia personal de la familia-, entonces veíamos libros fantásticos que no estaban en español. Y de ahí nos empezó a entrar la cosa de que había que ver cómo se publicaba todo eso. Seguíamos al Fondo, pero el Fondo todavía no tenía en ese tiempo tanta posibilidad de hacer otro tipo de libros; estaba la guerra de Vietnam; había una serie de cosas que queríamos seguir, que podíamos seguir… Y ahí arrancamos. Ahí empezó la idea, que fue “tiempos muertos de la imprenta”. Como todos trabajábamos en la imprenta, total que la propuesta fue esa: tiempos muertos, va a tener un precio muy bajo, y arrancamos. Claro, metimos algunas patas fantásticas en ese arranque, porque estábamos tan influenciados por los libros que leíamos de la cultura francesa que, por ejemplo, publicamos un libro que era El mito Adenauer, que en América Latina no le importaba a nadie (risas). Varios libros así.
¿Cómo llegó hasta ustedes La batalla de Cuba?
Pues por [Fernando] Benítez. Benítez y Vicente trabajaban juntos en el Suplemento Cultural. 12 El Suplemento Cultural para nosotros fue fundamental; fue un vivero de autores. Y Fernando Benítez fue un promotor cultural como no ha habido otro en este país. Él los descubrió a todos. Todos los autores importantes, que hoy consideramos los grandes autores del siglo XX, empezaron publicando en el suplemento de Benítez. Y de ahí empezó la relación con la editorial. Y por ejemplo yo me acuerdo muy bien… nosotros publicamos a Isaac Deutscher a instancias de que un día llegó Fernando Benítez y me dijo: “Este libro hay que traducirlo al español. Es fundamental”. 13 Es decir, todo este grupo de gente se fue acercando a la editorial porque la editorial estaba ágil para publicar, porque no podíamos hacer muchos libros, pero teníamos los oídos así de abiertos…
¿Cómo trabajaban con las traducciones?
Con las traducciones empezamos con un traductor extraordinario que era un portorriqueño, bilingüe completo, se llama José Luis González, que es un escritor (él tiene obra publicada en Siglo XXI, cuentos, por ejemplo, es un muy buen escritor). 14 Y él por ejemplo fue el traductor de los cuatro libros de Deutscher que hicimos en aquel tiempo, los tres tomos del Trotsky y el Stalin… Y así empezamos.
¿Les era difícil al principio contratar libros afuera siendo una editorial pequeña?
¡Desconocida! Se ponían a veces duros con nosotros, pero bueno, poco a poco...
¿Tuvieron ahí ayuda de algún escritor o de alguien que trabajara en Europa para contratar algo con Francia?
No, casi todo fue directo. Por carta, porque no había correo electrónico… ¿Sabes por qué, además? Porque casi no había editoriales; había muy pocas en lengua española. España estaba todavía bajo Franco, entonces no podían publicar nada. En América Latina éramos muy poquitos, y en México pues también. A los editores les interesaba la lengua española, que se publicaran los libros, a los autores también.
¿Tenían alguna editorial o proyecto modelo cuando armaron la editorial?
Pues bueno, estábamos muy influidos por la revista Les Temps Modernes de Sartre y Beauvoir; Gallimard… Pero claro, Gallimard era para nosotros una editorial enorme en aquel tiempo, que no lo era tanto, pero bueno.
¿Tenían otros vínculos con algunas otras editoriales latinoamericanas en esa primera época?
Yo creo que no. Teníamos muy buena relación con los cubanos; ellos publicaban lo que podían y nosotros también, pero nunca podíamos venderles libros… También teníamos una relación cercana con Casa de las Américas, muy buena relación, siempre, todavía con [Roberto] Fernández Retamar nos mandamos saludos de vez en cuando. Pero con Argentina no, con Argentina sufrimos mucho como editores, porque los libreros argentinos eran muy difíciles para pagar, terribles. A nosotros nos fue muy bien en América Latina con Chile; antes del golpe les vendimos cantidad de libros, fue con el país que nos fue mejor, y además encontramos un distribuidor que resultó excelente. Nos pedían muchos libros porque había muy pocas editoriales en Chile, compraban muy bien; lo que no pudimos hacer con Argentina lo tuvimos en Chile. Y en España también encontramos quien (o nos encontró quien) podía meter libros por debajo del agua. Era muy conocida la editorial en esos años allá porque eran libros que no se conseguían, que no se podían leer. Entonces había una trastienda donde estaban nuestros libros… era un distribuidor que se portó extraordinariamente bien. Tenía muy buenos contactos en las aduanas, yo no sé cómo hacía pero… Él no tenía sede y entró bastantes libros en España. Hasta que murió Franco y fue abriéndose, pero muy poquito.
Y después siguieron distribuyendo en España…
No, ya no pudimos entrar porque en España empezó un boom editorial que no dejaba mucho espacio. Mandamos bastantes libros, pero la operación salió mal.
¿Recordás cuáles eran algunos de los libros que mandaban a España durante el gobierno de Franco?
Desde luego, Deutscher era de cajón… y el reportaje sobre América Latina también, los libros sobre Vietnam. 15
¿Y en Chile?
Parecido, pero más literatura. En España se vendía poca literatura, sobre todo libro político. Como nosotros hicimos de todo, de todo tenemos algún libro… Temas que no existían casi, y que funcionaron bien para este tipo de distribución que teníamos nosotros, con este tipo de lectores.
LOS AÑOS DEL BOOM
De alguna manera los comienzos de ERA coinciden con lo que fue el boom de la literatura latinoamericana. ¿Cómo se llevaron ustedes con eso?
Bueno, no fue fácil, porque España fue la que lanzó el boom. Nosotros con García Márquez empezamos, fuimos unos de sus editores en México. Nosotros le publicamos El coronel… y La malahora, con muy poco éxito. Hicimos 2000 ejemplares, pero nos pareció maravilloso. 16 Y Gabo estaba encantado, pero cuando ya estaba escribiendo Cien años…, él dijo “Sudamericana para mí es fundamental en mi formación y es mi sueño publicar allí”, entonces fue ahí cuando al final se fue… Lo odiamos (risas). Me pasó el manuscrito y le hablaba por las mañanas ¡para insultarlo, porque el libro nos pareció maravilloso! (risas)
Leí en alguna nota a Carlos Monsiváis que a través de Julio Cortázar llega la recomendación de publicar Paradiso…
Pues mira, Monsiváis era muy modesto, pero la historia no fue exactamente así. Yo iba a Cuba frecuentemente en ese tiempo y uno de mis encargos fue que tenía que ver a Lezama. Y el primero que me lo dijo fue Monsiváis. Entonces lo que pasa es que estaba Cortázar ahí también, cuando se hizo una reunioncita ahí en casa de Lezama; yo había hablado ya con él [con Lezama], y que lo queríamos publicar, y pues que él estaba encantado. Entonces se hizo esa reunioncita y Cortázar ahí delante de él se comprometió a revisar las galeras… Esas galeras se iban a Cortázar primero, a Francia; Cortázar las revisaba; luego llegaban a México, las veía Monsiváis, porque él quería verlas; y después las veía yo. Tremendo trabajo, pero lo que no te puedes creer es que nosotros trabajamos sobre la edición cubana, una edición que estaba horrible, llena de erratas, y sucia, pero nunca tuvimos acceso al original. Porque así era Lezama… Ni me dio el ejemplar él, yo lo conseguí. Fue un esfuerzo muy grande publicar Paradiso, porque era un libro grande, complicado, que sabíamos que iba a tener poca venta... 17
COLECCIONES Y CUADERNOS
¿Cómo pensaban las colecciones? ¿Tenían una idea previa de la colección, la iban ajustando? ¿Pensaban en directores? ¿Cómo se organizaba eso?
Nosotros pensábamos las colecciones, aunque luego no nos salían: publicábamos tres libros y luego había que cerrarlas, como la Enciclopedia ERA, que era una preciosa colección pero que no funcionó… ni supimos seguirla, ni hubo materiales. O la de cine, que hicimos muchos libros; fueron todos un fracaso económico y la tuvimos que parar por ese problema. 18 Después, por ejemplo, notamos que había una gran discusión en la izquierda en esa época, entonces la idea nuestra fue abrir esa discusión en la editorial. Poco a poco, se fue decantando la colección Ancho Mundo para reportajes, que también poco a poco los tuvimos que ir dejando de hacer, porque los reportajes hay que publicarlos muy rápido. En cambio, Ancho Mundo se centró en el debate. Y ahí empezamos a publicar todas las posiciones de la izquierda, y eso fue de las cosas que nos salieron muy bien. Pero ahí sí pudimos abrir bien el espectro. Claro, ¿de dónde salía todo eso? Cuando estaba Cuadernos Políticos, de allí salían muchas cosas. 19 Porque se convirtió en un lugar de debate de los problemas de la izquierda, así fue, de allí salían muchísimas cosas. Oídos bien abiertos, oyendo muchísimo, fue una escuela fantástica. Pero además, bueno, el entorno que se iba formando.
Quisiera conversar un poco sobre Cuadernos Políticos, porque además es muy impresionante el vínculo de la editorial con ciertos momentos y ciertos contextos. Lo de Cuba al principio, en los setenta cae Allende, se cae ese proyecto, empiezan las dictaduras en América Latina, cierran Marcha…
Así fue. Nosotros nos reunimos, yo tenía ahí un pequeño grupo, todavía no habíamos empezado la idea de Cuadernos.... Entonces se cierra Pasado y Presente, se cierra Marcha, y dijimos: “Bueno, hay que hacer una revista. El único país en el que se puede hacer una revista en este momento es aquí”. Y ahí arrancamos. Llamábamos gente, armábamos un grupo, hacíamos una reunión de 7 u 8 personas, a ver quién se interesaba por el proyecto. Sin tener muy claro aún como sería. Y de ahí fuimos viendo hasta que arrancamos. Como un año… No fue nada improvisada esa revista. Yo tenía muchísimo miedo de meter a la editorial en un proyecto muy complicado, porque la experiencia de la izquierda es terrible. Sin embargo, fíjate lo que logramos: logramos que no se publicara un solo trabajo en que el comité editorial no estuviera unánimemente de acuerdo. Si había uno que no los convencía, el artículo no se publicaba. Y claro, las reuniones eran interminables… Pero logramos unidad en todo. Por eso fue una escuela, para todos, de aceptar las opiniones de los demás.
Lo que es muy interesante de Cuadernos Políticos es que hay una preocupación importante por lo estético. Una pregunta permanente entre política y estética, política y literatura que articula buena parte de los números de la revista. Y eso es algo muy rico porque también es otra manera de entrar a la discusión e interpela otro tipo de intereses.
Desde luego, nosotros tratamos de que estuvieran los tres factores: el estético, también en el sentido de la presentación, de todos nuestros trabajos. Ahí Vicente diseñaba todo. Y todo pasaba por sus manos. Después de que estuviera bien escrito, se corregía, se trabajaba. Y lo ideológico también… Era un trabajo fuerte.
Tiraban como 3000 o 5000 ejemplares…
No, mira, empezamos con 3000. Hubo una época que estuvimos en 5000 mil, pero fueron muy pocos. Y luego tuvimos que volver a bajar.
¿Circulaba en toda América Latina?
Más o menos. Era muy famosa. Pero yo creo que se fotocopiaba mucho, se fotocopiaban artículos. La revista era cara. Pero más o menos fueron 3000 ejemplares el promedio. Nunca reeditamos un número, porque además estábamos demasiado ocupados con el siguiente.
Porque en principio era trimestral.
Claro. Cuatro al año. Y además tenía cien páginas a doble columna. Cada número era un libro…
El vínculo entre revista y editorial entonces era directo…
Directo. Todos estábamos involucrados en la revista.
Me decías que las cosas que aparecían en la revista terminaban apareciendo como libros.
Todo eso va enriqueciendo una editorial. No es uno solo sentado en un escritorio, sino que hay siempre un entorno que se va moviendo. Los traductores, todo el mundo te propone cosas. Lo difícil es mantener la posibilidad del “no”.
Sin embargo, en los noventa cerraron la revista. ¿Cómo fue eso?
Dolorosísimo. La verdad que muy doloroso. En primer lugar, empezamos a tener una carencia de materiales. Se dejó de producir, hasta las palabras dejaron de usarse. Perdimos hasta el lenguaje. Había ya mucho desánimo en el comité; la revista se vendía menos. Era inútil cerrar los ojos: estaba clarísimo que había llegado al final. Lo que sí, recuerdo nuestra manera de celebrar… eso me encantó. Porque yo llegué a ERA cuando el triunfo en Vietnam y con Vicente dijimos “Tenemos que celebrar”. Y puso una foto preciosa de los vietnamitas. Dos números tienen fotos nada más: el triunfo de Vietnam y el triunfo en Nicaragua.
Eso también es notable, porque cuando uno va viendo el catalogo advierte cómo avanzan esos temas… la parte de África por ejemplo es impresionante, es pequeña pero en relación con otros catálogos de la época…
Es el único. Bueno, tú dices la izquierda latinoamericana, Cuba, Vietnam y después EZLN [Ejército Zapatista de Liberación Nacional]. Son cuatro tomos, además, excelentes; está el libro de Guiomar. 20 Armamos un bonito paquete. Para mí fue un gustazo que fuera mexicano. Me encantó. Claro, están los libros del ‘68, hay toda una línea… 21 Y, claro, hubo un silencio grande por parte de la editorial hasta muchos años después,fueron los setenta, que fueron nuestros años terribles de la Guerra Sucia. Y ahí por fin hubo un libro de Laura Castellanos que se llama México armado, que es un libro excelente [2007].
MUJERES
Quisiera preguntarte acerca del peso de las voces femeninas en el catálogo de ERA, en crónica, en ensayo, en literatura. ¿Lo pensaron ustedes o fue llegando?
Fue llegando, si te digo la verdad fue poco planeado. Nos interesaba, pero no lo buscábamos.
¿Te parece que hay alguna mirada, alguna manera de escribir, alguna sensibilidad diferente entre los libros escritos por mujeres en ERA o no?
Ahora te podría decir que sí la había, pero lo digo con los ojos de hoy. Con aquellos ojos de aquellos años había un poco menos de conciencia, pero a la vez un gran gusto. Por ejemplo con Elena [Poniatowska], que fue fantástico poder publicar a Elena. 22 O poder hacer un libro de Rosario Castellanos. 23 Todo eso fue muy importante. Tener a Michèle Mattelart. 24 Había una búsqueda, aunque no muy persistente. Pero sí la hubo, claro que la hubo, y con ojos de ver otra mirada. Eso es lo que nos gustaba, por eso el libro se publicaba, porque había una mirada diferente. Pero no era tan consciente como podría ser unos años después…
También es importante el peso de las mujeres adentro de ERA.
Ah, claro. Yo creo que sí. Éramos mayoría. La Nuri [Nuria] Galipienzo, Pili [Pilar Alonso], todas las chicas de la parte de facturación… éramos mayoritariamente mujeres.
Si uno mira el espectro latinoamericano de las editoriales independientes de la época, la mayoría está dirigida por hombres. ¿Cómo fue para vos esa experiencia de ser una mujer al frente de la editorial?
Bueno, te doy un ejemplo: un día llega un tipo a proponerme no sé qué cosa; estábamos ya hablando y me dice, “Bueno, a mí me gustaría hablar con la persona que dirige la editorial, la verdad”. Y le digo: “Bueno, soy yo la persona que dirige la editorial”. Y me mira y me dice “no, de verdad, de verdad…”. No se lo podía creer (risas).
Una cosa que me resultaba muy linda del relato de Elena Poniatowska es cuando contaba que ella iba a la editorial con sus niños; vos además tenés tres niños. Y lo que implica ser mujer, trabajar, tener los niños y tener ese espacio.
Bueno, mis hijas todavía se acuerdan de las reuniones de Cuadernos porque eran en mi casa. Además, tenía que poder ofrecer… bueno, como somos todas, que nos gusta recibir… Y además era una reunión semanal. Entonces me acuerdo que [mis hijas] venían y me decían “¿ya vas a tener pedidos?” (risas) Entonces ellas abrían la puerta, los conocían a todos, ¡les encantaba! Así era.
CATÁLOGO
Quería preguntarte por la publicación de las crónicas, porque es un género que ahora está teniendo muy buena recepción, pero ustedes lo publicaron en los sesenta, cuando en realidad no tenía tanta circulación, en formato libro por lo menos. ¿Había un interés de ERA por el género o por la cuestión de actualidad que tiene la crónica? ¿Les funcionó bien?
Sí, hubo interés por la crónica por parte de ERA; hubo interés en aceptarlas, en publicarlas, no hubo una búsqueda. Es decir, en general llegaron; pero sí quisimos hacer libros de crónica, dándole el lugar de un género literario.
¿Tenía buena recepción por parte del público en ese momento ya?
Mira, es muy curioso, porque el público es muy complicado, nunca sabes muy bien qué va a pasar. Y yo siento que había cierta reticencia, no era lo mismo publicar una crónica que una novela, para nada… Todavía hoy.
¿Y en la crítica?
Lo mismo, poca.
A la hora de elegir libros, ¿qué es lo que tenían en cuenta? ¿Cómo elegían?
Lo que nos importaba era el libro; publicar libros que sabíamos que no se iban a vender: los publicábamos. Y los teníamos ocho años en catálogo… Ser una editorial de catálogo era un orgullo para nosotros. Entonces hacíamos informes de lectura, y esos informes los leíamos con mucho cuidado, veíamos el libro, y tranquilamente decidíamos. Pensando en pocas cosas. Además, en aquellos años ERA sacaba sus libros y tenían su repercusión, su público. España arrancó mucho después; arrancó muy fuerte, pero después. Nos podíamos dar el lujo, dentro de los temas que manejábamos, de ser bastante libres, la verdad.
A partir de los ochenta y noventa, con la avanzada neoliberal, ¿cómo se acomodaron ustedes?
Realmente no cambiamos mucho de línea. Fue más difícil encontrar libros políticos para publicar, cada vez había menos. Y los españoles empezaron a pelearlos mucho, Debate por ejemplo. Empezaron a escasear y el público también empezó a cambiar. Nos volcamos más hacia la literatura, empezamos a publicar mucha más literatura, que después vimos que era afortunadamente lo más persistente… en la vida.
Pero también en literatura publican cuento, poesía, es decir, incluso al publicar literatura abren bastante más el espectro, más allá de la novela. Y publican bastantes argentinos: a [Miguel] Bonasso, a [Juan] Gelman, a [Noé] Jitrik. Eso sí tuvo que ver con el exilio argentino… 25
Sí, claro. Bueno, el exilio argentino editorial fue con Siglo XXI, porque todos ellos, Pancho Aricó, Portantiero… Pero sí publicamos a muchos de ellos; Noé estaba aquí, Bonasso estaba aquí en esos años. Con Gelman empezamos mucho después; fue muy bonito, con Luis Cardoza y Aragón, fue una cosa muy especial porque ellos se querían conocer. Yo era muy amiga de Luis, que vivía aquí muy cerca, y entonces un día nos vimos juntos. Y ahí empezamos una amistad muy bonita.
Quería preguntarte por José Emilio Pacheco. ¿Cómo llegó a ERA?
Pues por el Suplemento, en el paquete del Suplemento. Y luego pasó esa cosa maravillosa que él siempre cuenta en las entrevistas y es que nosotros lo convertimos en un bestseller. Nosotros publicamos sus libros de poesía, aunque no pasaba casi nada. Pero como a nosotros nos parecía maravilloso lo seguíamos publicando todo. Y un día publicó en el Suplemento, Las batallas en el desierto, completo… Es de esas cosas bonitas que pasan en la vida. Llegaba el fin de semana, había llegado el Suplemento, lo empecé a leer. Y el lunes cuando llegué a ERA, viene Vicente a saludarme y le digo: “tú también lo leíste; yo también lo leí. Háblale a Pacheco ahora mismo. ¿Tú haces un libro?”; “Yo hago un libro”, me dice Vicente. Y ahí lo publicamos. Hicimos un millón de ejemplares [al 2009]. Bueno, él tiene una ventaja y es que la SEP [Secretaría de Educación Pública] nos compró ediciones. Los dos únicos libros que llegaron al millón de ejemplares han sido Las batallas en el desierto y Aura [de Carlos Fuentes]. Aura sin ediciones de la SEP aunque, claro, en muchos más años [se publicó por primera vez en 1962]. Pero Las batallas…
¿Fuentes llegó a ustedes también por el Suplemento?
Sí, claro. Benítez y él amiguísimos, y Vicente… Vicente es fundamental en la relación con el Suplemento…
¿Pacheco trabajó también con ustedes como editor?
Pues nos recomendó muchos libros, se interesaba por la editorial, fue un compañero sin que trabajara directamente, sobre todo en los primeros años.
¿Cómo decidieron armar la Biblioteca sobre Revueltas?
Ah, eso fue re bonito. Éramos grandes admiradores de la literatura de Revueltas, y ya no se encontraban sus libros. Entonces, pensamos en hacer las obras completas. Nos reunimos con la hija, con Andrea, y empezamos a pensarlo. Habíamos publicado ya dos o tres libros en Biblioteca ERA. Yo creo que fue después de El apando; publicamos El apando suelto y ahí dijimos “Pues hay que recoger a Revueltas”, no encontrabas libros, estaban perdidos.
¿Funcionó esa Biblioteca?
Funcionó toda la parte literaria. Y se fue al pozo toda la parte política.
FERIAS Y CONSORCIOS
¿Iban a ferias, qué vínculos tenían con otros editores? Porque Jorge Herralde por ejemplo cuenta que cuando venía a México te veía. 26
Cuando venían [editores extranjeros], yo hacía muchas cenas en casa, me gustaba conocerlos. Sobre todo con los españoles, pero con los franceses también hubo bastante relación. Las ferias internacionales, la verdad que tardé… tardamos mucho en ir. La de Guadalajara la primera; la de Minería la primera; las ferias de aquí sí íbamos, pero a Frankfurt era muy caro. Fuimos un año, que dijimos: “Hay que ir para conocer”. Fue horrible porque como iba sola no podía dejar el stand; había muchos latinoamericanos, eran los años de la dictadura, y te sacaban los libros que podían (risas). Yo les decía: “Vengan el ultimo día, no me los quiten hoy que me voy a quedar sin material” (risas). Fuimos con Siglo XXI con un stand uno al lado del otro, con Concepción Zea, que era una mujer maravillosa, gerente de Siglo XXI en ese tiempo.
Allá sí hacían contacto con otros editores, como Michi Strausfeld…
Sí, con ella éramos muy amigas. Ella armó esa colección maravillosa de literatura latinoamericana en SuhrkampVerlag, además ella presume de sus bestsellers… Es fantástica. Coincidimos también en las ferias de Nicaragua, ella fue allí con Suhrkamp. Es que hubo unos años en que Frankfurt estaba dirigida por Peter Weidhass (su esposa era chilena), y él adoptó a Latinoamérica. 27 Entonces la Feria de Guadalajara, él fue uno de los que enseñó a hacer una feria internacional; en Nicaragua, después de los sandinistas, también empezó. Y ahí iba él, a Nicaragua, a la feria del libro de Managua, ahí nos encontrábamos con Michi, con él...
En un momento armaron un grupo con otros editores latinoamericanos, LOM, Trilce, Txalaparta… ¿Cómo surgió eso y cómo funcionó?
Mira, el primer encuentro fue en La Habana, en la feria del libro de Cuba, que había ido Txalaparta, a quienes yo no conocía, y dijimos tenemos que colaborar, tenemos que hacer algo, las editoriales de izquierda tenemos que buscar la forma. El siguiente encuentro fue en Gijón, la feria del libro de Gijón, que además invitaban. Y ahí nos encontramos con los de Trilce, con Lom y nosotros. Nos sentamos en el café un día y empezó a surgir la idea. Ha sido fantástico el trabajo que pudimos hacer. Era una respuesta de los editores independientes a los consorcios. ¿Cómo encontrar eso? Pudiendo ofrecer a nuestros autores, aunque cada editor decidía qué autor le interesaba de otra editorial, pero tú le podías decir a Pacheco que se le podía publicar en varios lugares, que no iba a ser sólo México. O a Elena, también la han publicado en esas otras editoriales. Hacíamos acuerdos muy blandos para que pudiéramos editarlos. Nosotros publicamos a Missana, a García Huidobro, a Jamaica Kincaid, de la Autobiografía de mi madre… teníamos como 20 libros.
¿Y con Argentina no hicieron acuerdo con ninguna editorial independiente?
No, ninguno. Es que después cuando ya el grupo estaba funcionando se acercaron gentes, pero nosotros decíamos “armen su propia red; no puede hacerse muy grande esto porque resulta difícil de llevar”.
CODA
Una última pregunta: ¿algún libro que te hubiera gustado editar y no pudiste?
Uhhh, tantos… Tantos… Tantos… Pues de México, me hubiera gustado editar a Rosario Castellanos, todo lo que hubiera podido. A [J.M.] Coetzee, me hubiera encantado, es uno de mis autores adorados. Pero bueno, para nosotros las traducciones eran muy difíciles. Fíjate que de traducción literaria tenemos poquísimo porque es muy complicado. Pero nos dimos nuestros gustos (risas).
Notas