Orbis Tertius, vol. XXII, nº 26, e057, diciembre 2017. ISSN 1851-7811.
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria


Dossier
Lectores, lectura. Cinco intervenciones


Un ejercicio de relectura en homenaje a Susana Zanetti


por María Teresa Gramuglio
(Universidad Nacional de Rosario)


CITA SUGERIDA
Gramuglio, M. T. (2017). Un ejercicio de relectura en homenaje a Susana Zanetti. Orbis Tertius, 22(26), e057. https://doi.org/10.24215/18517811e057

 


 

Aunque puesto bajo el lema “Lectores y lectura”, una clara referencia al asunto central de su libro más representativo, basta ver el despliegue de temas abordados en este homenaje y, en particular, el simposio dedicado específicamente a su legado, para advertir una vez más la amplitud y la diversidad de la obra de Susana Zanetti en el campo de la literatura latinoamericana. Esa amplitud tuvo como motor eficiente la extraordinaria labor de docencia y formación de graduados que Zanetti desarrolló incansablemente en sus cátedras de las universidades de Buenos Aires, La Plata y otras. Y creo que es especialmente justo que este homenaje se realice aquí, en La Plata, porque ella sintió que pertenecía a esta universidad más que a ninguna otra; aquí siguió trabajando hasta que la enfermedad la detuvo; aquí recibió los mayores reconocimientos personales e institucionales de toda su larga trayectoria, y a esta casa legó su formidable biblioteca. Así lo recordaron Gloria Chicote, Miriam Chiani y el Sr. Decano Aníbal Viguera en las palabras con que inauguraron este congreso.

Zanetti hizo de la docencia una verdadera militancia, que complementaba con una de las participaciones más asiduas que he visto en congresos, jornadas y todo tipo de reuniones universitarias. Yo no salía de mi asombro cuando la veía desplazarse con tanto entusiasmo a esos encuentros, a veces dentro de nuestro país y otras en diversos países latinoamericanos que tanto amaba, de los que volvía cargada de libros y revistas que ponía a nuestro alcance con generosidad. Los “testimonios tangibles”, para decirlo con una expresión de Nora Catelli, de esta múltiple e infatigable actividad, son los numerosísimos artículos, ensayos y libros que escribió: más de cien, entre compilaciones, ediciones anotadas, reseñas, prólogos, ponencias, y los libros propiamente dichos. Todo eso sin contar el trabajo editorial, en que dirigió colecciones tan renombradas como la segunda edición de Capítulo. Historia de la literatura argentina, del CEAL, entre 1979 y 1982.

Fue precisamente en esos años oscuros, los de la dictadura militar, y en el Centro Editor de América Latina, donde conocí a Susana. La encontraba en una oficinita minúscula desde la que dirigía algunas de las colecciones que hicieron famosa a la editorial. En ese espacio tan poco glamoroso, Susana destilaba autoridad. Vedado para muchos de nosotros el acceso a la Universidad de Buenos Aires, ella había encontrado un refugio académico en la Universidad de Morón, y así fue como pude notar de entrada la alta exigencia que se imponía en sus lecturas y en su formación teórica. Consciente de su propio rigor, era estricta e implacable con los demás, pero a la vez generosa con sus saberes y con su biblioteca. Me llevó un tiempo darme cuenta de esta aparente dualidad, como así también entender su raro sentido del humor, porque me parecía que siempre me estaba tomando examen; y creo que a ella también le tomó un tiempo admitirme como una persona más o menos digna de participar de ese mundo al que ella pertenecía. Yo, que venía de Rosario, que había quedado fuera de la universidad y perdido el contacto con la mayoría de mis compañeros gracias a los buenos oficios de la triple A, la veía en ese lugar que me parecía mítico, rodeada de gente prestigiosa como Jorge Lafforgue o el recordado Boris Spivakov, y otros que todavía no eran tan prestigiosos pero pronto llegarían a serlo, como Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, por entonces grandes amigos suyos. La historia de ese grupo cultural que se cobijó en el CEAL, un grupo que como toda formación de ese tipo combinó lazos intelectuales y afectivos, ya ha sido contada en los relatos sobre los orígenes de la revista Punto de Vista.

No voy a repetir aquí esa historia, ni tampoco la historia de nuestra amistad. Prefiero en cambio señalar algunos rasgos que caracterizan con elocuencia la relación intensa que mantuvo siempre con los temas que abordaba: esa alta exigencia que acabo de mencionar se materializaba en el dominio de la más amplia bibliografía, desde la teoría literaria de sus primeras cátedras hasta la consolidación de su figura de especialista en literatura latinoamericana. El reconocimiento de las dificultades que esta especialidad implicaba no le impidió sostener una apuesta fuerte por su objeto, basada en el estudio constante. Y destaco esta palabra, estudio, porque estuvo presente en su lenguaje desde siempre y hasta el final: no era raro que ella dijera que “estaba estudiando” o que no podía ir a tal o cual lugar porque “tenía que estudiar.” La contrapartida de esta profesión de humildad era un dictamen frecuente con el que podía fulminar a cualquiera, desde alumnos de posgrado cuando descubría que lo ignoraban todo de Bolívar hasta encumbrados colegas de las universidades estadounidenses, con el mismísimo Harold Bloom de El canon occidental a la cabeza: “No saben nada”. Por rasgos como este, por este rigor inclaudicable, Susana Zanetti era heavy: no tenía nada de la levedad posmoderna.

Esa era una de las razones por las cuales se resistía con frecuencia a mis hipótesis aventuradas sobre el comparatismo como método para el estudio de la literatura latinoamericana y a los temas que yo a veces osaba proponerle. Uno de los últimos fue el de iniciar un estudio comparativo de las historias nacionales de la literatura latinoamericana, que le pareció inviable. Del mismo modo, en otras ocasiones, sometía a una crítica demoledora algunos programas pretenciosos o también algo aventurados para los cursos de posgrado sobre literatura latinoamericana que yo encontraba interesantes. De estas escaramuzas me quedó grabada a fuego otra expresión más suya aún que la de “estudiar”, cuando después de una discusión que podía llegar a ser áspera, Susana dictaminaba: “Eso no se puede hacer”. A pesar de esos encontronazos, aceptó compartir conmigo un par de seminarios de posgrado sobre relaciones entre nacionalismo y ficciones narrativas en las literaturas argentina y latinoamericana de la modernidad. Pero ese tipo de colaboración, en la que yo podría haber aprendido tanto de ella, no se repitió entre nosotras.

La amplitud y diversidad de temas en la obra de Zanetti que mencioné al principio está exhaustivamente registrada en la fundamentación del simposio 12 de este congreso, cuyo título es “Legados de Susana Zanetti en la crítica latinoamericana”. El primero de los temas que enumera resulta central para mi propuesta. Dice textualmente: “Sus intervenciones críticas… cubrieron una densa red conceptual que abarcó complejas cuestiones en torno a la constitución teórico-crítica de un campo de saber que se designa como literatura latinoamericana”. Le siguen las referencias a los estudios sobre el universo colonial, sobre el modernismo, sobre el canon, sobre la lectura y el público lector, sobre epistolarios, sobre literatura contemporánea, sobre poesía, donde los nombres van desde Sor Juana y la poesía náhualt hasta Pablo Neruda y José Emilio Pacheco. Ante esta enumeración apabullante, era inevitable que yo me preguntara cómo abordar hoy aquí esa obra tan copiosa ante tantos latinoamericanistas que tienen un conocimiento exhaustivo de ella, sin ser ni remotamente especialista en la materia. Recordaba bastante bien sus trabajos sobre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, sobre el modernismo, sobre José Martí y Rubén Darío, que se me aparecían como centros poderosos de su reflexión. Y sobre todo uno de ellos que siempre me interesó particularmente: el ensayo sobre religaciones, porque se vinculaba con mis propias obsesiones por las interacciones y por la necesidad de “pensar relaciones” en el estudio de las literaturas. Al releer ese trabajo publicado en 1994, se abrió un haz de derivas que me llevó a releer otros más. En ese ejercicio, empecé a entrever el hilo articulador subterráneo en la trama de esa producción que en un principio encontraba azarosa y abigarrada: el asedio a la literatura latinoamericana como construcción de un objeto imposible.

En nuestras frecuentes discusiones, Zanetti se resistía a mis propuestas sobre el comparatismo y hasta decía desconfiar de él, pero a mi modo de ver, esta investigación formidable que es su trabajo sobre religaciones resulta un claro exponente de comparatismo, aun cuando se lo piense implícito o no asumido como tal. Porque revela la simultaneidad y convergencia de factores literarios y culturales que, si por un lado remiten a procesos nacionales de modernización del período en diversos países latinoamericanos, por el otro la conducen, paradójicamente, a diseñar el objeto literatura latinoamericana en su flexión histórico-cultural más amplia. En este punto, quisiera añadir que uno de los capítulos que más me habían impactado cuando leí La dorada garra de la lectura es el titulado “Un archivo”, en el que, a partir de un conocimiento sólido del archivo de Juan María Gutiérrez, Zanetti arma un collage de citas verdaderas de la correspondencia de Gutiérrez y de reflexiones apócrifas en primera persona, en un ejercicio de imaginación crítica que apunta a postular un momento de religaciones anterior al del modernismo. En pocas palabras: un estadio temprano en su propia construcción del objeto “literatura latinoamericana”.

Me puse entonces a releer los trabajos de Susana para presionar sobre esta idea. Era más que una cuestión de responsabilidad intelectual para este homenaje: era algo así como saldar una deuda en nombre de una amistad sin concesiones, en la que el afecto y el respeto mutuos eran con frecuencia puestos a prueba con discusiones a veces encarnizadas. A partir de un rápido repaso, seleccioné un breve corpus de tan solo nueve artículos que me permitió darle forma. El primero, de 1987, es “La lectura en la literatura latinoamericana”, que ya mencioné. El último, “El modernismo y el intelectual como artista”, escrito alrededor de 2004 y publicado en 2008. En el centro, el trabajo sobre religaciones y algunos capítulos de La dorada garra de la lectura. Para anticipar una síntesis, voy a leer dos citas que me parecen significativas para mi argumento. Confío en que se podrá advertir por qué las encuentro relacionadas, ya que ambas toman el período del modernismo y la modernización con un claro talante comparativo para destacar las interrelaciones entre los escritores, las prácticas y los textos de un buen número de países latinoamericanos. “Modernidad y religación, una perspectiva continental (1880-1916)” empieza así:

Entre los posibles hilos conductores para definir la literatura latinoamericana, perfilándola en el marco de otras experiencias literarias y culturales, el examen de los fenómenos de religación es uno de los productivos: analizar los lazos efectivos, condensados de muy diversos modos… más allá de las fronteras nacionales… atendiendo a un entramado que privilegia ciertas metrópolis, determinados textos y figuras que operan como parámetros globalizantes, como agentes de integración. Anudando detalles y vertebrando encuentros, lecturas, correspondencias, múltiples vínculos… el estudio de la religación intenta contribuir a la respuesta de cómo se fue formando, constituyendo y fortaleciendo esa amalgama que subyace en la construcción del objeto que denominamos literatura latinoamericana (1994: 489).

En este punto, parece oportuno introducir un comentario para llamar la atención sobre el estilo “arborescente” de la escritura de Zanetti. Un estilo que creo funcional a su afán de completitud, a la obsesión por no dejar ningún cabo suelto en el despliegue de sus materiales y de sus hipótesis, o, en todo caso, dejar abierto el final de las enumeraciones. Así, en “El modernismo y el intelectual como artista”, publicado en 2008, pero escrito un par de años antes, leemos:

… el modernismo [como] primer movimiento literario articulado concretamente entre los artistas de todo el ámbito hispanoamericano que logra igual proyección en España, mediante encuentros, revistas, artículos de unos escritores sobre otros, etc. (2008: 523)

Dada la brevedad que requiere esta exposición, sería imposible detenerse en los detalles de cada uno de estos nueve trabajos, y lamento que así sea. Tendrán que bastar unos breves pantallazos en función de mi argumento. Así, el solo título “Ángel Rama y la construcción de una literatura latinoamericana” ilustra lo que Zanetti encuentra de más relevante en la múltiple actividad de una figura “prometeica” (son sus palabras) como la de Rama, que se prodigó en empresas docentes y editoriales: “una labor marcada por un proyecto fuertemente religador y sistematizador de las literaturas latinoamericanas” (1992: 293). En este artículo, ya desde el título, no puedo dejar de leer, como en espejo, las preocupaciones de Zanetti: el canon, el modernismo, las figuras de Martí y de Darío, la actividad editorial.

En lo que respecta al canon, dos de los artículos de mi breve corpus reflexionan sobre las dificultades que plantea su formulación: “Apuntes acerca del canon latinoamericano” y, aunque menos directamente, “La lectura de María: Constitución de un clásico hispanoamericano”. En el referido a María, Zanetti aproxima la idea de canon a la noción de clásico, y problematiza ambas categorías en razón de las peculiaridades de las literaturas latinoamericanas. “Al respecto –escribe en ese capítulo– vuelvo a decir que sería difícil sostener la existencia de un canon sólido, afianzado en un proceso histórico de duración pertinente, por una parte, y por otra, con una proyección en América Latina y fuera de ella, de manera de volver creíble su legitimidad” (2002: 210). En cuanto a las interrelaciones, me llamó la atención un título sorprendentemente “morettiano”: “Modelos extranjeros y literatura nacional”, cuyo centro es el análisis de Martín Rivas, de Alberto Blest Gana. Invento ese adjetivo, “morettiano”, porque se lo podría suponer una aplicación de la hipótesis de Franco Moretti sobre las transformaciones y adaptaciones de la novela europea en su expansión hacia las periferias, pero lo notable es que Zanetti llega a esa lectura por su propio camino, sin necesidad de Moretti, rastreando las condiciones culturales de la sociedad chilena de mediados del siglo XIX y señalando la percepción del propio autor, de Blest Gana, acerca de “los problemas estéticos e ideológicos en los novelistas que proyectaban una puesta al día… unida a los límites morales, como le ocurría a él, respecto del realismo de Balzac y de Stendhal” (2002: 157).

En este punto, me voy a permitir introducir un episodio anecdótico. Como he comentado en otras ocasiones, Susana era capaz de afirmar sin rodeos: “Blest Gana es superior a Stendhal” o “Martín Rivas es mejor que El rojo y el negro”. Eso me sorprendía tanto que finalmente me compré Martín Rivas, porque, por supuesto, yo nunca la había leído. No pasé de las diez primeras páginas y se lo dije. Esta es otra de las escaramuzas por las que sentí la necesidad de saldar una deuda, y me propuse leer la novela completa para este homenaje. No encontré mi ejemplar, pero la encontré en Internet, y la leí de cabo a rabo. Se podría acordar con Zanetti en que Blest Gana tenía razón en cuanto a los límites no solo morales que imponía la sociedad chilena, ya que el respeto de su héroe por las normas que regían las relaciones entre sectores sociales de diferentes niveles económicos y culturales es ejemplar, y su ascenso social, debido sin duda a sus méritos, no tiene nada en común con la desmesura de esos transgresores audaces que son Julien Sorel o Rastignac. Pero yo tenía razón al disentir con Susana sobre la presunta superioridad de Blest Gana. Porque se podría argumentar que las restricciones morales y sociales autoimpuestas no necesariamente tienen que ver con la debilidad estética, ya que Jane Austen se las arregló muy bien para escribir novelas magníficas sin prescindir de ellas. Esa superioridad de Austen, o de Stendhal, o de Balzac sobre Blest Gana no se debería, o al menos no exclusivamente, al mayor talento de estos escritores europeos, sino a algo que Susana admitía a regañadientes y muy a pesar suyo: que ellos estaban parados sobre el fertilísimo suelo del surgimiento de la novela moderna en la prosa inglesa y francesa del siglo XVIII, y no sobre el vacío narrativo en que se implanta la ficción latinoamericana del siglo XIX.

Para terminar con este recorrido: ¿cómo poner las investigaciones de Zanetti sobre la lectura en relación con el comparatismo? Creo que ella misma responde la pregunta en su artículo “El comparatismo y la construcción del objeto literatura latinoamericana”, en el que, literalmente, se lee a sí misma. Es decir: presenta una interpretación de La dorada garra de la lectura en términos que afirman la perspectiva comparatista como inherente a los estudios de literatura latinoamericana. Empieza así: “El planteo de problemas… sobre la literatura latinoamericana o sobre las literaturas nacionales siempre se hizo, dada su conformación a partir de su condición colonial, atento a enfoques comparatísticos, es decir, teniendo en cuenta los lazos con otras experiencias literarias y culturales…” (2004: 129). Pocas líneas después reitera que “…las concepciones comparatistas, en el sentido amplio del término, estuvieron presentes desde la constitución misma de la literatura latinoamericana y de su crítica” (2004: 129). Y en relación con su propio libro, esta larga explicación que me exime de mayores comentarios:

En todos estos análisis eludí pretensiones totalizadoras. Me incliné en cambio al tratamiento de fragmentos que se abrieran al diseño de redes que tuvieran muy presentes los aportes del comparatismo, si bien pensándolos dentro de relaciones intraculturales e interculturales respecto de Europa principalmente, sin descuidar, por cierto, hasta dónde las diferencias de lenguas y culturas seccionan y quiebran perspectivas homogeneizadoras, imponiendo, dentro de la misma Hispanoamérica, la necesidad de encarar un comparatismo intercultural” (2004: 133).

Este artículo forma parte del Dossier “El comparatismo como problema” publicado en la revista Prismas en 2004, y lamento no poder detenerme en la inteligentísima presentación de Adrián Gorelik, cuya interpretación del libro de Zanetti merecería alguna discusión. Porque Gorelik afirma que “es evidente que su libro tiene confianza en la existencia de América Latina como entidad anterior a cualquier tarea autoasignada por un núcleo de intelectuales en una coyuntura determinada…”, mientras que a mi juicio Zanetti estaría más cerca de esa obstinación por construir ese objeto dudoso que se sintetiza en la cita tan seductora de Ángel Rama: “América Latina es un proyecto intelectual vanguardista que aguarda su realización concreta”.

Una sola cosa más: cuando me pregunto sobre la continuidad del legado de Zanetti, encuentro que se hace evidente no solo en las investigaciones y en la notable producción crítica de quienes fueron sus discípulas más destacadas, como las aquí presentes Carolina Sancholuz, Beatriz Colombi, Alejandra Mailhe, Valeria Añón, Mónica Marinone y tantos otros, sino que sus huellas se proyectan más allá de ese núcleo privilegiado: para dar un solo ejemplo, lo encuentro en una parte sustancial de los ensayos que componen el libro de un ex-alumno suyo, Mariano Siskind, Cosmopolitan Desires, todavía no traducido al castellano.1 Este legado seguirá presente en futuros trabajos de las próximas generaciones de investigadores de la disciplina. Y fuera de ella, en la altísima lección de su compromiso ético como docente y como intelectual.


 
NOTAS

1 El libro al que refiere Gramuglio se publicó en 2016 como Deseos cosmopolitas. Modernidad global y literatura mundial en América Latina, Buenos Aires, FCE. [Nota del editor].

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Zanetti, Susana (2004) [1987]. “La lectura en la literatura latinoamericana”, en Leer en América Latina, Mérida (Venezuela), Ediciones El otro, el mismo.

Zanetti, Susana (2004) [1992]. “Ángel Rama y la construcción de una literatura latinoamericana”, en Leer en América Latina, Mérida (Venezuela), Ediciones El otro, el mismo.

Zanetti, Susana (1994). “Modernidad y religación: una perspectiva continental (1880-1916)”, enAna Pizarro (editora),América Latina: Palabra, Literatura e Cultura , Volume 2: Emancipaçao do Discurso, São Paulo, Memorial da América Latina, Unicamp, pp. 489-534.

Zanetti, Susana (1998). “Apuntes acerca del canon latinoamericano”, en Susana Cella (comp.), Dominios de la literatura. Acerca del canon, Buenos Aires, Losada.

Zanetti, Susana (2002). “Modelos extranjeros y literatura nacional”, en La dorada garra de la lectura, Rosario, Beatriz Viterbo, pp. 145-183.

Zanetti, Susana (2002). “La lectura de María: Constitución de un clásico hispanoamericano”, en La dorada garra de la lectura, Ibíd., pp. 185-207.

Zanetti, Susana (2002). “Un archivo”, en La dorada garra de la lectura, Ibíd., pp. 249-264.

Zanetti, Susana (2004). “El comparatismo y la construcción del objeto literatura latinoamericana”, en Prismas. Revista de historia intelectual, UNQ-Bernal, 8, pp. 129-137.

Zanetti, Susana (2008). “El modernismo y el intelectual como artista”, en Carlos Altamirano (director), Historia de los intelectuales en América Latina, Tomo I (editado por Jorge Myers), Buenos Aires, Katz.

 

 

 

 

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